jueves, 28 de enero de 2016

El antiguo órgano de la Catedral de Ciudad Bolívar



Después de noventa y ocho años de servicio quedaron paralizadas las cuerdas del órga­no de la Catedral de Ciudad Bolívar.
El órgano centenario, de enor­mes fuelles y mil quinientas vo­ces, fue donado por don Juan Bautista Dalla Costa, magistra­do guayanés y el primero en decretar en Venezuela la ins­trucción pública obligatoria.
El profesor de música José Francisco Miranda, nos mostró en octubre de 1968 una placa del órgano que fue hallada en un pipote de desperdicios. La placa de bronce que estuvo adherida al órgano decía: "Este órgano fue regalado por Don Juan Bautista Dalla Costa en el año de 1870".
El órgano fue donado por Dalla Costa a solicitud del Deán José Leandro Aristeguieta, pa­riente cercano de Simón Bolívar y fue adquirido en Londres. 
En 1870 fue instalado du­rante seis meses por el técni­co londinense, José Pelgroni y su hijo Santiago, enviados ex­presamente por la fábrica. En 1920 fue reparado por el or­ganista guayanés don Carlos Afa­nador Real. En 1927  recons­truido por él técnico venezolano Epaminóndas González, traído es­pecialmente por el Obispo Miguel Antonio Mejías.  Entre los padre Paúles que vinieron siguiendo las huellas de Monseñor Mejías, había un cantor barítono que acompañaba a los oficios religioso ejecutando al mismo tiempo el órgano de mil quinientas voces que Dalla Costa trajo de Londres. A él se  acercó una mañana de junio la joven Teresita Ortiz para agradecerle probara su voz con el cántico “Ojos de Jesús luceros”. El ensayo dejó asombrado a todos los circunstantes, incluyendo a Carolina Barazarte, quien llevó la “Canchita”, como la llamaba, hermana Florinda Barazarte de Gunterman, profesora de la Escuela de Música y Canto “Pepe Mármol”,  creada por el Presidente del Estado José Benigno Rendón. En el Coro acompañada de ese órgano cantaron Carmen Liccioni, S. Calogero, la triple Isabelita Caro, Tito Ávila, Elena Costa Yánez, Liliana Tovar y Ana Maria Gutiérrez. .   Teresita comenzó a tocar ese órgano un día que  el padre Enrique Díaz Uvierra la sorprendió,  en pleno rito para la bendición del Santísimo Sacramento diciéndole que por  ausencia del organista de la Catedral, debía siéntase al órgano para que interpretara el Tantum ergo”.
Eso ocurrió iniciándose en la Diócesis el obispo Monseñor Juan José Bernal Ortiz, quien sustituyó a Monseñor Mejías a raíz de su fallecimiento el 9 de octubre de 1947. El organista era entonces Telmo Almada, obligación que fue relegando paulatinamente en Teresita nombrada cantora oficial de la Catedral. No tenía el gobierno diocesano que pagar por separado a un organista y a una cantora porque Teresita podía acompañarse ella misma, sin haber nunca disciplinado más que su voz. Nadie sabía de aquel teclado que cotidianamente complementaba las tonalidades de su instrumento vocal. La sensibilidad de su oído le permitía registrar el ritmo y la armonía de los sonidos en aquel descomunal órgano londinés con solo su partitura individual para el canto.
Aquel descomunal Órgano que dominaba desde lo más alto de la entrada, las altas naves de la Catedral, destacaba no sólo por su magnitud sino por sus poderosos fuelles, aquellos tubos dispuesto en serie para reforzar el sonido de sus 1.500 voces en torno al cual giró la juventud citadina amante del canto y de la música. Hubo un tiempo en que la Catedral tenía su Maestro de Capilla, director del coro (sochantre) y cantor (chantre). Maestro de Capilla durante 25 años fue Carlos Afanador Real, egresado de los Conservatorios de Alemania y Francia y a quien Teresita sintió morir en 1952, ya anciano tenía 75 años. El primer Maestro de Capilla fue José Mármol y Muñoz.
El órgano permaneció en el elevado Coro de la contra-fachada hasta 1948 cuando Monseñor  Críspulo Benítez Fontúrvel, administrador apostólico de la Diócesis, decidió bajarlo para colocar el Coro cerca del altar mayor en busca de mejor  ambientación para el feed back las voces coro-sacerdote.
El único que sobrevivía del órgano para los años sesenta eran los tubos acústicos de acero que Monseñor Mata Cova no pudo recuperar de las manos de unos zagaletones que marchaban por la Plaza Bolívar creyéndose los trompetistas de Jericó.
El órgano sustituto con el cual se acompañaba Teresita Ortiz desde entonces en los oficios religiosos lo regaló la familia Natera Febres por sugerencia de Irma Febres, quien también fue organista de la catedral al igual que lo fue Florinda Barazarte y Amelia Almada. (AF)

