domingo, 22 de marzo de 2020

SÁNCHEZ NEGRÓN: La felicidad es la gran idiota del universo



El poeta José Sánchez Negrón, a quien los escritores bolivarenses honraban con un Premio Anual de Poesía que llevaba su nombre, fue un poeta muy singular que practicaba como Jorge Luis Borges la filosofía esotérica.  Conocía de sus enseñanzas, de la doctrina y técnica para zambullirse en el mar del más allá y flotar con un comportamiento fuera de lo común.
     Sabía que iba a morir, pero no sabía cuándo.  Eso lo angustiaba y lo impulsaba a explorar más allá de los sentidos.  “…lo que no entiendo todavía / es que al nacer se nos acabe el día / y que al nacer se nos acabe el vuelo”.  Nunca pudo entender la muerte y por esa impotencia, en cierto modo, se trastocaba en asceta que se bebía el libro con las vísceras buscando la explicación de esa verdad escondida como arcano en alguna parte que la razón no encuentra.
     Y es que el autor de Limos de la Tierra, Los Ruidos del Mundo, Los Humos y las Voces  y Poemas Reiterativos, llevaba, antes de morir (1989), quince años estudiando la filosofía esotérica y dentro de ella quería ubicar su pensamiento y su poesía.
     Para el poeta, entonces, la poesía, desde el punto de vista esotérico, resultaba ser sencillamente el recuerdo del arquetipo divino  que tiene el espíritu al venir a la tierra. Decía que el pensamiento de Dios puebla el vacío del espacio que es su propio cuerpo.
     Y puesto que él establecía siempre una sinonimia entre poesía y belleza, resultaba virtualmente inexplicable encontrar belleza en algunos estados de su poesía donde se reflejaban ciertos desgarramientos socialmente dolorosos. Pero en el fondo la había porque la belleza y la verdad, como en el poema de Emily Dickinson, son hermanas.
     El, poeta al fin, se acusaba un obsesionado de la belleza y la belleza podía estar tanto en un poema como en el cuerpo de una  mujer de la estirpe de Irene Sáez a quien, según sus propias palabras, “nada le falta ni nada le sobra”.
     Por principio esotérico, no creía en lo bueno ni en lo malo porque no hay nada bueno ni malo en el mundo. Las cosas son justas o injustas y lo justo es bello y verdadero.
     Y aquello de que el poeta es tal porque dispone de una sensibilidad muy especial, no le cuadraba muy bien, prefería responder que nace con una predisposición y ese sentido se remitía al filósofo griego Platón cuando decía que las cosas no se aprenden en la tierra sino que se recuerdan.
     Se consideraba un elegido de la voluntad divina por lo mucho que había sufrido y puesto que dentro del esoterismo así se consideran los que sufren y por ello dijo o dice en uno de sus poemas que la felicidad es la gran idiota del universo.
     Solamente el sufrimiento es el que puede macerar y hacer cambiar y puede hacer subir la cuesta de rodillas. Para él era la única manera de llegar a Dios.
     Por eso se consideraba un poeta místico, no como comúnmente se entiende: alguien que está de rodillas todo el día frente a un ícono en una iglesia. No, él lo era pero en el sentido panteísta, pues amaba profundamente a la naturaleza que es como amar el cuerpo de Dios.
     Sánchez Negrón que siempre escribió su poesía dentro de los cánones del modernismo literario, sorprendió cuando publicó Sonetos Reiterativos. Entonces explicó que quería demostrar con ese su ultimo libro que nunca la forma es caduca. Que se puede renovar porque todo siempre es eterno como el ir y venir del mar.
     En ese libro hay un proceso dialéctico filosófico que acerca esos sonetos al Siglo de Oro.
     Cuando murió dejó una libreta llena con desconcertantes argumentos que pensaba desarrollar dentro del género del cuento siguiendo las huellas de “Los Hospitales del Infierno” (Premiado en el Concurso de Cuentos de El Nacional). Era sin duda un buen poeta, pero también un interesante cultivador de la narrativa, aproximado tal vez a Jorge Luis Borges, quien también era absolutamente esotérico. (AF)  

   

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