martes, 30 de octubre de 2012

Inauguración del Gran Hotel Bolívar


El 11 de agosto de 1952, ocurrió el acto inaugural del Gran Hotel Bolívar. La iniciativa fue del Rotary Club de Ciudad Bolívar que sirvió de puente ante el Ejecutivo Federal, para interesarlo en la idea que tenía un grupo de empresarios en la construcción de un hotel moderno y confortable que llenara las necesidades de una ciudad en pleno crecimiento.
Al efecto, se había constituido una Compañía Anónima, pero el Hotel debía ser construido en consideración a una serie de ventajas en el Paseo Orinoco, por lo cual se propuso al Gobierno cediera un terreno de 700 metros cuadrados ocupado por el Resguardo y Depósito de Cabotaje, contiguo al Mercado Principal.
Entre los comprometidos en el proyecto aparecían Jorge Suegart, Juan Casalta, el doctor Navarro, Roberto Liccioni, Pedro Choney, doctor J. M. Hernández, señor Escoffery y el abogado J. M. Arapé Garmendia.     El edificio de cinco pisos y 70 habitaciones fue construido en el Paseo Orinoco. Decorado por el artista surrealista Henry Corradini, contaba con hall, aire acondicionado, teléfono, baño privado, espaciosa sala comedor, pasaje comercial y gran vista panorámica del Orinoco.
Fue inaugurado el 9 de agosto de 1952 con capital de un millón 700 mil bolívares más un préstamo del Banco Industrial traducido en acciones a nombre del Gobierno nacional. Ernesto Bilancieri fue presentado como el presidente fundador del Gran Hotel y el corte de cinta correspondió al gobernador Barceló Vidal. El discurso inaugural estuvo a cargo del presidente de la Cámara de Comercio don Natalio Valery Agostini, quien dio las gracias a nombre de la Junta Directiva de la cual formaba parte, por la presencia a este “significativo momento, en que una labor realizada a duras penas dio al fin la vida a este magnífico hotel, que para uno representa la efigie de un elefante blanco; para otros una inversión descabellada capaz de llevar a sus promotores que en caso lo somos en un reducido número, de hombres de negocio, representa una inversión de negocios completamente normal, perfectamente aceptable y más que eso, una satisfacción muy íntima, profundamente íntima, por haber realizado una obra de mucha importancia, y de necesidad imperiosa para nuestra región que carecía de ella (…)”.
El artista Henry Corradini, quien se hallaba en Caracas decorando la residencia del presidente Carlos Delgado Chalbaud, se vino para Ciudad Bolívar después del magnicidio que costó la vida al presidente de la Junta Militar que derrocó al presidente Rómulo Gallegos. Se vino en 1952 a vender una mina diamantífera que Félix Cardona tenía en Icabarú y por la cual estaba interesado el proyectista del Hotel Bolívar. Nunca llegó hasta Icabarú. Se quedó en Ciudad Bolívar decorando el Gran Hotel Bolívar. Entonces era surrealista, seguidor desde Francia de donde se vino después de la Segunda Guerra Mundial, de André Breton, el padre del surrealismo que cultivaron pintores como Dalí y Paúl Klee, cineasta como Louis Buñuel y fotógrafos como May Ray. Corradini, además de pintor y poeta, era fotógrafo, pero su fotografía no era como la de Man Ray que se encuentra en el Museo Soto. La de él era mucho más expresiva y mayormente enfocada hacia la sociedad étnica y a la arquitectura de la ciudad.
Su taller de publicidad le abrió nacionalmente muchas puertas, pero un día lo dejó y se internó en la selva a convivir con grupos indígenas juntamente con la antropólogo María Eugenia Villalón. De esa convivencia salieron unos cuantos trabajos de investigación lingüística, artesanal y fotográfica que hoy constituyen un aporte invalorable al conocimiento de las sociedades tribales de Guayana. (AF)

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