miércoles, 27 de enero de 2016

El día en que retumbó la Tierra




La tierra retumbó en Ciudad Bolívar durante 45 segundos la madrugada del 20 de septiembre de 1968 a causa de ondas sís­micas provenientes del noreste que chocaron, contra el macizo guayanés.
La resonancia, como la de mil canberras juntos cruzando el espacio, causó acentuada vibra­ción en casas y edificios de la ciudad, pero sin consecuencias fatales que lamentar.
Asombrada y llena de pánico, la población despertó y se lanzó a las calles permaneciendo desde las 2:05, hora probable del movimiento sísmico hasta el amanecer.
Pacientes del Hospital  Universitario Ruiz y Páez, entre ellos, cien niños, fueron evacuados de los altos pisos del edificio y mientras esto ocurría, ancianos y mujeres desmayados  y bajo fuertes crisis nerviosas, ingresaban en carros y ambulancias en procura de auxilio.  Igualmente, ocurrió  en el Centro de Salud Mental, en el Hospital del Tórax  y en clínicas particulares. 
Como en diciembre a media noche, los automóviles tocaban sus bocinas en forma sostenida y se desplazaban a altas velocidades por calles y avenidas evidenciando sus conductores síntomas de incontrolable nerviosismo.
Recuerdo que desperté sobresaltado por el ruido, coloqué las manos en las paredes de la casa para comprobar las vibraciones,  fuí a los cuartos contiguos y levanté los niños, los llevé a la calle y luego de todo esto, aun continuaba oyendo el ruido. Fue verdaderamente espantoso y nos dio la sensación de que algo catastrófico había ocurrido en otros lugares cercanos.  Más tarde a través de la Banda Ciudadana de Radio Aficionado y el complejo radiofónico de la Zona 9 del MOP  se comprobó que en todo el Oriente y en el interior de este Estado se sintió el temblor pero sin resultados fatales que deplorar.
Cuando la tierra retumbaba, desapareció el alumbrado eléctrico y la ciudad quedó envuelta en tinieblas.  La luz apareció diez minutos más tarde.  Las radio-emisoras no trasmitían y la central telefónica no respondía debido al inmenso caudal de llamadas que se acumulaban en la receptoría. 
En cuestión de minutos todo el mundo quería saber que había ocurrido afuera, especialmente en las ciudades donde residían familiares. Este periodista oyó a través de un TR-301, cómo una Radio Móvil del MOP recomendaba a la Central que se dirigiera a las radioemisoras locales para que saliesen al aire al fin de calmar a la ciudadanía y especialmente llamase la atención de los conductores que se desplazaban a exceso de velocidad, pero las emisoras no salieron al aire sino hasta el amanecer.
En nuestro radio-receptor comprobamos que todas las emisoras de Oriente había salido al aire para informar de lo acontecido y llamar a la serenidad pública.
Según la gente más vieja consultada, era la primera vez que ocurría un fenómeno de esta naturaleza en la ciudad. 
El doctor José Nancy Perfetti, geólogo por muchos años realizando estudios del suelo guayanés, lo confirmaba aún cuando recordaba que el 19 de marzo de 1953 se registró en la ciudad algo parecido aunque no con la misma intensidad y resonancia. 
Perfetti, quien fue llamado a su casa a las tres de la madrugada, dijo que dos horas antes de la trepidación sísmica sintió el retumbar de un golpe sostenido. Comentó que el Escudo Guayanés sobre el cual descansa la ciudad es una masa pétrea relativamente establece y poca propensa a sufrir sacudidas sísmicas de gran intensidad; sin embargo, pueden ocurrir fenómenos como el de la madrugada producida por ondas sísmicas al chocar contra el macizo guyanés. 
Expreso que es posible que las ondas sísmicas desplazadas a través de los Llanos y que se reflejaron en el Escudo, hayan provenido de una falla localizada por el estudio geológico en el llamado “Mar de Humboldt” y que tiende a unir a los Golfos de Paria y Cariaco en el Estado Sucre. (AF)



martes, 26 de enero de 2016

Cuando los regidores también barrían



¿Quién inventó la escoba?  Me pregunto y como desconozco la respuesta, trato de dar con ella en algún diccionario histórico, pero tampoco.  Parece que no la inventaron  como las modernas máquinas de barrer, sino que emergió por arte de magia y de birlibirloque o, simplemente, algún tribal sufriendo sus propios desperdicios  encontró una manera de evitarlos utilizando una planta papilionácea o  alguna conífera atacada por el Royal.
         Lo importante es que la escoba existe y ha sido universalmente útil para bien de la salubridad doméstica y ambiental.  Claro, no basta con que la escoba exista, sino que hay que saberla manejar, para lo cual no se requiere mayores habilidades ni arte mucho menos, de lo contrario no sería posible ver gente tan connotada como los señores regidores municipales estrenando escoba nueva decididos a echarle un escobazo a las sucias calles de la ciudad capital que una vez fue tan limpia, aunque no tanto,  como Wisconsin que llegó a ganar el premio como la ciudad más limpia del mundo.
         Tuve la fortuna de visitar esa ciudad y confieso que era entonces tan impecable que la imagen de los transeúntes se reflejaba en el pavimento.  Ciudad Bolívar no aspira tanto sino que al menos sea respirable y que no espante a los turistas y viajeros hasta ese punto indignante que llevó a Renny Ottolina a pedir prestada una escoba para el mismo barrer el Mirador Angostura.
         Domingo Álvarez Rodríguez, Jaime García, Elías Inaty y García Morales, cuando estaban vivos y eran concejales, alineados en la gráfica, no aparecían como turistas visitantes sino que eran muy de acá del patio angostureño, concejales  que tratando de concienciar o dar el ejemplo a sus coterráneos, se armaron de sendas escobas y comenzaron a barrer las calles, pues entonces como hoy,  el aseo urbano y ornato de la ciudad dejan bastante que desear, muchas veces por culpa de los propios residentes. 
         Antes, hasta los tiempos del Gordito de Michelena (Léase Pérez Jiménez), el problema no era tanto o, mejor dicho, la basura no era ningún problema.  La ciudad brillaba de lo limpio.  No existían las bolsas de polietileno aguardando las uñas husmeadoras de gatos y perros ansiosos de  hallar lo que sus amos le mezquina o a los desarrapados que viven de los desperdicios  al igual que los zamuros de la carroña.
         La recolección de basura era desde las nueve de la noche hasta el amanecer y como los parroquianos sabían que era dentro de ese lapso convenido, pues dentro de ese lapso o espacio de tiempo sacaban sus pipotes, de suerte que durante el día ni un papelito ni palito de posible se veían en las calles.  Las barredoras electromecánicas paseaban por calles y avenidas completando el trabajo y vale decir que no era necesario pues los residentes no se conformaban con barrer la acera de su casa sino que las escobas la deslizaban hasta la media calle.  Para las amas de casa era un ejercicio más efectivo para la salud que ese que calza el lema “correr es vivir” y por el que tanto abogaba el farmacéutico Penzini Fleury.
         Los chóferes casi nunca se quejaban ni protestaban como ahora, pues sus automotores no padecían  los huecos y hondas resquebrajaduras del pavimento.  Claro, el pavimento era a base de concreto armado, de buen cemento.  Hasta la Calle Caracas, la más larga, era de un cemento que duraba una eternidad, el mejor ejemplo es el casco histórico con calles que suben y bajan con su cubierta de cemento gris importado de Hamburgo hace más de cien años.  En cambio, las vías asfaltadas hay que repavimentarla cada dos años o menos porque no resisen un aguacero ni menos un bote de agua salido de alguna alcantarilla, cloaca o tubo roto.(AF)
 

