miércoles, 25 de marzo de 2020

“EL GUAYABO” DEL LLANERO VENEZOLANO


“El Guayabo” es un sentimiento de desengaño amoroso que el llanero venezolano suele expresar en su canto de arpa, cuatro y maracas, que muy pocos o nadie conoce de su origen.  Barrunto que el vocablo “Guayabo” proviene de la lengua del Quechuas, pueblo de la región andina de el Perú y Bolivia.  “Guay” que significa  dolor producida por caída” y “Guayabal” que denota “enervamiento o flojera”  El antropólogo Adrián Hernández Baño, que tuvo le generosidad de regalarme algunos de sus trabajos, investigó y dio en Venezuela  con toponímicos en lengua Quchuas, particularmente en el Estado Falcón. Y no es  de extrañar si nos atenemos a que los primero habitantes de Guayana y muchas partes de  Venezuela provenían de Sur América,  particularmente los Aruca o Aruakas, descendientes de los Tupis, primeros habitantes de  la América del Sur. En la lengua de los Arucas predominaba  ya como prefijo, sufijo o en mitad de la palabra, el monosílabo “Gua” que encontramos en nombres como Uruguay, Paraguay, Guayana,. Macagua, Guasipati, Guárico. Guanta, Cubagua, Guamache y Guayabo. (AF)  

domingo, 22 de marzo de 2020

SÁNCHEZ NEGRÓN: La felicidad es la gran idiota del universo



El poeta José Sánchez Negrón, a quien los escritores bolivarenses honraban con un Premio Anual de Poesía que llevaba su nombre, fue un poeta muy singular que practicaba como Jorge Luis Borges la filosofía esotérica.  Conocía de sus enseñanzas, de la doctrina y técnica para zambullirse en el mar del más allá y flotar con un comportamiento fuera de lo común.
     Sabía que iba a morir, pero no sabía cuándo.  Eso lo angustiaba y lo impulsaba a explorar más allá de los sentidos.  “…lo que no entiendo todavía / es que al nacer se nos acabe el día / y que al nacer se nos acabe el vuelo”.  Nunca pudo entender la muerte y por esa impotencia, en cierto modo, se trastocaba en asceta que se bebía el libro con las vísceras buscando la explicación de esa verdad escondida como arcano en alguna parte que la razón no encuentra.
     Y es que el autor de Limos de la Tierra, Los Ruidos del Mundo, Los Humos y las Voces  y Poemas Reiterativos, llevaba, antes de morir (1989), quince años estudiando la filosofía esotérica y dentro de ella quería ubicar su pensamiento y su poesía.
     Para el poeta, entonces, la poesía, desde el punto de vista esotérico, resultaba ser sencillamente el recuerdo del arquetipo divino  que tiene el espíritu al venir a la tierra. Decía que el pensamiento de Dios puebla el vacío del espacio que es su propio cuerpo.
     Y puesto que él establecía siempre una sinonimia entre poesía y belleza, resultaba virtualmente inexplicable encontrar belleza en algunos estados de su poesía donde se reflejaban ciertos desgarramientos socialmente dolorosos. Pero en el fondo la había porque la belleza y la verdad, como en el poema de Emily Dickinson, son hermanas.
     El, poeta al fin, se acusaba un obsesionado de la belleza y la belleza podía estar tanto en un poema como en el cuerpo de una  mujer de la estirpe de Irene Sáez a quien, según sus propias palabras, “nada le falta ni nada le sobra”.
     Por principio esotérico, no creía en lo bueno ni en lo malo porque no hay nada bueno ni malo en el mundo. Las cosas son justas o injustas y lo justo es bello y verdadero.
     Y aquello de que el poeta es tal porque dispone de una sensibilidad muy especial, no le cuadraba muy bien, prefería responder que nace con una predisposición y ese sentido se remitía al filósofo griego Platón cuando decía que las cosas no se aprenden en la tierra sino que se recuerdan.
     Se consideraba un elegido de la voluntad divina por lo mucho que había sufrido y puesto que dentro del esoterismo así se consideran los que sufren y por ello dijo o dice en uno de sus poemas que la felicidad es la gran idiota del universo.
     Solamente el sufrimiento es el que puede macerar y hacer cambiar y puede hacer subir la cuesta de rodillas. Para él era la única manera de llegar a Dios.
     Por eso se consideraba un poeta místico, no como comúnmente se entiende: alguien que está de rodillas todo el día frente a un ícono en una iglesia. No, él lo era pero en el sentido panteísta, pues amaba profundamente a la naturaleza que es como amar el cuerpo de Dios.
     Sánchez Negrón que siempre escribió su poesía dentro de los cánones del modernismo literario, sorprendió cuando publicó Sonetos Reiterativos. Entonces explicó que quería demostrar con ese su ultimo libro que nunca la forma es caduca. Que se puede renovar porque todo siempre es eterno como el ir y venir del mar.
     En ese libro hay un proceso dialéctico filosófico que acerca esos sonetos al Siglo de Oro.
     Cuando murió dejó una libreta llena con desconcertantes argumentos que pensaba desarrollar dentro del género del cuento siguiendo las huellas de “Los Hospitales del Infierno” (Premiado en el Concurso de Cuentos de El Nacional). Era sin duda un buen poeta, pero también un interesante cultivador de la narrativa, aproximado tal vez a Jorge Luis Borges, quien también era absolutamente esotérico. (AF)  

