domingo, 27 de noviembre de 2016

Los elefantes blancos de Angostura



El Gobierno Regional, cuando hablo de Gobierno Regional puede ser el de ayer o el de hoy aunque los titulares sean diferentes, pero con la obligación moral y legal de continuar la obra comenzada por el otro aunque sea redimensionada o modificada.  Lo importante, en todo caso,  es que los dineros del pueblo o del Estado no se  malgasten, no se despilfarren, no caigan en saco roto, sino que sean administrados con severidad, esmerada pulcritud, sin derroche vanidoso y, en consecuencia, no se pierdan.
Pues bien, hago este prefacio para afirmar que el Gobierno Regional ha fracasado en su política de continuidad administrativa. Creemos que las obras comenzadas por el Estado en cualquier gobierno, así sean en proyectos, porque los proyectos cuestan, no deben desecharse de ninguna manera, deben ejecutarse porque sería fatal que quedasen como elefantes blancos, vale decir, obras en las que se invirtieron millones sin que lleguen a prestar ningún servicio o cuyo mantenimiento cuesta más que su utilidad.
La lista es larga.  Es larga la lista de proyectos de obras de utilidad social que nunca se ejecutaron, de obras  públicas quedadas inconclusas durante su ejecución o las que ejecutadas prestaron servicio por un tiempo y luego quedaron abandonadas  por el motivo que sea.
         Ha debido continuar y terminarse, por ejemplo, el Centro de las Artes cuyas columnas quedaron sembradas en los predios del Jardín Botánico desde el período gubernamental de Alberto Palazzi.  Ha debido continuar y terminarse, la sede de la Prefectura, cuyas bases espigadas quedaron abandonadas en la calle el Progreso desde la administración de Andrés Velásquez.  Ha debido continuar y terminarse el Teatro proyectado originalmente por el equipo multidisciplinario de la Oficina Técnica y no ser sustituido arbitrariamente por el proyecto faraónico del arquitecto Oscar Tenreiro, redimensionado después por su alto costo y por la forma como afecta la edificación del siglo  diecinueve del ingeniero e inventor Alberto Lutowski frente a la Plaza Miranda.  Ha debido continuar y terminarse la otra Sala de Teatro iniciada por el Gobierno de Jorge Carvajal sobre las viejas estructuras del Cine Río.  Ha debido mantenerse y prestar un servicio más activo al deporte el complejo deportivo de La Paragua construido por el Gobierno de Luis Herrera.  Han debido seguir adelante los trabajos iniciados por el gobernador Domingo Álvarez Rodríguez para convertir Los Farallones en Parque fáunico.  Han debido proseguir los trabajos de rescate de El Zanjón, como uno de los parques laberínticos y singulares de Ciudad Bolívar, iniciados por el Instituto de Cooperación Iberoamericana y que dicho sea de paso, dejó de inyectar dinero a muchos proyectos  por la forma como se ha querido seguir interviniendo e Casco Histórico con fines más crematísticos que culturales.  Han debido ejecutarse los proyectos restantes del conjunto elaborado en 1986 por la Oficina Técnica del Centro Histórico, entre ellos, la eliminación del llamado Boulevard Bolívar, estrambótico adefesio, para retornarlo a su estado primigenio de calle tradicional; el lineamiento de las edificaciones del Casco Histórico, el rescate de las galerías del Paseo Orinoco, la ejecución del plan de viviendas para reubicar a los habitantes de Mango Asao a objeto de que el Jardín Botánico pueda desarrollarse en su zona natural, la reubicación del Archivo Histórico de Guayana en su sede legítima la Casa Wantzelius, restaurada desde hace años para destinar el sótano de la Casa del Congreso de Angostura a fines más cónsonos con la realidad histórica del inmueble, la restauración de la Casa Agsto Méndez para una biblioteca de Autores Guayaneses, la restauración de la Casa Otero para una Escuela de Arte,  la terminación de la extensión de la Escuela de Música, proyecto de Fruto Vivas.
En fin, existen tantos gigantes proboscidios en la capital angostureña que terminará llamándose la  “Ciudad de los elefantes blancos” .(AF)

jueves, 24 de noviembre de 2016

La Casa Agosto Méndez


La casa que el pueblo de la capital bolivarense donó al médico José Manuel Agosto Méndez, autor del Himno del Estado Bolívar, ha sido ofendida por los escombros que el contratista para la remodelación de un inmueble del Consejo Legislativo Regional, arrojó sobre ella.
         Por supuesto, la Casa Agosto Méndez que es patrimonio cultural de los bolivarenses y también histórica por hallarse dentro del corazón del Casco Histórico que es Monumento Público Nacional, no estaba en las mejores condiciones, pero es evidente que los escombros la degradaron, la devaluaron en forma tal que será costosa recuperarla por la Asociación de Escritores, su actual propietaria.
         Dos cartas han sido enviadas al CLEB, una en agosto y esta que sigue el 30 de octubre, que hasta la fecha no han tenido respuestas.
Ciudadanos Presidenta Mirian Reyes y demás diputados del Consejo Legislativo del Estado Bolívar:  A nombre de la Asociación de Escritores de Venezuela, Seccional Bolívar, me dirijo a usted para plantearle lo relacionado con la Casa Agosto Méndez contigua del inmueble esquina, entre las calles Constitución y Concordia, adquirida por el Consejo Legislativo Regional para extensión de sus oficinas.
         Esta Casa Agosto Méndez, patrimonio cultural de la ciudad, fue comprada en febrero de 2002 a los herederos universales de Juan A. Montes Ávila  para su sede permanente y establecer en ella una biblioteca de autores guayaneses.  Pero había que restaurarla de acuerdo con un proyecto levantado por la Oficina Técnica del Casco Histórico cuando ésta estaba bajo la titularidad de la arquitecta Mildred Egui Boccardo.
         Para los trabajos de refacción y restauración se comprometió ante el doctor Camilo Pefetti, entonces secretario de finanzas de la AEV, el ex alcalde Lenin Figueroa, dado que el doctor Agosto Méndez había sido Presidente Municipal durante 25 años pero el doctor Figueroa finalizó su mandato sin cumplir la promesa.
         Sabedor el diputado Alfredo Arcila de esta situación se comprometió llevar el asunto a conocimiento del CLEB, para lo cual le entregamos el proyecto, pero en esos días lo nombraron Vicepresidente de la CVG y no ha sido posible seguir en comunicación con ustedes hasta ahora que volvemos acudir ante el CLEB, del cual los intelectuales bolivarenses aguardan una respuesta favorable, fundamentalmente porque esa casa se adquirió para Agosto Méndez por iniciativa del Poder Legislativo que inició una colecta pública en 1943, pues el médico y poeta, autor del Himno del Estado Bolívar, había sido diputado y varias veces Presidente de ese Poder y no tenía casa propia no obstante haber sido un servidor público durante toda su vida profesional.
         Efectivamente, el doctor José Manuel Agosto Méndez, quién nació  el 9 de julio de 1872 y falleció el 8 de febrero de 1944, tiene el mérito además de haber estudiado y graduado médico en el Colegio Federal de Guayana del que también fue docente  de varias asignaturas y fundador de la revista Horizonte, órgano mensual del Centro Científico y Literario de Ciudad Bolívar que circuló desde 1998 hasta 1914 y la Gaceta Médica desde 1914 hasta 1944.  Escribió 17 libros y fue uno de los propulsores de los Juego Florales del antiguo Teatro Bolívar donde hoy se alza el Palacio Legislativo.
         Lo que aspira la colectividad bolivarense, especialmente médicos e intelectuales guayaneses, es que el CLEB termine lo que comenzó, vale decir, reconstruya y restaure la casa Agosto Méndez aprovechando los trabajos del inmueble contiguo que sirvió durante mucho tiempo de Archivo General del Estado y cuyos escombros fueron arrojados por el contratista dentro del histórico inmueble causando doble daño del que antes tenía.     