domingo, 24 de enero de 2016

El Clemens guayanés


A Víctor Inojosa, muy pocos lo saludaban por su nombre sino por el de “Recorte” no por las tiras que doña Blanca venía a recoger para sus muñecas de trapo, sino por su tamaño, aunque Juvenal Herrera prefería llamarlo el “Clemens guayanés”.  Pero, claro, un Clemens muy distinto, encasillado, porque el verdadero Clemens no tenía tienda fija sino  que al igual que los músicos, hacía un tour, ciudad a ciudad, para dar a conocer las novedades de su moda, es decir,  sus propuestas.
         Inojosa fue sastre desde los tiempos remotos de su infancia, bastante distantes de la opulencia.  Empezó como ayudante del sastre José Maradey, hermano del Obispo Constantino e hijo ambos junto con siete más de Domingo, tronco mayor de los Maradey en Ciudad Bolívar. Inojosa coronó su esfuerzo de operador ayudante con sastrería propia, muy cerca de su tocayo Víctor Ortiz, quien al final salió con el tablón de cortar en la cabeza.
         Pero, Víctor, al igual que su hermano Julio, nunca dejó de ser sastre y un día de disgusto con el diputado Pedro Anastacio Colins Linche, de piel pigmentada pero tendiendo a moreno, le dijo que él había heredado de su padre Zenón Ortiz, estupendo violinista, una máquina de moler negro.  Con esto, según comentarios de los pícaros del May Hay My, le quería decir al diputado que si se desmandaba lo iba a pasar por el molino y convertirlo en morcilla.  ¡Válgame Dios!
         No sabemos por qué cábala Víctor Inojosa comenzó a confeccionarle  trajes a los Gobernadores de turno, tanto los de la Dictadura como los de la Democracia, no había diferencia, tanto los burócratas de allá como los de acá, vestían a la moda, aunque viéndolo bien, los de la Dictadura, el doctor Eudoro Sánchez Lanz y José Barceló Vidal, de cuando en cuando vestían su liquiliqui a lo llanero, especialmente durante la Semana de la Patria, evento patriotero donde el abanderado parecía ser el simpático Negro Tomás  Rivilla.  Sólo un Gobernador no pasó por las manos expertas del “Clemens guayanés”, tal el doctor Alcides Sánchez Negrón, porque, según el mismo Inojosa,  era hombre de percha, vale decir, su talla se ajustaba perfectamente a los plurales cortes de Dovilla y también, seguramente, por el lema que este señor sostenía de sus trajes:   “Dovilla, trajes anatómicos que dan personalidad”.
         Otra particularidad del dueño de la sastrería La Guayanesa era cortarle  traje a gordos de la talla de Enzio Rampini, Gustavo Maradey, Rafael Francisco Zapata y de aquel sabueso de la PTJ que fue el gordo Gil Guevara Alfaro, terror de los ladrones, que aparece en la fotografía.  Sólo que cuando eran altos, debía Inojosa encaramarse en un banquito que siempre tenía muy a la mano, para tomar las medidas del codo al hombro y del hombro al cogote.  Un día dio traspiés, peló el banco y cayó sentado, pero desplayado. Afortunadamente el hombre siempre ha sido fuerte, soportó el impacto y gracias a Dios que no tenía las tijeras en la mano sino la cinta métrica.
         Eso pasó con el periodista de El Nacional Jesús Lozada Rondón que venía expresamente del Palacio de Miraflores que era su permanente fuente noticiosa.  Por supuesto, Lozada Rondón nunca pagaba, el paganini, muy generoso y espontáneo, era  René Silva Idrogo, a quien el periodista atendía muy bien cuando iba a Palacio a entrevistarse con el Presidente Jaime Lusinchi.  Esto ocurrió, al menos, mientras René fue Gobernador del Estado Bolívar y después asistente de Leopoldo Sucre Figarella en la Presidencia de la CVG.  Por cierto que Leopoldo en cierta ocasión se cascarrabió con Inojosa porque, según la lengua de Juvenal Herrera,  le puso al pantalón la bragueta al revés.(AF)




sábado, 23 de enero de 2016

Mario Jiménez Gambús


El médico anestesiólogo, Mario Jiménez Gambús, quien falleció el 23 de enero de 2016, fue posiblemente el único sobreviviente de un apellido europeo sembrado en esta ciudad en el siglo diecinueve.
Durante largos meses, el Dr. Mario Jiménez Gambús vivió recogido en el anonimato.  Médico anestesiólogo, . digamos que por azar, porque durante su juventud no deseó sino llegar a ser psiquiatra, pero cuando estaba en el umbral de la Escuela de Medicina, un amigo le dijo “ni se le ocurra, amigo, los psiquiatras de tanto tratar con locos terminan más loco que ellos”.
         Fue suficiente para que cambiara de parecer y tomó la senda de la anestesiología, al fin y al cabo, ambas carreras tienen que ver en cierto modo con el sistema nervioso. En los primeros tiempos se utilizó la hipnosis, propia de la psiquiatría, para las intervenciones quirúrgicas al igual que se utiliza hoy la anestesia.
         Recién graduado comenzó a ejercer en el Hospital Ruiz y Páez. Se confirmó lo que le había dicho su amigo. Era el único en ese tiempo, pero querían las autoridades asistenciales que también sirviera de docente en la Escuela de Medicina, pero el doctor Gambús confesó que prefería renunciar porque no tenía vocación de maestro.  De manera que renunció y aprovechó una oferta de la Orinoco Mining Co. Para trabajar en el Hospital de Puerto Ordaz que según me dijo una vez fue como cambiar la tierra por el cielo.
         Ejerció la profesión unos cuarenta años entre el Hospital Ruiz y Páez y el Hospital de la Orinoco Mining Co, dirigido por el doctor Américo Babó.  Aquí trabajó con todas las comodidades y consideraciones a pesar de lo que dicen de los gringos.  Además de Puerto Ordaz a Upata era un salto, exquisita ciudad de sus primeros años, donde nació el 16 de mayo de 1926, gobernaba en el Estado Bolívar el general cumanés Silverio González. Pero no obstante haber nacido en tierras del Indio Yocoima, Mario Jiménez Gambús se sentía más de ciudad Bolívar porque en esta capital transcurrió la mayor parte de su vida
         Hijo del General Francisco Jiménez Ganbús y Tomasa Hinojosa.  El General  murió a causa de una herida con arma de fuego disparada por Enrique Salas Padrón, guarda espalda del Presidente del Estado Bolívar, Antonio Alamo.
         Mario Jiménez Gambús estudió las primeras letras con la maestra Nieves Bastida, quien falleció a la edad de 112 años. Luego ingresó en el Colegión y finalmente en el Colegio “La Milagrosa” de los padres Paules hasta completar el ciclo de la primaria.  La secundaria la cumplió en el Liceo Peñalver y la superior en la Escuela de Medicina de la Universidad Central, donde se graduó en 1958.  Entonces practicaba varios deportes: béisbol, voleibol, fútbol, salto, menos natación.  Por no saber nadar casi muere ahogado en el balneario La Candelaria.  El deporte lo fascinaba y llegó a fabricar cinco canchas.
         Durante su vida estudiantil y profesional tuvo dos grandes amigos: Florencio García Morales, médico dermatólogo y Vinicio Grillet, otorrinolaringólogo, quien murió súbitamente  en 1983 cuando conducía su automóvil y él lo acompañaba a su lado luego de una habitual caminata.
         Mario Jiménez Gambús salió jubilado en 1986.  Sufría de neuropatía diabética y por eso lo vimos  (Perfetti, Salicetti y yo, únicos invitados cuando cumplió 80 años)  con bastón como Diego Arria en sus mejores tiempos.  Sus hermanos todos diabéticos pues la herencia no perdona.  Su padre murió sin saber que era diabético.
         Vivió añorando la ciudad de su infancia y juventud, una ciudad mágica, bucólica, pletórica de árboles frutales y ríos.  Cuando Mario regresó de Caracas en 1958 era la misma ciudad de 1946 y continuo siéndolo hasta los años sesenta  cuando el bum del hierro y el acero produjo una inmigración que acabó con ella.(AF)