   

jueves, 19 de marzo de 2020

MURIÓ EX PRESIDENTE DE LOS FARMACÉUTICOS DEL ESTADO BOLÍVAR


 El doctor Alfredo Hernández, ex  Presidente del Colegio de Farmacéuticos del Estado Bolívar, murió en su residencia del Casco Histórico, muy cerca de su Farmacia que antes perteneció y fue fundada por Fitzí Miranda. 
    En cierta ocasión en que hablaba sobre el desaparecido y obligatorio turno Farmacéutico con el doctor Hernández, le tomé esta gráfica preparando un medicamento aún no industrializado.
      Me decía que el 12 de mayo de 1927, tras una campaña ciudadana para demandar el servicio, se implantó por primera vez en Ciudad Bolívar el turno farmacéutico nocturno que facilitó cubrir las emergencias que solían presentarse por requerimiento de algún medicamento no disponibles en los centro de salud pública.
       Las droguerías Berhens & Cía., Ochoa Pacheco & Cía, Luis Vicentini y Carrancas & Cía, que controlaban todas las farmacias y boticas de la ciudad, se reunieron con las autoridades de salud y convinieron en establecer el turno farmacéutico obligatorio.
          Los farmacéuticos comenzaron a agremiarse en 1882 bajo la Sociedad Farmacéutica de Venezuela, presidida por Teodoro Sturup. Entonces los títulos farmacéuticos se otorgaban a los médicos que cubrieran ciertos requisitos. Pero esa sociedad tuvo un largo receso que dio lugar en 1894 a la Sociedad Farmacéutica de Caracas y Venezuela, presidida por Enrique García, año en que se iniciaron en forma los estudios universitarios de farmacia.
          Esta sociedad corrió la misma suerte de la anterior hasta que en 1909 se creó el Centro Farmacéutico Venezolano que más tarde tuvo su seccional en Ciudad Bolívar. En la presidencia estuvo el doctor Antonio Lecuna Bejarano, farmacéutico valenciano que ejerció en Ciudad Bolívar y Upata durante 20 años y el cual se hizo famoso por lograr sintetizar el Babandí en gotas para curar la impotencia sexual.
         A las boticas y farmacias anteriormente señaladas se sumaron hasta mitad del siglo XX, la Botica Nacional, Santa Ana, Del Valle, Orinoco, Bolívar, Continental, El Águila, La Bello y El Porvenir. Esta última, propiedad de Antonio Rodríguez, la cual vendía de todo, incluso casabe y queso, agua del carmen, sulfas píldoras del doctor Ross, neolsarvarzan, goma arábiga, purgante de higuera, soluciones de yodo, emolientes y ciertos placebos que más que valor terapéutico tenían un efecto psicológico.
       El Colegio de Farmacéuticos del Estado Bolívar se constituyó en 1949, específicamente el 11 de septiembre. Para entonces mandaba en Venezuela una Junta Militar presidida por el coronel Carlos Delgado Chalbaud e integrada por los coroneles Marcos Pérez Jiménez y Luis Felipe Llovera Páez, este último nativo de Ciudad Bolívar. El gobernador del estado era José Barceló Vidal desde diciembre de 1948.
          Ese día 11 de noviembre de 1949, se reunieron en el local de la Farmacia Del Valle los doctores J. M. Montes Ávila, en representación propia y de Manssur Ruiz; F. Crespo, J. Loreto Rodríguez, Raúl Gambas, Juan Requesens, Corina Atías, Miguel Salmerón Gómez, Hernán Meinhard hijo, Fermín Bello Dalla Costa y Luis S. Carrasqueño, para constituir el Colegio y designar la Junta Directiva, la cual quedó presidida por el doctor Herman Meinhard, hijo; secretario, doctor Luis S. Carrasqero y tesorero, doctor Fermín Bello Dalla Costa. El Tribunal Disciplinario quedó diferido hasta tanto se formalizara la inscripción total de los farmacéuticos activos en el Estado, lo cual se cumplió en la sesión del 10 de enero del año siguiente cuando al fin se nombró el Tribunal integrado por los doctores M. A. Salmerón Gómez, J. A. Montes Ávila y Corina Atías.
         El doctor Fermín Bello no se aguantó mucho tiempo en la Tesorería, renunció y en su lugar fue nombrado el doctor M. A. Salmerón. 
    Así con esta Junta Directiva se inició el Colegio de Farmacéuticos del Estado Bolívar y por ella han pasado en calidad de presidentes, además del primero Hernán Meinhard; los doctores Juan Requesens, Fermín Bello Dalla Costa, Ramón Castro, Alfredo Hernández, Andrés Bello Bilancieri, Miguel Guevara Madrid, Pedro M. Casado Esteves, Orlando Urdaneta, Paúl von Buren, Jesús Martínez, Gilberto León, Diana Hernández, Bismark Ortiz, Saúl Gutiérrez, Marina López Mendoza, María Elena (AF)