martes, 22 de noviembre de 2016

Luz y Tono de Rogelio Pérez Cabrera



Primero se fue Luzitone (luz y tono).  Se fue con el siglo y a nueve años del nuevo milenio, se fue su siempre y único regente Rogelio Pérez Cabrera.  Se fue  tras sesenta años de duro batallar desde que Ciudad Bolívar sólo conocía el blanco y negro de la fotografía abonada con sales y sulfitos, alumbres y bromuros.
         “¿Qué podemos hacer?  ¡Es la ley de la vida!” dice su hijo el  licenciado y fotógrafo Nelson Pérez que lo acompañó siempre con fidelidad filial, insuperable hoy en día en la sociedad industrial.
         Rogelio Pérez Cabrera tuvo el mérito de introducir la fotografía de color en la ciudad y hasta el 10 de diciembre fue el único sobreviviente de los fotógrafos bolivarenses que debutaron en la primera mitad del siglo veinte con estudios propios y en los cuales comenzaron a alimentarse los periódicos locales y nacionales.
         Podríamos decir, que Rogelio, a la edad de quince años heredó los rudimentos de la fotografía de su hermano Máximo, como él, nacido en Tumeremo.  Su primer estudio “Foto Fénix” estaba ubicado en el sector 30 Llaves hoy calle Venezuela.  Posteriormente  se corrió unas casas más al occidente del diario El Luchador y allí se quedó con el nombre de Luzitone., estudio que trascendió a partir de la Primera Feria de Ciudad Bolívar inaugurada el 30 de mayo de 1946 por Rómulo Betancourt, presidente de la Junta Revolucionaria de Gobierno dentro del marco del primer centenario del cambio de nombre de Angostura por el de Ciudad Bolívar.
         Trascendió porque fue el principal proveedor de fotografías sobre el gran evento citadino que atrajo gente de todas partes. La edición de la revista Elite dedicada a Ciudad Bolívar fue ilustrada con fotografías salida de ese estudio de los Hermanos Máximo y Rogelio Pérez.
         Desde entonces y hasta que Américo Bisi, Pedro Perman y Nino Marchesse se convierte en los pioneros del reporterismo gráfico de Ciudad Bolívar, el paño de lágrimas de los periodistas locales y corresponsales fue  Foto Estudio Lizitone, muy particularmente la persona de Rogelio Pérez Cabrera,  pues su hermano Máximo, a partir de 1950, fue dejando progresivamente el oficio para dedicarse en El Palmar primero y en Tumeremo después, a la actividad  agrícola y ganadera.  La última gráfica que Rogelio tomó para la prensa, a instancia de los periodistas Pedro Lira y Joaquín Laorraca, correspondió al homenaje  del premio de periodismo a Juan Eduardo Enet, batallador durante más de seis décadas en el diario El Luchador.
         Las primeras fotografías de color fueron tomadas, reveladas y copiadas en Ciudad Bolívar por Rogelio Pérez  y reproducidas en una secuencia plegable  de dieciocho postales por la empresa norteamericana “Color Picture Publication” a finales de los años cincuenta.
         “Recuerdos de Ciudad Bolívar” como se denominó esta postal múltiple, abarca vistas a todo color  de monumentos históricos y otros valores paisajísticos y urbanos  de la ciudad capital, con una reseña introducida por el bachiller Ernesto Sifontes, cronista y observador hidrográfico del Orinoco.


         Hasta entonces, las fotografías de color eran las blanco y negro retocadas y coloreadas a mano y las auténticas exigían un complicado trabajo de separación de negativos del mismo motivo tomados a través de filtros de colores.  De manera que para logra una copia en color, había que utilizar una cámara costosa y usar películas en placas, porque las flexibles se estiraban ligeramente durante el revelado.  Como la realización de una sola copia exigía varios días de trabajo, no era frecuente hacer fotografías de color, sino cuando se trataba de publicidad o estampas relacionadas con la moda. (AF)