         

jueves, 21 de enero de 2016

Un dios con dos cabezas


Cuando a fines de abril de 1986, la joven Ligia Fuenmayor dio a luz un niño con dos cabezas en la maternidad del Centro Médico del Seguro Social de esta ciudad, los bolivarenses alarmados se acordaron de José Berti.
José Berti era un merideño de Tovar, cerca de Bailadores, donde Jesús Soto tenía una vivienda con vacas lecheras y un taller para sus creaciones ópticas.  Soto era un adicto al placer y la comodidad y si hubiera podido tener una vivienda en cada ciudad del mundo lo habría hecho, pero sólo tenía en Paris, Madrid, Mérida, Caracas y Araya del Estado Sucre.  En Ciudad Bolívar, para no distanciarse de doña Enma, construyó una en el patio de su casa de bahareque, frente al Club de los italianos.
José Berti no era tan famoso como Soto, pero también gustaba de la seguridad residencial y por eso tenía vivienda en varia partes.  Aparte de su hato El Cachimbo en el Alto Paragua, tenía una buena casa en terrenos que ahora son predios de la Universidad de Guayana o del Jardín Botánico.
Pues bien, los citadinos bolivarenses se acordaron de José Berti  el día en que nació el niño con dos cabezas porque en su novela “Hacia el Oeste corre el Antabare” da cuenta en uno de sus capítulos de un dios con dos cabezas, parecido a Jano, al cual rendían culto los Arecunas, pobladores del Caroní y Alto Paragua.
Por supuesto, los habitantes de Ciudad Bolívar, aunque muchos creen en brujos y chamanes, y en echadores de cartas  no creían, ni querían creer en las especulaciones callejeras según las cuales esos gemelos fundidos en un solo cuerpo tenían que ver con una hechicería ni menos que significaran la reencarnación o resurrección de Atictó, el Dios de los Arecunas.  Creían más bien en lo que decían los médicos, especialmente, el médico genetista Otto Sánchez, que se trataba de una malformación genética.
El caso de los siameses monocigóticos, despertó curiosidad en toda Venezuela, más por supuesto, aquí en Guayana.  Incluso el poeta José Laurencio Silva que estudiaba periodismo, decidió hacer su tesis de grado sobre este fenómeno con la tutoría del mismo Otto Sánchez, quien para entonces declaraba que 1.200 niños con mal formaciones habían nacido en el Hospital Ruiz y Páez durante los últimos ocho años y que una nueva patología estaba surgiendo, el síndrome X frágil que produce retardo mental en los varones.
Los siameses que causaron un impacto profundo y severo en sus padres, fueron bautizados por Monseñor Samuel Pinto Gómez con los nombres de Pedro y Juan, poco antes de morir.  De suerte, que fueron directos y están en el cielo, no sabemos si sentados en un trono como el Atictó que pinta Berti en su novela. Un Atictó con dos caras, una representante del bien y la otra el mal en un solo y único cuerpo.
Lo cierto es que este Dios de los Arecunas fue hallado en uno de los Petroglifos extraídos de Guri antes de ser inundado por efectos de las aguas represadas del Caroní.  Cuenta la leyenda que una cara representaba el bien y la otra el mal, ambas en un solo cuerpo.  Acaso como lo Hermanos Vellorini de la Upata de los carreros, uno bueno y otro malo, de los que habla Rómulo Gallegos en su novela Canaima ya en el plano humanamente terrenal.  Porque en la mitología de los tribales, Canaima es la divinidad sombría y Cajuña, el dios de la bondad.  Dice Gallegos: “Canaima! El maligno, sombría divinidad de guaicas y maquiritares, el dios frenético, principio del mal y causa de todos los males que le disputa el mundo a Cajuña, el bueno.  Lo demoníaco sin forma determinada y capaz de adoptar cualquier apariencia, viejo Ahriman, redivivo en América”.  (Ahrimán, símbolo del mal opuesto a Ormuz, símbolo del bien, en la filosofía dualista persa). (AF)





