miércoles, 28 de marzo de 2018

La Troya y el Quiminduñe de Semana Santa


El paraparo que la gente pobre de esta ciudad solía usar para sustituir el jabón, era popular además porque en tiempos de Se­mana Santa, los muchachos lo utilizaban para jugar el "Quimin­duñe", suerte de acertijo que distraía de los oficios religiosos a los jóvenes que se detenían en la Plaza Bolívar, antes o después de entrar a la Catedral.
Hemos dicho que el paraparo era popular porque en la actualidad ha dejado de serlo. El crecimiento de la ciudad, la quema y la tala indiscriminadas e irracionales acabaron con este frondoso árbol de las sapindáceas.
Con la extinción del paraparo ha desaparecido también la tra­dición de la Semana Mayor, que es el “par o none" o el " quimin­duñe" / abre el puño / ¿sobre cuánto?...
De los tiernos juegos de Semana Santa sólo queda aislada y debilitada "La Troya" o partida de trompos.
El concreto y el asfalto de las calles han acabado con "La Tro­ya", no obstante hay niños que se las ingenian para coger el trompo en la palma de la mano sin rozar la epidermis con la escabrosa y caliente lija del asfalto.
Partidas de dos, tres, cuatro y hasta diez muchachos van lan­zando sus peonzas una y más cuadras abajo, contra la del que no
dijo a tiempo ¡Troya! o picó más afuera del blanco que los otros. Y al que no supo mantenerse activo hasta el límite convenido le caerá la guiñada o cachada sobre su trompo.
Trompo abajo es trompo en desgracia, trompo caído. Si está hecho con la madera de un Guayabo o de un Majomo que es ma­dera tan dura como la de un quebracho, resistirá las guiñadas, pero si es de Pariaguatán, madera rosada y tierna como la mis­ma tradición, inadecuada al fin para estos tiempos con monst­ruos de acero, todos sabemos lo que habrá de acontecerle. (AF)





martes, 27 de marzo de 2018

Mi abuelo Marino de los Siete Mares



Mi abuelo materno, José de la Cruz Tillero, era marino de los Siete Mares.  Es decir, en esos barcos mercantes donde prestó servicio tuvo la suerte de navegar desde el Pacífico hasta el Índico. Y es más, conoció en ese oficio de alta marinería la Cruz del Sur que es la constelación más famosa del hemisferio Sur y sirve  como una brújula. Es una constelación tan importante que varios países la llevan en sus banderas.
Tan especial era mi abuelo que como buen marinero, en cada puerto dejaban un  amor. Por eso, quizás, el poeta chileno Pablo Neruda 

amaba el amor de lo marinero:  “Amo el amor de los marineros que besan y se van.
Amor que puede ser eterno y puede ser fugaz.
En cada puerto una mujer espera;
los marineros besan y se van”.

José de la Cruz Tillero nació en Pampatar y falleció en Puerto Rico a la edad de 80 años.  Era marino y como buen marino al fin, tuvo hijo en Coche, Ciudad Bolívar, Nueva York y Puerto Rico.
Hijos en la Isla de Coche: Rosa, Victoria, Juanita y Evangelia.
Hija en Ciudad Bolívar: María de Lourdes
Hija en Nueva York: Carmen Marín Tillero
Hijos en Puerto Rico  en unión con Fidela  de Jesús Atalaya Castaño: Carmen Mercedes y José del Carmen (Dirección Calle Caparra No. 4)(AF)







jueves, 22 de marzo de 2018

RAMÓN CASTRO MATA: UN HOMBRE DE RETOS

El 22 de marzo de 20l8 dejó de existir Ramón Castro Mata. Se consideraba un hombre de retos en el difícil campo de de los negocios. Cuando se presentaban desafíos los asumía a plenitud, seguro de que los riesgos implicados serían vencidos con trabajo, tensión y perseverancia. En estos tres vocablos reside la clave del éxito que tuvo, primero como estudiante, luego como farmacéutico, posteriormente como vendedor de carro, editor, dirigente gremial y como productor de leche y carne. Así mismo Ramón Castro no dejó de incursionar en el terreno de la política. El hombre es un animal político que por más que pugne por no verse envuelto en ella, casi siempre termina empapado bajo la marejada y en Venezuela las olas de la política son tan inmensa que no solo salpican sino que levantan y sepultan. El, afortunadamente como sus ascendientes, sabía de mar y río. Su abuelo Issac Mata era lobo de mar, vale decir, margariteño que navegaba con su goleta por todos los puertos del Mar Caribe y un buen día penetro el estuario deltano y con su familia fondeo en Ciudad Bolívar para siempre al igual que su padre el ganadero Ramón de los Remedios Castro Campero, hijo de gallegos y nacido en Cachipo. Vino en las montoneras gomecistas que comandaba el general Arévalo Gonzáles. Se enamoro en el Puerto de Catalina Mata, enfermera del Hospital Ruiz y Páez. Pero Castro nació en su propia vivienda el 18 de diciembre de 1929 tutelado por las bondades de su signo sagitario. De esa unión matrimonial nacieron otros dos hijos: Atahualpa que murió y Eva, viuda del periodista Lorenzo Vargas Mendoza, quien dirigió El bolivarense como semanario, luego el extinto diario el Globo y finalmente se residencio en Caracas llegando hacer crónista de Petare y autor de varios libros, entre ellos ¨ Periódicos de Guayana¨. La margariteña Catalina Mata lo mismo que sus hermanas María y Eulalia eran comadronas o parteras de familia en la Ciudad Bolívar. Vivía entre las calles Venezuela y San José y rara la parturienta del sector de la Alameda que Catalina no asistiera. Por supuesto. Ramón Castro no nació en Sala de Maternidad. Lo partearon sus tías y hasta lo santiguaron al nacer para que no lo desampararan las estrellas de su constelación. Desde entonces la suerte lo acompañó a todas partes y en su formación y educación hasta llegar ser farmacéutico egresado de la Universidad de los Andes, Ramón Castro hizo su tesis sobre el curare dentro de un equipo atraído entonces por la sustancia resinosa amarga y oscura que nuestros indios utilizaban para emponzoñar sus flechas de caza y guerra. El grupo logro aislar componentes que añadidos a otros mucilaginosos pueden causar daños a los centros nerviosos. Castro Fundo la Farmacia Castro que ya no existe, Fue Presidente de la Cámara de Comerció y logró su sede propia, Presidente del Colegio de Farmacéutico y Vicepresidente del Concejo Municipal, salvó el diario El Luchador y lo transformó en Tabloide a full color e estimuló a una de sus hijas que ahora ejerce el periodismo en Guadalajara. Acompañando al doctor Penzini Fleuri visté su casa una tarde y aprecié su valiosa colección de cerámicas precolombinas de la cultura maya y azteca. Asimismo la pintura de un artista peruano con elementos del Popol Vuh y su biblioteca particular, la que estimaba tan grande como ninguna en el Estado Bolívar.(AF)