sábado, 19 de noviembre de 2016

Topiro, Javia y Pijiguao

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Alejandro de Humboldt cuando exploró el Alto Orinoco, acompañado de Amadeo Bonpland en su extraordinaria como inigualable aventura científica, le llamó la atención una fruta que consumían los indígenas y la cual identificaban como Topiro. 
         Esa fruta de consumo humano, prácticamente desdeñada, que no ha podido trascender ni replantado el árbol  en otros predios de la civilización actual, ha sido objeto de estudio por Luisa Torres de Martí, profesora de la Escuela de Biología de la Universidad Central de Venezuela, adscrita al Departamento de Genética,  y según ella, la fruta del Topiro tiene propiedades alimenticias que por su alto valor puede ser una fuente de ingresos si se la cultiva con fines de explotación.
         El Topiro, del mismo tamaño de la mandarina, es muy jugoso y de un sabor ácido que no por tal deja de ser grato al paladar.  La planta no llega a una altura superior de los dos metros y su fruto es de gran valor nutritivo debido al poder vitamínico contenido en su jugo.  Por otra parte, la planta tiene notable resistencia a las enfermedades del trópico y  en ese sentido se parece mucho al Merey.  Humboldt observó que los indígenas maquiritare y waica la ingieren como parte de su dieta diaria.
En el Jardín Botánico de la Universidad Central ya se han hecho experimentos mutagénicos a fin de establecer las bases para la explotación en gran escala, con lo cual se incluiría un estimable renglón a la fruticultura criolla. Sin embargo, en el Jardín Botánico del Orinoco no ha sido cultivada esta planta descrita por Humboldt.  No creo sea por la falta de recursos para las expediciones de investigación que esta obligada a hacer en el interior de Guayana. 
Al doctor Paúl Von Büren,  cuando era Presiente de la Fundación, le pregunté y me dijo no conocer la planta, pero sabía de su existencia en el Alto Orinoco y en el Amazonas y por la literatura que acopia la describe semejante a  otra conocida como Lulú o Cocona. 
Se ha observado  que es muy ramificada y que carece de espinas, no se conocen cultivos urbanos, es ácida, de propiedad astringente, no contiene azúcares y suele ser consumida en el Alto Orinoco en estado natural, es decir, cruda, y también en refrescos, jaleas y mermeladas.
Entre otros frutos que consumen los naturales del Alto Orinoco está asimismo la juvia, cuya cosecha celebran con danzas.  La juvia es uno de los árboles más notables de la selva.  Comúnmente se conoce como castaña, maduran a últimos de mayo y son del tamaño de una cabeza de niño.  El sabor es muy agradable, de abundante aceite y tan solicitada por los indígenas, mucho más que los pijiguaos difícil de trepar por su gran sumatoria de espinas.
El Pijiguao es una planta que mide hasta más de 25 metros de alto, apreciada y cuidada por los aborígenes porque les da unos frutos deliciosos que ellos cosechan anualmente sin tener que cortar la mata. Se preguntarán ustedes, cómo hacen para obtener los frutos si todo el tronco está lleno de espinas? Ellos se las arreglan inteligentemente. Han inventado un andamiaje de lianas y por ellas trepan con agilidad felina sin que los alcancen las púas. Los indios son conservacionistas por naturaleza. Se diferencian bastante de aquellos aventureros que, para lograr el Bafatá, el caucho o el Pendare, muchas veces tumbaban el árbol por la comodidad de practicarle sin mucho riesgo las incisiones en el suelo.  Así de esa forma ignorante como depredadora fueron acabando con las plantas mientras los científicos exploradores llevaban las semillas a otras tierras, tan buena como las de Guayana para ser cultivada a gran escala. (AF)



miércoles, 16 de noviembre de 2016

El Tesoro de los Frailes



Muchos de los aventureros que entre los siglos diecinueve y veinte se internaron en Guayana lo hacían atraídos por la añagaza del Tesoro de los Frailes que, según una vieja leyenda muy generalizada, fue enterrado en víspera de los azarosos días de la degollina.
         Gallegos, cuando visitó el interior de Guayana en los años treinta en busca de material para escribir la novela de la selva, conoció a un españolito andaluz que con la copia de un plano supuestamente hallado en los Archivos de India buscaba el sitio donde supuestamente los misioneros enterraron su oro, porque de que lo explotaban no hay duda y ello lo corrobora el geólogo francés Lucien Morisse en el relato de su expedición hecha a Guayana en 1890.
         Morisse se hizo muy amigo del indio Santiago, comisario de Casanare, ya arrugado y encogido, quien siendo niño solía  acompañar a su Padre que era el hombre de confianza de los misioneros, encargado de transportar periódicamente el oro que furtivamente explotaban.  El, antes de morir, le indicó todos los lugares misteriosos donde se explotaba el dorado metal y se los trasmitió a Morisse, quien cuenta en sus memorias haber: “anotado preciosamente los relatos pintorescos de Santiago: quizá algún día me dedique a hacerlos revivir con su salvaje y lejano sabor”.
         Siendo corresponsal de El Nacional, me enviaron a entrevistar al octogenario José Tiburcio Ruiz (en la foto), patrón costanero del río Caroní, quien conocía versiones de la leyenda escapada de la historia.  Entonces conducía una chalana y se veía enérgico y lúcido no obstante sus 85 años.   Le hice dos preguntas básicas: fusilamiento de los misioneros y  tesoro fraileño.  Entonces me dijo:
         “Lo que yo he oído repetidas veces desde que vivo y trabajo en Caruachi, con relación al fusilamiento de los misioneros, es que hubo una confusión de términos.  Cuando desde el Cuartel General ordenaron al Teniente Jacinto Lara que “pasara a los misioneros cautivos para el otro lado”, es decir, para Tupuquén, donde el Padre Blanco había convenido con el Libertador que serían trasladados, se acogió a un dicho muy popular de la época según el cual “pasarlo para el otro lado” significa pasarlos por el filo de la navaja”.
         En cuanto al tesoro de los frailes dijo tener entendido que cuantificaba 21 millones de pesos en lingotes de oro y el cual estaba enterrado en un sitio que hasta ahora sigue siendo secreto que guardan muy bien en su tumba las víctimas de la  hecatombe.
         Tiburcio Ruiz vivía instalado en Caruachi desde noviembre de 1939 que entró a trabajar con el doctor  Ángel Graterol Tellería, quien construyó la carretera de tierra hasta el Yuruari siguiendo una trilla mandada a abrir por el gobernador Vicencio Pérez Soto en 1920 para que pasaran las recuas de mulas y carro matos que hacían el transporte de carga y pasajeros hasta más allá de Nueva Providencia.
         El tesoro en lingotes de oro u onzas españolas, se ha dicho que estaba enterrado en las inmediaciones del convento y de la iglesia de la Purísima Concepción, de la que ya no queda sino ruinas.  Pero como allí no ha sido encontrado en más de 190 años, los interesados lo siguen buscando en tierras de las extinguidas Misiones de los Ángeles de Yacuario, San José de Capapui, San Francisco de Altagracia, la Divina Pastora, San Fidel de Carapo y otros lugares inmediatos.