miércoles, 20 de enero de 2016

Perichamo al ritmo de un guasón



A José Perichamo nunca lo acomplejó su “tamañote” (su talla difícilmente llega a 1,30) y deslastrado del complejo de inferioridad que lo hacía reírse de sí mismo, retaba a muchachas expansivas como Olga Lezama, alta y bien proporcionada, para “echar un pie” en cualquier pista de ocasión.
         Perichamo que compensaba su físico de medio palo con una ruidosa moto de 250 cilindradas, trabajó toda su vida como mensajero de la Gobernación del Estado.  Era rápido, alegre, diligente y hasta chistoso en las mejores tertulias.
         Era visitante asiduo del “My-Ha-My”, bar-restaurante del chinito Gond Fung, entre las calles Bolívar y Libertad, donde antes despachaban Mambrini cuando el negocio era de Bartolomé Tomassi; Erasmo Pildorín después y antes del chino, el viejo Casanova, lidiando gente como el Pope Gómez, don Félix Tomassi y Raúl Villegas.
Perichamo, luego de repartir mensajes e invitaciones de la Gobernación, entraba al “My-Ha-My” y salía a cada rato anunciándose con el ruido de su motocicleta. Era entonces cuando el doctor Pacífico Rodríguez, procurador del Estado, le decía que se parecía a un general de brigada.
         El periodista Ramón Aray, quien constantemente pedía la cuenta de las birras que compartía con Tomás Arreaza, ex alcalde de Borbón, preguntó en cierta ocasión a Perichamo el por qué de ese apodo de “Coquito” que tan bien le calzaba y éste explicó que doña Inés, la madre de Leopoldo Sucre Figarella, su padrino, era la responsable.  Pero ¿por qué? ¡No me ves el tamañote! Salía a relucir entonces la anécdota cuando la prima-dama doña Tatiana de Palazzi le preguntó al periodista Enrique Aristeguieta “quién era el tal Perichamo ése” y Enriquito le contestó: “Un señor que mide como un metro noventa”. Londoño remataba diciendo que conservaba una fotografía donde coincidencialmente bajaban en fila india por la escalera del Palacio de Gobierno: Perichamo, Zuleida Valladares, los enanitos Mayo y Mario, de último Roldán (Doble Feo), quien sostenía ser hijo de Pancho Lusinchi, tío del ex presidente de la República Jaime Lusinchi. Pocos lo dudaban puesto que Francisco (Pancho) Lusinchi vivió en Ciudad Bolívar y fue secretario de la Jefatura Civil (1925), siendo titular de la misma Francisco Méndez.
         Un día, no sabemos cuándo, Perichamo desapareció de la escena pública y todos se preguntaban ¿qué se habrá hecho Perichamo?  Unos decían que se había jubilado.  ¿Jubilado? No puede ser si tiene el tamaño de un carajito. Puede tener la talla de un carajito, pero Perichamo es viejo con bola. Otros barruntaban que seguramente le robaron la motocicleta o la tenía descompuesta. Algunos suponían que estaría con la “quiebra hueso”.  No puede ser, sí a ese no se pica ni el mismo.  Querían decir que no lo pica ni coquito.  Los más creían que lo botaron por haber aparecido en la Lista de Tascón.
         ¿En la Lista de Tascón? ¡Qué broma! exclamaban los contertulios del My Hay My.  Si es por haber firmado a favor del Referendo, a esta altura debe estar contento porque a Tascón lo agarró la Ley del Karma, vale decir, la ley de la compensación según la cual, quien hace mal, tarde o temprano la paga por cualquier vía y no es necesario que la víctima lo sepa.  El, Tascón, ahora muerto, había sido marginado de la Revolución. Un marginado de los favores y prebendas del Poder. Estaba en otra lista, la lista negra del Psuv por ir más allá de la disciplina denunciando a los corruptos que moran en sus propias filas.
         Después de tantas conjeturas y especulaciones, se designó una comisión para averiguar el paradero de Perichao y las causas repentinas de su ausencia.  La comisión presidida por el periodista Enrique Aristeguieta, anunció a los pocos días que Perichamo goza de buena salud y que está disfrutando de su jubilación luego de 30 años repartiendo cartas y tarjetas de invitación del Gobernador de turno y la primera dama.(AF)










martes, 19 de enero de 2016

Perichamo al ritmo de un guasón



A José Perichamo nunca lo acomplejó su “tamañote” (su talla difícilmente llega a 1,30) y deslastrado del complejo de inferioridad que lo hacía reírse de sí mismo, retaba a muchachas expansivas como Olga Lezama, alta y bien proporcionada, para “echar un pie” en cualquier pista de ocasión.
         Perichamo que compensaba su físico de medio palo con una ruidosa moto de 250 cilindradas, trabajó toda su vida como mensajero de la Gobernación del Estado.  Era rápido, alegre, diligente y hasta chistoso en las mejores tertulias.
         Era visitante asiduo del “My-Ha-My”, bar-restaurante del chinito Gond Fung, entre las calles Bolívar y Libertad, donde antes despachaban Mambrini cuando el negocio era de Bartolomé Tomassi; Erasmo Pildorín después y antes del chino, el viejo Casanova, lidiando gente como el Pope Gómez, don Félix Tomassi y Raúl Villegas.
Perichamo, luego de repartir mensajes e invitaciones de la Gobernación, entraba al “My-Ha-My” y salía a cada rato anunciándose con el ruido de su motocicleta. Era entonces cuando el doctor Pacífico Rodríguez, procurador del Estado, le decía que se parecía a un general de brigada.
         El periodista Ramón Aray, quien constantemente pedía la cuenta de las birras que compartía con Tomás Arreaza, ex alcalde de Borbón, preguntó en cierta ocasión a Perichamo el por qué de ese apodo de “Coquito” que tan bien le calzaba y éste explicó que doña Inés, la madre de Leopoldo Sucre Figarella, su padrino, era la responsable.  Pero ¿por qué? ¡No me ves el tamañote! Salía a relucir entonces la anécdota cuando la prima-dama doña Tatiana de Palazzi le preguntó al periodista Enrique Aristeguieta “quién era el tal Perichamo ése” y Enriquito le contestó: “Un señor que mide como un metro noventa”. Londoño remataba diciendo que conservaba una fotografía donde coincidencialmente bajaban en fila india por la escalera del Palacio de Gobierno: Perichamo, Zuleida Valladares, los enanitos Mayo y Mario, de último Roldán (Doble Feo), quien sostenía ser hijo de Pancho Lusinchi, tío del ex presidente de la República Jaime Lusinchi. Pocos lo dudaban puesto que Francisco (Pancho) Lusinchi vivió en Ciudad Bolívar y fue secretario de la Jefatura Civil (1925), siendo titular de la misma Francisco Méndez.
         Un día, no sabemos cuándo, Perichamo desapareció de la escena pública y todos se preguntaban ¿qué se habrá hecho Perichamo?  Unos decían que se había jubilado.  ¿Jubilado? No puede ser si tiene el tamaño de una carajito. Puede tener la talla de un carajito, pero Perichamo es viejo con b de bola. Otros barruntaban que seguramente le robaron la motocicleta o la tenía descompuesta. Algunos suponían que estaría con la “quiebra hueso”.  No puede ser, sí a ese no se pica ni el mismo.  Querían decir que no lo pica ni coquito.  Los más creían que lo botaron por haber aparecido en la Lista de Tascón.
         ¿En la Lista de Tascón? ¡Qué broma! exclamaban los contertulios del My Hay My.  Si es por haber firmado a favor del Referendo, a esta altura debe estar contento porque a Tascón lo agarró la Ley del Karma, vale decir, la ley de la compensación según la cual, quien hace mal, tarde o temprano la paga por cualquier vía y no es necesario que la víctima lo sepa.  El, Tascón, ahora es un marginado de la Revolución. Un marginado de los favores y prebendas del Poder. Está en otra lista, la lista negra del Psuv por ir más allá de la disciplina denunciando a los corruptos que moran en sus propias filas.
         Después de tantas conjeturas y especulaciones, se designó una comisión para averiguar el paradero de Perichao y las causas repentinas de su ausencia.  La comisión presidida por el periodista Enrique Aristeguieta, anunció a los pocos días que Perichamo goza de buena salud y que está disfrutando de su jubilación luego de 30 años repartiendo cartas y tarjetas de invitación del Gobernador de turno y la primera dama.









sábado, 16 de enero de 2016

La eterna cachapa bolivarense


La cachapa  es una gustosa y blanda tortilla de maíz tierno que aunque el grano de la mazorca sea blanco, ella siempre será amarilla como el crepúsculo vespertino del Orinoco.
         No se sirve la cachapa en la mesa como la mágica zapoara, el pastel de morrocoy o el carapacho de tortuga, cada cierto tiempo, es decir, por temporada. La cachapa es de siempre, por siempre y sin tregua, gracias al prodigio del maíz capaz de reproducirse cada noventa días.
         Cada grano es polen caído desde el penacho hasta el estigma, proceso biológico desde que el cereal germina en el humus, se vuelve tallo, hoja, flor, espiga, mazorca desgranada, molida y extendida sobre el budare con todos los ingredientes gastronómicos que le dan ese olor, textura y sabor propios de los manjares de los dioses.
         Primero fueron los tamales envueltos en hojas de plátanos y luego la clásica arepa llevada al extremo prematuro de la cachapa criolla aunque menos mestiza que la hallaca devenida del tamal.  La envuelta  hallaca de diciembre de cuyo mestizaje, ya en piel y sangre estuvo orgulloso el inca Garcilaso de la Vega.
         El maíz siempre ha sido sustentable y sostenido a pesar de las plagas que invaden los sembradíos y de los asesinos de Gaspar Ilóm.  El está presente en los códices y jeroglíficos de los aztecas, los incas y los mayas y en la esencia cosmogónica del Popol Vuh.
         Cuando uno va al rancho de don Natalio para envestirle con hambre de chacalote a una buena cachapa con queso fresco y carne a la brasa, mil leyendas pasan por la mente en el lapso ansiado de la espera.  Hernán Cortés apaciguando su hambre de oro con un tamal hallado en el trono de Moctezuma o a su lugar teniente Diego de Ordaz con unos granos de maíz en su faltriquera tratando de engañar a los indígenas del Orinoco.
         Estos conquistadores conocieron de inmediato la importancia del maíz y lo llevaron a sus regiones de origen.  Sólo dejaron por ser inajenables las leyendas, ritos  y sacrificios ante las divinidades para que enviaran la lluvia a fertilizar los campos escogidos para las plantaciones.
         Esto ocurría en México al igual que en Centro América y los Andes donde la leyenda exaltaba el origen de la gramínea.  Según una leyenda sudamericana, la primera planta de maíz   llamada abati en lengua guaraní, había nacido cuando un guerrero aborigen decidió sacrificarse para aplacar la ira del dios Tupá, cuyo culto había descuidado el pueblo.  El guerrero se ofreció al dios en holocausto y fue enterrado con gran pompa en una fosa, de la que sólo sobresalía su nariz, y, precisamente, de allí nació a poco una planta desconocida cuyo fruto era una espiga de granos amarillos que los indígenas llamaron Abati (nariz) y que era el maíz. 
Asimismo, por las regiones de Perú y Bolivia se relataba que una vez, cuando dos pueblos vecinos se hallaban en guerra, una indígenas joven y hermosa fue herida de muerte por la flecha que disparó su padre para matar al joven guerrero del pueblo vecino que la amaba. La niña muerta fue enterrada y el mancebo inconsolable iba a llorar sobe la tierra que cubría el cuerpo de su adorada, con tal abundancia de lágrimas que la tierra empapada se abrió repentinamente y el cuerpo del torturado amante cayó sepultado junto al cuerpo de la amada.  Misteriosamente y bajo el asombro de toda la comunidad, de aquella tumba húmeda y fría brotó la generosa y altiva planta en cuyo fruto la mazorca el pueblo veía resucitada o representada la sonrisa de la bella indígena.  La mazorca con su perfecta fila de granos blancos, mondos y redondos como sonrisa plena y abierta; la cabellera figurada en la barba de la espiga y la flecha homicida en el tallo con sus largas hojas puntiagudas de transversales nervaduras. (AF)
          
           
           


viernes, 15 de enero de 2016

Zoraida Inaty y Sinai Sutherland


Zoraida Inaty tenía los ojos glaucos, verdes claros,  por eso el profesor caraqueño Sixto Guaidó cada vez que visitaba Ciudad Bolívar, le recitaba aquella rima de Gustavo Adolfo Becker “Verdes tiene tus ojos, ¿te quejas? Verdes los tienen las náyades, verdes los tuvo Minerva ..”
         Verdes o glaucos y además morunos, Zoraida era una muchacha muy activa y dinámica. En ella predominaba la sangre criolla más que la árabe.  Le gustaba la política y en esos menesteres andaba con Sinaí Sutherland cuando la conocí.
Su amiga  muy consustanciada era pues la Negra Sinaí Sutherland, que más que negra era una morena muy atractiva que volvió loco durante un tiempo al doctor José Rafael Miranda, quien al igual que el profesor Guaidó le recitaba  poemas que nada tenían que ver con la rima.  Eran poemas del cubano Nicolás Guillén a quien no hay que confundir con el hispano Jorge Guillén.
Qué quiere decir, Sinaí preguntaba, qué quiere decir: “Hay un arco tendido que hace viajar la flecha de tu voz”.  Yo le explicaba que su voz era sugestiva y lo tenía traspasado como la flecha de Aquiles.  Terminaba sugiriéndole que mejor pidiera a Piquito “Sorongo Cosongo”.
Marcial Rivas, hijo del ebanista de la ciudad que tenía su gran taller en El Zanjón,  especulaba diciendo con su voz un tanto gangosa que la amistad entre Zoraida y Sinaí era  por su nombre porque sus ascendientes eran de por allá cercano al Monte Sinaí donde el dios Yahvé entregó a Moisés la célebre tabla de los diez mandamientos.  No creo que sea por el apellido Sutherland que es de origen inglés trinitario mientras que los Inatty son de origen libanés asentados en Ciudad Bolívar hace más de una centuria. 
Recordaba a Jorge Inaty, introductor de las chalanas de hierro en el Orinoco, a Elías Inaty, pediatra y poeta, a Alfredo Inatti, quien para entonces estudiaba antropología en la UCV y Amín Inati, mirista “cabeza caliente”.  De esa cepa era Zoraida radicada en Caracas desde los años 70 al igual que Sinai.
         La cepa Sutherland en Ciudad Bolívar también comienza con el Siglo XX.  Creo que el tronco mayor fue Alejandro Sutherland traído por el Gobernador Tellería para que reconstruyera el dique de La Carioca.  Era hombre prolífico, un verdadero semental.  Por cierto, que cuando tuvo su trigésimo vástago, el diario El Luchador del 23 de agosto de 1910 lo saludó con esta nota: “Alejandro Sutherland, aún sin llegar a viejo, ha tenido en su esposa 30 hijos, la mayor parte varones.  Cuánta satisfacción fuera para Venezuela importar siquiera 1000 tipo como Musiú Sutherland, para en breve ver al país poblado como Nueva York”.
         Fue él quien construyó la primera iglesia protestantes en Ciudad Bolívar y su esposa Nicolasa Railer inventó el Masapán elaborado con la almendra de la semilla del Merey.  De suerte que la gran familia Sutherland tradicionalmente ha vivido de la construcción y del  merey aunque Juan Sutherland, apodado “perro sucio” por la chusma estuvo alejado de ese oficio, más bien, montado en una tribuna, leía mucho y era buen orador.  Perteneció al PDV y en Soledad sus adversarios le hicieron lo mismo que a Leo en Caracas.  Tuvo varios hijos, todos profesionales, entre ellos al poeta Luis Sutherland, quien fue secretario del general Raúl Isaías  Baduel y de Leopoldo Sucre Figarella. Licenciado en letras y fundamentalmente poeta.  Ganó varios premios.  Es autor del poemario “Relación de un pasajero oculto”, su primera obra, publicada en 1978  en la colección Voces Nuevas del Celarg y de la cual es este poema: “Fíjate en esas brumas que la mañana acerca / Fíjate en el resplandor de esos seres que se acercan / Todos lo hacen alguna vez / Fíjate en su arrogancia / Fíjate que yo estoy sentado sobre mis piedras / Fíjate que no me inmuto por esas brumas / Ni por esos seres con tantos sacrificios de vida”. Zoraida murió en Febrero de 2013. (AF)