         Últimamente se sospechaba, entre las desaparecidas Misiones de San Pedro de las Bocas y San Buena Ventura, pero lo sepultó para siempre el gran lago de la Represa de Guri.  Sitio, asimismo, muy explorado es la zona del Yuruán en el curso del cual, cuando se navega, puede verse tallada sobre la roca la imagen de un Capuchino señalando con el índice un derrotero que muchos buscadores de tesoros han tratado inútilmente de precisar. (AF)

lunes, 14 de noviembre de 2016

DÍA INTERNACIONAL DEL PEATÓN (17 de Agosto)

  A estos se
agregan los buhoneros que invaden aceras que son las defensas del peatón y parte de las calles.  Pase usted por las calles Dalla Costa, Piar, Roscio, Urica, Anzoátegui y Venezuela para que se horrorice del caos tolerado sin escrúpulo por quienes nos gobiernan.
         En países europeos existen Códigos Ruteros que precisan muy bien los derechos del peatón y organizaciones que lo protegen.  En Venezuela, donde los accidentes de tránsito están entre las primeras causas de muerte e incapacidad física, debería legislarse en torno a la materia porque el peatón no sólo está expuesto a la muerte repentina en cualquier cruce o calle, sino también expuesto al envenenamiento por gases que escapan de los automóviles, y a otros tipos de trastornos físicos y mentales debido al ruido vehicular y a la polución atmosférica.
         Hoy en día, por lo menos en Ciudad Bolívar, los automóviles no sólo ocupan las calles para rodar, sino que sus conductores hasta se molestan cuando el transeúnte las atraviesa temerosos y presurosos.  Ellos se sienten fuertes, prepotentes para eso y mucho más, por ejemplo, invadir y adueñarse de  las aceras en un alarde de comodidad para estacionarse.
Venezuela y particular el Estado Bolívar, sigue siendo el país de las contradicciones. En el pasado, verbo y gracia, al Gobierno le preocupó más la novedad del vidrio ahumado que el peligro a que se hallan expuestos los peatones.  Creía que con el vidrio ahumado era difícil atrapar al delincuente en pleno desplazamiento vehicular.
         De allí que los vidrios ahumados en parabrisas y ventanas laterales de automóviles parecían haber llegado a su fin cuando el Ministro Carrera, del Ministerio de  Transporte y Comunicaciones, emitió una resolución prohibiendo su uso y alegando que se hacía buscando la seguridad individual y colectiva del venezolano y que por lo tanto debía suprimirse ese novedoso artilugio con el que desempleados se hicieron especialistas e hicieron su agosto.
         El Ministro aparentemente no quería creer en el ingenio de los delincuentes para burlar las alcabalas sin necesidad de los vidrios ahumados.  No quería creer tampoco que la desgracia de los accidentes venía, no por los vidrios ahumados, sino por la imprudencia, la ingestión etílica, drogas, inobservancia de las reglas fundamentales del tránsito y otros abusos.
         El vidrio ahumado, al fin, terminó imponiéndose contra la resolución ministerial, acaso por convicción, porque escasamente incidía en la delincuencia como en los accidentes y resultaba, en cambio, más práctico que los lentes que usamos para protegernos del sol y, por otro lado, permitía la privacidad, complementaba la estética del auto y hacía menos tentadora a curiosos y rateros las cosas en el interior del vehículo. (AF)





¿El peatón tiene derechos?  Debería tenerlos, pero aparentemente no los tiene, o si los tiene o existen, los ignora o se los niegan.  Lo cierto es que por las calles de la ciudad camina el pobre, expuesto al minotauro de cuatro ruedas.  Ese raudo espécimen con el que la revolución industrial ha querido favorecer al hombre, estrechado y estresado por las distancias, sirve también, por desgracia,  para  acortarle el camino hacia la invalidez y   la muerte.
         Posiblemente el chofer o conductor fue antes  peatón y experimentó los mismos temores y aprensiones de los viandantes que se cruzan en su ruta, pero, por lo visto, esa experiencia como resulta bloqueada  por el demonio del volante.  Por supuesto que no son todos, pero sí innumerables los endemoniados que ponen en peligro a cada rato la vida del peatón indefenso.
         El problema se presenta ahora agravado.  Ya no podemos decir que son los conductores de vehículos solamente.

sábado, 12 de noviembre de 2016

Convenio y Declaración del Orinoco

El 13 de octubre de 1990, los gobernadores de Bolívar, Andrés Velásquez; de Anzoátegui, Ovidio González; de Apure, José Montilla; de Guárico, Modesto Freites; de Amacuro, Emery Mata Millán; de Amazonas, Edgar Fallardo y el Presidente de la CVG, Leopoldo Sucre Figarella (en la foto), suscribieron en Ciudad Bolívar un convenio del área de influencia del río Orinoco, similar a uno que días antes había sido  suscrito en la Casa del Congreso de Angostura.

         Aquel Convenio del 90, cuya firma presenciaron el Ministro José Antonio Abreu, el gobernador de Sucre, Eduardo Morales Gil y numerosos representantes de las instituciones vitales de la región y la nación, tenía por objeto articular un programa orgánico para complementar recursos y acciones en las áreas de planificación y desarrollo del Orinoco y afluentes, respetando la división territorial del País.
         Para ejecutar dicho convenio se creó una Junta del Orinoco, integrada por cada uno de los Gobernadores de los Estados y territorios ya mencionados, y por el ministro presidente de la CVG, con asistencia técnica de los Ministerios del Ambiente, Transporte y Comunicaciones.
         Finalmente se firmó la llamada “Declaración del  Orinoco” que promueve un acuerdo de integración cultural regional para poner en práctica políticas, planes y programas que materialicen proyectos tendentes al estudio científico de la cultura, más allá de los límites políticos y administrativos de cada entidad federal y de cada organismo especializado.
         Ahora, después de dos decenios durante los cuales nada se ha hecho y el asunto está más que en punto de olvido, los guayaneses piden una explicación pública previa a quienes de alguna manera la mayoría del pueblo favoreció para que haya continuidad  en la ejecución de los proyectos promisorio y progresistas y especialmente para que sobre ese principio de derecho administrativo funcionen los Poderes del Estado. Es triste y lamentable que en el curso de los dos últimos quinquenios, los bolivarenses en particular y los guayaneses en general, no haya tenido explicación sobre los resultados de aquellos Convenios del 90.
 La interrogante que aguijonea  a muchos de los que presenciaron o participaron de alguna manera en aquel acto público realizado en el auditorio del edificio de la CVG, es la de por qué se apagó ese impulso de integración en torno al río.  ¿Qué paso?  ¿Acaso una  pared muy alta imposible de escalar? Si eso ha sido así, que lo digan y si no, que también lo digan, pues no se debe estar enunciando, anunciando y publicitando proyectos que después de un gasto millonario y consumo de horas útiles que paga el sudor del pueblo, resultan  meros globos de ensayo.
         Este convenio, probablemente, tuvo como punto de partida el trabajo de investigación que a través de Rafael de León y Alberto Rodríguez Díaz realizó la Corporación Venezolana de Guayana conjuntamente con el Ministerio de Obras Públicas, publicado en 1976 bajo el título de  “El Orinoco, aprovechado y recorrido”.
         Dicho trabajo abarca investigaciones sobre el hombre en la cuenca del Orinoco, rutas para el desarrollo de Venezuela, rutas suramericanas de navegación interior, recursos de la cuenca del Orinoco, el desarrollo industrial de Ciudad Guayana y finaliza con un conjunto de ideas y proyectos para el desarrollo y aprovechamiento de las Cuencas del Orinoco, Río Negro y Cuyuní.
         En síntesis, el trabajo destaca la importancia y trascendencia que tuvo la comunicación fluvial para derivar de su consideración orientaciones tendientes al aprovechamiento, consolidación  e incorporación efectiva de los dilatados territorios del Sur, surcados por nuestros principales ríos y aún en buena parte inexplorados.

         

jueves, 10 de noviembre de 2016

El Periodismo Escolar



La escuela primaria en la actualidad está fuera del tiempo y del espacio, dijo el profesor Jesús Rosas Marcano (en la foto), en el curso de una conferencia dictada el 17 de junio de 1978 en  la biblioteca “Rómulo Gallegos” sobre el periodismo escolar.
         En la conferencia, patrocinada por la Dirección de Cultura del Estado, el profesor Rosas Marcano se refirió a la obsolescencia metodológica, la rutina y el tradicionalismo como factores inconvenientes en la realización de una conciencia nacionalista en el niño, de un sentimiento auténtico y de una identificación con la realidad.
         El profesor propuso que los maestros se acogieran a exigencias prácticas renovadoras y utilizaran el periódico adulto en el aula de clases como instrumento didáctico de primer orden y la confección del periódico escolar en el propio salón como actividad creadora por excelencia.
          En ese sentido explicó el por qué el periódico en la escuela y dijo que junto con la televisión, la radio y el cine, los periódicos constituyen “escuelas paralelas” que rompen con el aislamiento del mundo exterior. Manifestó que el periódico escolar de la docencia actual tiene y debe ser distinto al tradicional, es decir, estrictamente realizado por niños y para niños, sin intervención para su perfeccionamiento de la mano adulta o del maestro, tal como lo ideó por primera vez el educador Celestino Freinet en un apartado pueblito francés. Freinet apoyó su fórmula en el texto libre y no en el tema libre y en el “lineógrafo” para la impresión y la tirada.
         El texto libre permite seducir y comprometer la evolución hacia una pedagogía de la expresión y la creatividad.
Jesús Rosas Marcano, nativo de La Asunción, Margarita, (1931), poeta, humorista, ensayista, especialista en metodología de la investigación periodística y profesor de la Universidad Central de Venezuela, perfeccionó sus conocimientos de periodismo en el Instituto Francés de Prensa de la Universidad de Paris y para entonces era colaborador cotidiano de El Nacional con su columna “Capilla Ardiente” que firmaba con el seudónimo de “Cirio”.
         Falleció a los setenta años de edad.  Entonces fue inmensamente recordado por su famosa “Capilla Ardiente”.  Podemos decir que Jesús Rosas Marcano siempre estuvo en capilla, esperando ansiosamente el desenlace de su burla constante a la muerte. Sabía que la muerte vendría algún día a cobrarse, por eso vivía en capilla, pero cuando llegara sólo tendría esa oportunidad y no otra, de manera que lo importante era llevarle para la ocasión una buena ventaja y así ocurrió cuando la invencible vino por lo suyo.
No ocultaba su miedo a la muerte y la única manera que encontró de huir de ella era burlándose como lo hacía en Capilla Ardiente, la más leída durante un tiempo en El Nacional que inició cuando Ramón J. Velásquez era director del diario de Puerto Escondido.  Pedro León Zapata en una de sus caricaturas lo reconoció cuando dijo que Jesús Rosas Marcano con Capilla Ardiente se burlaba de la muerte y la firmaba con un cirio. 
Cuando se inició “Séptimo Día”, su Director Simón Alberto Consalvi, lo invitó para que participara y lo hizo con la sección “Parihuela” que firmaba con el seudónimo de Hisopo,  De sus primeros versos hizo un libro, siempre con el tema de la muerte, que tituló Pompa y Alegría.  Después publicó una selección de Capilla Ardiente con el nombre de “Clavel de muertos y otros claveles”.
Pues bien, al fin la muerte se hizo presente para reclamar sus haberes sobre acumulados y seguro que el margariteño la recibió con una sonrisa mientras los niños que aprendieron con él el periodismo escolar no pudieron acompañarlo sino con los ojos desmesurados de aflicción y asombro. (AF)





martes, 8 de noviembre de 2016

LOS APODOS DEL LIBERTADOR

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Hay nombres que son de espanto y brinco y, sabe Dios, cómo se siente o lo vive la persona que lo calza de por vida.  Bien cierto es que donde quiera que se presente llamará  curiosamente la atención o, cuando menos, suscitará una mal disimulada sonrisa, tal como me sucedió cuando en estos días me presentaron una señora llamada Clara y cuando le pregunté de cuál familia me dijo que de la Familia Luna y ¿es casada? Sí, con el señor Espejo.  Entonces usted se llama Clara Luna de Espejo.  Así es.  Y ¿no le parece curioso?  Claro, por supuesto.  Demasiado curioso.  Usted, definitivamente, es una Luna clara como luna llena que suele mirarse en el espejo del Orinoco.  Pero, por favor, no vaya a pasarle como a Narciso que se enamoró de su propia imagen reflejada en una fuente.