miércoles, 13 de enero de 2016

El Bálsamo de la Casa del Congreso de Angostura


En el jardín interno de la histórica casa donde se reunió (1819) el segundo Congreso Constituyente de Venezuela o “Congreso de Angostura”, creció en tallo y fronda desde hacía más de 130 años un hermoso ejemplar de nombre común “Bálsamo del Perú”.
         No era un aromático árbol traído de la India  o un Bálsamo de Tolú como muchos creían.  Era comprobadamente un Bálsamo del Perú, único sobreviviente de tres comprados  en un vivero de la Isla de Trinidad.
         Ocurrió en 1885 cuando el Presidente del Estado Bolívar, J. M. Bermúdez Grau decidió por decreto convertir la Plaza Bolívar en un parque porque hasta entonces era una plaza con la estatua del Libertador en medio de una tierra parda, abrupta de peñascos algunas veces mezclados con desperdicios o defecaciones de animales realengos escapados de corrales cercanos.
         J. M. Bermúdez Grau, cumanés, fue un gobernante progresista y no obstante víctima de un atentado.  Los citadinos bolivarenses le deben el primer acueducto que tuvo la ciudad, el Dique de la Carioca que atajaba las aguas desbordadas de dos grandes  lagunas y la conversión de la Plaza Mayor en un parque o jardín de árboles exóticos traídos de Trinidad.
         Comisionados para adquirir los árboles fueron José Tadeo Ochoa, guayanés que peleó en la Guerra Federal al lado de Ezequiel Zamora y José Félix Armas, farmacéutico cumanés radicado en Ciudad Bolívar y a quien le debemos el esfuerzo colectivo para hacer posible el Teatro Bolívar.   
         Llegaron entonces a bordo de una goleta, bien protegidos y abonados: 3 Bálsamo del Perú, 1 Manzana del Diablo, varias Caobas de Santo Domingo así como Cipreses, Higuerones, Acacias y Lirios africanos.
         El jardín de la plaza se inauguró el 5 de agosto, día de Nuestra Señora de las Nieves cuyas festividades  entonces eran muy religiosas y apoteósicas.  Se encargaron de preparar los festejos el doctor J. M. Emazábel, rector del Colegio Federal, el general Marcelino Hernández y el ciudadano Rafael Aristeguieta.
         Uno de esos tres ejemplares Bálsamo del Perú fue sembrado en el patio de la casa del Congreso de Angostura y era el único sobreviviente hasta que la administración Rangel Gómez lo hizo desaparecer al cortarle las raíces los técnicos que instalaron en el jardín una Planta eléctrica de emergencia.
         El doctor Leandro Aristeguieta, fundador del Jardín Botánico del Orinoco, en su libro “Los Árboles de la ciudad” (1995) escribe lo siguiente: “Se encuentra en los jardines de la Casa del Congreso de Angostura un árbol bastante viejo que todos conocen bajo el nombre de Sándalo, de corteza y hojas aromáticas, no he podido averiguar el origen de este árbol, ni quien lo plantó allí.  Después de estudiarlo hemos llegado a la conclusión de que se trata del llamado Bálsamo de Tolú (Miroxylum balsamum) árbol nativo y considerado medicinal por la resina aromática que contiene”.
         En El Bolivarense de 1885 existe la nota al detalle sobre los árboles adquirido en Trinidad y aparece el Bálsamo del Perú.  Yo lo publiqué en un reportaje en 1995.  Leandro Aristeguitea lo leyó y no lo comentó ni lo contradijo.  Guardó el silencio de quien no estaba seguro de lo que escribió.
         Tampoco tiene que ver con el Sándalo. En su libro el dice “Bálsamo o sándalo” El sándalo es un árbol perteneciente a otro género  y a otra familia de las regiones tropicales del Asia y del archipiélago Malayo. Los pueblos orientales utilizan su madera desde hace muchos siglos en el arte de la talla. También la pulverizan  los  brahamanes de la India  para marcarse la piel y distinguir a otras castas. Los chinos la queman en sus templos durante las ceremonias religiosas y ritos fúnebres  y en cuanto al Bálsamo del Perú se extiende desde Perú hasta México. Su resina oscura y fragante, es utilizada en pastelería y perfumería; tiene también propiedades expectorantes y tónicas aprovechadas en medicina.(AF)