         La curiosidad me pica tanto que tuve que sentirme muy a gusto con las Guías Telefónicas que me facilitaron al encontrar y bucear perlas doradas como éstas para verificar que como aquél existen muchos otros casos:  Pilar de Mármol Duro, Fruto Verde del Campo, Cándido Palomo de Nido, Isabel Segunda Reina, Segundo Cabo de Aragón, Perfecto Ladrón de Iglesias, Milagros Pinto de Santos, Canuto Redondo de Huesos, Sandalia de Fraile, Justo Calzado de Tacón, Josefa Parada de Cabeza, Tomé Jerez Aguado, Prudencia Sopena de Cárcel y Dolores Fuertes de Barriga.
         Y así como existen nombres tan bien asociados a frases sustantivas, a la postre, gratos o ingratos, conocemos de apodos  detestables. Por ejemplo a Bolívar le disgustaba que los santanderistas lo apodaran "Longanizo" o "Culo de Hierro",  Esto último porque al parecer  tenía un callo escabroso  como la penca de un barbero  alrededor del sieso, de tanto cabalgar.  Bolívar armó el desquite apodando "Casandro" a Santander, ta vez porque se sentía traicionado.
          En  visita a Margarita y la isla de San Pedro de Coche notamos que cada habitante tiene su apodo.  Es raro quien no lo tenga.  A los cochenses les resulta más familiar y cómodo identificar a sus semejantes con un nombre distinto al pronunciado por el sacerdote a la hora del bautizo.  El candidato, sea del propio lugar o forastero, es observado detenidamente por el vulgo y de acuerdo a su propio nombre, origen, procedencia, oficio o defecto se procede a endilgarle el mote que lo marca para toda la vida.  Sin duda una costumbre pintoresca de la sociología de esta islita que aún ignora a ciencia cierta por que la llaman “Coche”.
         De acuerdo al nombre puede apodarse  “Beca” si se llama Isabel, “Juana Maquera” si viene del Maco, “La Juañanga” si es desgalichada por defecto y “Funeraria” si su oficio es el de vender urnas como el caso de un tal “Chucho Funeraria”.  Aquí el sobrenombre tiene cognomento pues son varias las personas que llevan el nombre de “Jesús”  aceptado como “Chucho” por lo que se reforzó la alteración vocálica de su nombre con la denominación de su oficio a fin de que no se confundiese, por ejemplo, con “Chucho Liboria” (Jesús, el hijo de Eliboria Velásquez), o con “Chucho Cazón, el hijo de “Felipe Cazón” que recibía tal cognomento porque solo pescaba este tipo de selacio voraz que en Venezuela le hace competencia al bacalao que importamos de Terranova y así como “Chucho Funeraria”  y otros hubo en Coche un Alcalde llamado, Evencio Blanco, a quien muy pocos querían identificar sino con el nombre de “Troya” porque cuando él visitó la isla por primera vez fue para introducir esta marca de un producto alimenticio.
         Ciudad Bolívar como cualquier otro pueblo oriental no escapa de este fenómeno social de los apodos o sobrenombres.  En el pasado era popular el apodo de Pata d` Palo (Rafael González) , Doble Feo (Héctor Roldán), Cachimbo (Ramón Guillén), Tarzán Peludo (José Pacífico), Mojón de Tigre (Sebastián Torres)  Wito (Tomás Antonio Guerrero) La Bejuca (Mercedes Somoza), Cinco pa´las seis (Nelson Miranda),  Pela cambur (José Cecilio Betancourt) Casita (Antonio López Escalona), Buche Pato (Arturo Francis), Buchito (Cruz Moreno Seijas) Brinquito (Eduardo Santana) Curro Puya (Rafael Durán Rondón) El Zorro (Ramón Aray), El Negro Mauri (Diógenes Troncone)  Capitán Campari  (Amílcar Fajardo), Andresón (Andrés Palazzi) Tereque (David Natera) Escalera (Manuel Alfredo Rodríguez) Media Jarra (Leopoldo Sucre) Periche (Camilo Perfetti) Machete (Mario Jiménez Gambús),  Peluza (Pedro Unshelm Baez), Picoepote (José Francisco Miranda), Piquito (José Rafael Miranda) Solito (César Díaz Decán) Urraca (Domingo Terán) Pijotero (Pacífico Rodríguez), Boqueburro (Ramón Castro Mata), Pabilo (Arreaza Contasti) Bolechivo (Echevarría),Tabaquito (Ramón Isidro Gil).  Otra cosa son los cariñosos nombres hipocorísticos como Pancho (Francisco) Chuo (Jesús) Beca (Isabel) Licho (Luis) Fina (Josefina). Mallía (Angel Maria), Chilango (Froilán), Toño (Antonio) Chente (Inocente) Churamón (Jesús Ramón), Río (Riolama) Rusi (Rusalca) Ondi (Ondina) Aro (Aror) Tere (Teresa),   Meco (Américo) Pate´cristo (José Jesús porque era alto y tenía las piernas delgsdas) (AF)




Luis Felipe Pérez Flores


Luis  Felipe Pérez flores, a quien vemos en la gráfica con el poeta chileno Pablo Neruda, acompañado del entonces presidente de la Legislatura José Luis Machado y concejales René Vhalis  y Germán Gonzalez Seguías, fue el primer presidente municipal electo por el pueblo en los comicios de diciembre de 1959 con los cuales se iniciaba el sistema democrático de la Venezuela de nuestros días.
         Estaba en su natal Ciudad Bolívar de regreso de España donde estudiaba medicina.  Desde ese momento interrumpió sus estudios para entregarse de lleno a la vida política, pues ausente estaba de ella desde la entronización en el poder la dictadura militar de General Marcos Pérez Jiménez.
         Su retorno a Ciudad Bolívar fue premiado con la presidencia del Concejo Municipal como resultado de las elecciones del 7 de diciembre de 1959 en la que igualmente resultaron electos como concejales el doctor Roberto Lozano Villegas, Miguel Bilancieri, el abogado Jorge Huncal Ramírez (AD), José Francisco Miranda, René Vhalis y Germán González Seguías (URD).
         A Luis Felipe Flores como Presidente edilicio le tocó recibir en sesión solemne al poeta chileno Pablo Neruda quien llegó a la ciudad el 15 de marzo de ese año después de haber estado en Caracas, Valencia y Médanos de Coro.  Vino acompañado de su esposa Matilde Urrutia, de Miguel Otero Silva, del guitarrista Alirio Díaz y del poeta Rafael Pineda, quien se había venido días antes a la ciudad a organizar el recibimiento.
         Pablo Neruda se hallaba en Venezuela desde el 12 de marzo de 1959,  cumpliendo su deseo, antes frustrado por la dictadura perezjimenista, de visitar Venezuela, lo cual ocurre  invitado por su amigo Gabriel Bracho Montiel, director de “Dominguito”, semanario humorístico que siguió el curso del extinto Morrocoy Azul.
         Julio Verne, vanguardista de la novela de ficción, escribió sobre el Orinoco (El Soberbio  Orinoco) sin haberlo conocido.  Algo parecido hizo el poeta Pablo Neruda al escribir el largo poema “Canto al Orinoco”, por eso quería conocer el gran río venezolano y en ese sentido le había escrito a su amigo Carlos Augusto León.
         El deseo se le cumplió. Neruda fue objeto de una calurosa y festiva recepción y por la noche del domingo 15 retribuyó al pueblo y sectores representativos con un recital en el auditorio del Liceo Peñalver.  Leyó  “Viejos y nuevos poemas de amor” y “Poemas cívicos y terrestres”.  Por su parte Alirio Díaz ofreció como complemento un concierto durante el cual interpretó piezas de Tárraga, Granados, Borges, Villa-Lobos y Lauro, entre otros.
         Antes de la velada artístico literaria que se extendió hasta horas del amanecer entre brindis y poemas, el Concejo Municipal del Distrito Heres, presidido por el concejal Luis Felipe Pérez Flores, acompañado en el presidium por el Presidente de la Asamblea Legislativa, doctor José Luis Machado y los ediles René Vhalis y Germán González Seguías  declaró a Pablo Neruda, “Huésped de Honor” El poeta agradeció la distinción al igual que doña Matilde, su esposa, obsequiada con una  joya de oro cochano y un ramillete de flores.
         La atención de Pérez Flores como presidente municipal estuvo centrada en las zonas marginales de la ciudad y cuidó severamente que se mal intervinieran las casas antiguas del casco histórico.  Se opuso a que Puerto Ordaz, Matanzas y Castillito fueran sustraídas de la geo-política del distrito Heres para la creación del hoy Municipio Caroní.  Incrementó la capacidad del Cementerio Centurión construyendo un centenar de nichos y luego de la veda de la Tortuga Arrau decretada por el Gobierno de Rómulo Betancourt, rescató ochenta tortugas que depositó provisionalmente en el Morichal de San Isidro con miras a un Acuario. (AF)


domingo, 6 de noviembre de 2016

El Caballo Negro


El 17 de enero de 1952 comienza el Caballo Negro de Ciudad Bolívar a anunciarse por las páginas del vespertino de los Suegart  como un bar de familia, pero a la larga, perdió esa condición por lo cerrado de la sociedad guayanesa y también por el hecho de ser para entonces el único  bar nocturno de la ciudad, muy frecuentado por  corsos o descendientes de corsos  y sus amigos luego que cayó en manos de Roberto Bryant (en la foto), un francés muy gentil que llegó allí por accidente  a trabajar de Barman cuando el Caballo Negro era regentado por un holandés.
         Lo cierto es que Roberto en el 56 aprovechó una herencia que le dejó su padre muerto en Paris para comprar el Caballo Negro, a donde iba a solazarse y animar la tertulias Kilo Battistini, Andrés Palazzi, Pedro Battistini, Camilo Perfetti,  Álvaro Natera, Alejandro Natera, Oscar Figarella, León Guevara Enet, Edgar Vallée Vallée, los Granatti, el profesor Marcos Peña Bouchard, el profesor Luis Pasarela, Saúl Andrade, Manuel Alfredo Rodríguez, Mario Jiménez Gambús, Frank Arreaza, José Díaz y toda una cáfila de deleitantes como Roberto Liccioni que con su voz de tenor se atrevía a competir con la Rockola allí dispuesta a la entradas, aunque casi siempre silenciosa porque más interesantes resultaban las tertulias sobre negocios, música y literatura que terminaron iluminando el cerebro y el espíritu de Roberto.
         Como hecho curioso, el doctor Raúl Leoni fue llevado por Pedrito Battistini al Caballo Negro, pero se negó entrar, se quedó en la puerta comiéndose una hamburguesa que Roberto las preparaba  mejor que Oldeburg. Leopoldo Sucre Figarella estuvo apenas en dos ocasiones, pues más le atraía “L´Tucan” convertido finalmente en el “Blue Star”, administrado por una mujer muy simpática llamada simplemente Gladis.
         El Caballo Negro funcionaba en un Chalet de madera montado sobe una pivotes a modo de palafito, propiedad de Roberto Liccioni y allí mismo vivía Roberto, quien era casado con una hermana del poeta John Sampson William y tuvo con ella dos hijos, profesores universitarios.  Después que unos malandros le quemaron el Caballo Negro una noche del 9 de marzo de 1990, Roberto compró un trailer desechado del Campamento de Guri y lo ubicó en las faldas del Cerro La Encaramada donde el armador Alberto Minet construyó un chateau.  Allí asistido por Oscar Castro (Corocoro), el pescador más antiguo del Orinoco, sembraba piña y lechosa hasta que una catarata y la diabetes acabaron con su vida cuando todo el mundo creía que tenía siete vidas como las de un gato negro.
         Oscar Castro (Corocoro), con su casa muy contigua al Trailer, cuidaba de Roberto en los momentos más críticos de su diabetes.  Lo mismo que la esposa de Corocoro, Margarita y la otra Margarita, la esposa de Minet en la parte alta del cerro.
Corocoro era un poco mayor que Roberto, pero con la contextura noble y recia del pescador del Orinoco, y a quien, dicho sea de paso, ya se le había olvidado su nombre porque la gente lo obligó desde muchacho a responder por “Corocoro”.  Estuvo sesenta años pescando en el Orinoco cuando vivía en la misma orilla del río padre, siempre fumando cachimba y remendando redes durante su tiempo de ocio.
         Oscar Castro, además de pescador fue fiscal de pesca y caza hasta que el MAC lo jubiló después de haberle servido durante treinta años. Entonces era sesentón y cuando cuidaba de Roberto, era nonagenario. Toda la vida fue un guardián y cuidador. Cuidaba Corocoro las tortugas de Pararupa y también las bocas de los caños contra el aldrin y el barbasco que suelen emplear los enemigos de la fauna orinoquense.  Pocos días antes de morir el hombre insigne del Caballo Negro, Corocoro le pescó un Morocoto. (AF)
          