EL COCO DEL ORINOCO


Tierno o seco, el coco nos resulta siempre agradable.  No sólo el fruto que cuelga de lo alto del cocotero, bajo la sombra augusta de las palmas cuyo rielar con los diferentes cambios de luz nos recobra la visión de alguna obra cinética de Soto o de Cruz Diez.  Ambos artistas plásticos, desde Paris, cultivaron estética y, porque no decirlo, mercantilmente, ese fenómeno tan espontáneo como natural de nuestro medio tropical.
A ellos también como a todo habitante de estas tierras por encima de la línea ecuatorial, les gusta el coco, el agua del coco tierno recién bajado del cocotero con su pulpa blanda y gustosa.  No es que el coco seco no lo sea, claro que es agradable transformado en delicioso turrón, en torta o simplemente raspado con papelón.
El coco –como escribió algún poeta- “es algo así como el regalo del rey mago negro al pueblo que habita la costa del mar, entre el ventoso litoral donde la sal inventa a diario fantasías”.
Y no sólo la costa del litoral marino, también la costa arenosa de los ríos de Guayana.  Aquí en Ciudad Bolívar, existió “El Puerto de los Cocos”, no por aparecidos o fantasmas para asustar niños sino porque había matas de cocos que al final con ellas terminaron las periódicas crecidas del Orinoco.
En los años setenta-ochenta hubo la fiebre del coco enano en el patio y jardines de las viviendas bolivarenses.  También la variante brasilera llamada Coco Weddeliana que es una planta de dimensiones moderadas en que los ejemplares son destinados a embellecer los interiores de las casas. Esta fiebre al final la aplacaron  los embaucadores al meter constantemente gato por liebre.  Yo fui uno de los que caí de la mata cuando llegó a los 30 metros.
La nucifera generosa no deja que no nos ofrece cuando se despega de la tierra.  Ofrece la palma para la techumbre, el tallo para el horcón, la barba de su semilla para rellenar la colchoneta del sueño, la cóncava corteza envase para el agua, el café o la leche, el agua del coco tierno para aliviar la sed y reponer las energías,  el aceite de la copra o pulpa del coco seco para curar males del cuerpo y para alisar el pelo chamuscado por el sol del mediodía, chamiza de la concha para el fogón del pobre, nunca para la asadura de la arepa que requiere de brasa sólida, la palma verde para adornar la Cruz de Mayo y en Semana Santa para recordar la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén.
El coco es infinito.  Es como el Merey aunque este árbol no crece tanto, pero da más sombra y su fruto, su almendra y la cáscara de su nuez tiene tantas aplicaciones como el Coco.  El coco sirve hasta para jugar. Bien conocido el Juego o tope de cocos o simplemente “Echar cocos” que consiste en raspar la barba al coco, pulirlo y luego chocarlo contra otro.  El que se rompa primero, lógicamente pierde la apuesta que hayan casado los contrincantes.
“Échale coco” le dice el maestro al estudiante cuando debe resolver un problema.  Es que se ha encontrado una sinonimia entre el coco y el cráneo o la cabeza humana y como los fantasmas del imaginario popular siempre se haya representado con la cabeza al rapé, a los niños lo previenen con el coco si no se portan como Dios manda.  “Pórtate bien niño que te va a llevar el Coco” dice la nana, mientras por otra parte, cuando quiere complacerlo le compra la dupla Susy y cocosette o lo divierte cantándole “arroz con coco” que según Isabel Aretz es una variante venezolana de la versión hispana “arroz con leche”   “Arroz con coco se quiere casar con una viudita de la capital que sepa reír, que sepa bailar, que sepa cantar y también cocinar ese arroz con coco que tanto me ha de gustar” como seguramente le gustaba a Coco Chanel, la gran modista parisina, a Lila Morillo o Ana la que según el periodista Germán Carías, vendía cocos en la Isla que allá en la frontera con la Guayana inglesa lleva su nombre: “Anacoco”. (AF)



martes, 12 de enero de 2016

El Gallito de Roca


Hace tiempo el doctor Eduardo Jahn me regaló esta foto de un gallito de las rocas, tomada a un hermoso ejemplar donado a él por uno de tantos mineros que llegaban a su consultorio de médico internista y los cuales le servían como agentes de información para sus trabajos arqueológicos y paleontológicos, afición que heredó de sus ascendientes.  Así logró localizar los fósiles de un Gliptodonte, tatarabuelo del cachicamo y de un Megaterio tatarabuelo del perezoso más de veinte mil años atrás. 
Hubiera querido Jahn tener fósiles de un Gallito de las rocas, pero le trajeron uno vivo que debió otorgarle la libertad inmediatamente porque no hubiera resistido el cautiverio en los sótanos de esta ciudad a 50 metros sobre el mar siendo que él habitan en las montañas altas de Guayana y los Andes.
         Nuestro vistoso Gallito de las Rocas, se tiene  como una de las aves más espectaculares del mundo, de fantástico plumaje, se localizan en Los Andes (Rupicola peruviana) y en la selvas de Guayana (Rupicola rupicola).
Ambos viven en áreas montañosas. El andino se localiza entre Venezuela y Alto Perú y el Guayanés en las montañas más antiguas y altamente erosionadas que quedan al Este de los Andes y  Norte del Río Amazonas (Guyana y áreas adyacentes de Venezuela, Brasil y Colombia).
El Gallito de las rocas es frugívoro La dieta de ambas especies principalmente es fruta y sus nidos se construyen en las caras rocosas de los riscos, las grandes rocas alisadas, las cuevas o los desfiladeros empinados. La hembra construye el nido y cuida las crías sin ayuda del macho. El tamaño normal de la nidada es dos huevos.
Los machos adultos pasan la mayor parte del tiempo en los lugares de cortejo comunal llamados leks, donde defienden las cortes de exhibición terrestres y/o perchas cercanas de los otros machos. Aquí se exhiben ante las hembras que visitan el lek Entonces, las hembras seleccionan los machos con los que se aparean.
Cómo lo hacen? Es todo un rito encantador en el que la hembra, siempre gloriosa, exigente y autosuficiente, aguarda, además de la pinta vistosa del macho cortejador, todas sus habilidades como cantante y bailarín. Las singulares demostraciones de los machos, bailando y cantando en lugares seleccionados del bosque conocidos con el nombre escandinavo de lek, constituyen una eficaz forma de selección entre los machos de la especie. El macho que baile mejor a los ojos de la hembra, y aquel que regrese puntual cada a la sesión de baile evitando ser presa de los depredadores, será elegido para brindar sus genes a las nuevas generaciones de gallitos de las rocas.
Cuando los Gallitos de las Rocas machos se exhiben en los leks de cortejo, tratan de atraer a las hembras con ruidos fuertes, plumajes de colores brillantes y gran actividad. Lamentablemente, dicha exhibición llamativa también atrae depredadores como el águila arpía.
Los gallos de roca son, sin duda, únicos, pero muchas de las aves más conspicuas de los bosques tropicales son también eminentemente frugívoras. Esto es consecuencia de que entre el 50% y 80% de los árboles de la selva amazónica producen frutas como mecanismo de propagación. Además de su probada abundancia, factores adicionales como la disponibilidad y diversidad de los frutos silvestres determinarán que sea posible hallar frutas en cualquier estación o época del año.
Cuando el Gallito de las Rocas come fruta, se traga enteras muchas de las semillas y la mayor parte de éstas queda intacta al pasar a través de su sistema digestivo. Entonces, muchas semillas quedan en condiciones de germinar cuando el Gallito defeca o las regurgita a distancias considerables. De esta forma, el Gallito de las Rocas desempeña un papel importante en la dispersión de semillas de muchas especies diferentes de los árboles tropicales. (AF)