jueves, 3 de noviembre de 2016

La Pesca con Barbasco

Por supuesto, que pescar con Barbasco es para quien la practica lo más fácil, productivo e impresionante, menos para la propia ictiofauna  de nuestras fuentes fluviales y lacustre ni para las generaciones futuras porque al final la pérdida es doble: extinción de una planta útil aunque tóxica y extinción de un recurso también útil al hombre, a la economía y al propio ecosistema.
         La práctica de capturar  peces con plantas anestésicas es primitiva.  La ejecutaban los indígenas desde que conocieron por accidente las propiedades de este arbusto silvestre de nuestro medio, llamada barbasco.  Pero el indígena, a quien el criollo tilda tildaba de  “irracional”, paradójicamente era muy racional en el empleo del barbasco en vez de la flecha para la pesca; en cambio, desde que el hombre criollo aprendió del indígena esta forma de capturar cardume, quedó automáticamente atrapado por la incontrolable voracidad de su propia ignorancia.
         Comparativamente con el venezolano, el brasilero ha sido inteligente en cuanto al barbasco se refiere. Lo investigó científicamente y los resultados no se quedaron en los anaqueles de la displicencia y el olvido, sino que fueron aprovechados tangiblemente en la industria y artesanía. Descubrió que la rotenona, principio activo de las raíces de este arbusto, es un potente insecticida.  De suerte, que el barbasco en el Brasil no sólo se aprovecha en estado silvestre, sino que se cultiva en función de la industria nacional y también para la exportación.
         Son varias las especies de barbasco existentes en Brasil, pero la máxima atención recae sobre la variedad  “macaquinho” o “monito” que llega a producir hasta el 15 por ciento de rotenona cuando las raíces alcanzan su máximo desarrollo y están bien hechas.  También se conoce esta especie con los nombres de “barbasco legítimo” o “barbasco blanco”.  La otra es el “barbasco urucú” o “barbasco grande” que alcanzan hasta el 10 por cieno del principio activo.
         En Guayana,  ya poco queda de este arbusto utilizado para inficionar el agua y entumecer los peces.  En el Caura, por ejemplo, se utiliza para pescar, el barbasco llamado “añilito” mezclado con cazabe.  En los potreros de los Llanos se conoce con el nombre de “raíz de la virgen”.  Hay una variedad que crece en suelo arenoso bajo las sombras de los árboles, que por ser domésticamente muy utilizada para calmar el dolor de muela, se reconoce como “raíz de muela”.  Cuando es empleada para embarbascar las aguas, en vez de las raíces, se utilizan hojas y tallos desmenuzados que tiene sus efectos pero atenuados.  También son conocidos el “barbasco caicareño” y el “barbasco amarillo”, pero la variedad más potente de todas parece ser el “barbasco blanco”, bejuco leñoso que se eleva  hasta las ramas de árboles gigantes.     
         Cuando desde una curiara el pescador lanza el barbasco desmenuzado o triturado al agua de arroyos o embalses, los peces pequeños saltan desesperados y terminan muriendo en la orilla, mientras los grandes, todavía ebrios o anestesiados, son rematados a toletazos y aunque el veneno los ataca paralizando el centro respiratorio o ejerciendo una influencia perturbadora en el sistema nervioso, la carne no queda afectada para el consumo, incluso, hay quienes afirman por los lados de La Carioca, que es hasta más sabrosa; pero, evidentemente, que es una desgracia y de allí que “embarbascar” o pescar con barbasco, esté terminantemente condenado y prohibido como condenado y prohibido está igualmente pescar con dinamita.
         Hubo un tiempo en que pescar con dinamita era común, pero mucho más riesgoso.  Pescadores hubo que resultado mutilados o seriamente lesionados por pescar lanzando al cardumen encendidos tacos de dinamita.(AF)


martes, 1 de noviembre de 2016

El anestesiólogo Mario Jiménez Gambús



En esta Ciudad Bolívar de 400 mil habitantes hubo gente interesante que no obstante vivía recogida en el anonimato, como el doctor Mario Jiménez Gambús, médico anestesiólogo, digamos que por azar, porque durante su juventud no deseba sino llegar a ser psiquiatra, pero cuando estaba en el umbral de la Escuela de Medicina, un amigo le dijo “ni se le ocurra, amigo, los psiquiatras de tanto tratar con locos terminan más loco que ellos”.
         Fue suficiente para que cambiara de parecer y tomó la senda de la anestesiología, al fin y al cabo, ambas carreras tienen que ver en cierto modo con el sistema nervioso. En los primeros tiempos se utilizó la hipnosis, propia de la psiquiatría, para las intervenciones quirúrgicas al igual que se utiliza hoy la anestesia.
         Recién graduado comenzó a ejercer en el Hospital Ruiz y Páez. Se confirmó lo que le había dicho su amigo. Era el único en ese tiempo, pero querían las autoridades asistenciales que también sirviera de docente en la Escuela de Medicina, pero el doctor Gambús confesó que prefería renunciar porque no tenía vocación de maestro.  De manera que renunció y aprovechó una oferta de la Orinoco Mining Co. Para trabajar en el Hospital de Puerto Ordaz que según me dijo una vez fue como cambiar la tierra por el cielo.
         Ejerció la profesión unos cuarenta años entre el Hospital Ruiz y Páez y el Hospital de la Orinoco Mining Co, dirigido por el doctor Américo Babó.  Aquí trabajó con todas las comodidades y consideraciones a pesar de lo que dicen de los gringos.  Además de Puerto Ordaz a Upata era un salto, exquisita ciudad de sus primeros años, donde nació el 16 de mayo de 1926, gobernaba en el Estado Bolívar el general cumanés Silverio González. Pero no obstante haber nacido en tierras del Indio Yocoima, Mario Jiménez Gambús se siente más de ciudad Bolívar porque en esta capital transcurrió o ha transcurrido la mayor parte de su vida
         Hijo del General Francisco Jiménez Ganbús y Tomasa Hinojosa.  El General  murió a causa de una herida con arma de fuego disparada por Enrique Salas Padrón, guarda espalda del Presidente del Estado Bolívar, Antonio Alamo.
         Mario Jiménez Gambús estudió las primeras letras con la maestra Nieves Bastida, quien falleció a la edad de 112 años. Luego ingresó en el Colegión y finalmente en el Colegio “La Milagrosa” de los padres Paules hasta completar el ciclo de la primaria.  La secundaria la cumplió en el Liceo Peñalver y la superior en la Escuela de Medicina de la Universidad Central, donde se graduó en 1958.  Entonces practicaba varios deportes: béisbol, voleibol, fútbol, salto, menos natación.  Por no saber nadar casi muere ahogado en el balneario La Candelaria.  El deporte lo fascinaba y llegó a fabricar cinco canchas.
         Durante su vida estudiantil y profesional tuvo dos grandes amigos: Florencio García Morales, médico dermatólogo y Vinicio Grillet, otorrinolaringólogo, quien murió súbitamente  en 1983 cuando conducía su automóvil y él lo acompañaba a su lado luego de una habitual caminata.
         Mario Jiménez Gambús salió jubilado en 1986.  Sufría de neuropatía diabética y por eso lo veímos con bastón como Diego Arria en sus mejores tiempos.  Sus hermanos todos  diabéticos, la herencia no perdona.  Su padre murió sin saber que era diabético.
         Vivió añorando la ciudad de su infancia y juventud, una ciudad mágica, bucólica, pletórica de árboles frutales y ríos.  Cuando regresó de Caracas en 1958 era la misma ciudad de 1946 y continuo siéndolo hasta los años sesenta  cuando el bum del hierro y el acero produjo una inmigración que acabó con ella.(AF)