domingo, 31 de diciembre de 2017

El Último Cañonazo de Año Nuevo en Angostura



El 31 de diciembre de 1967, los bolivarenses despidieron el año con el estallido de Burro Negro que era un cañón grande montado sobre un par de ruedas del cual todo el pueblo tuvo pendiente en diciembre de cada año.  El que tal vez fue en un tiempo arma de muchas batallas, había quedado en tiempos de paz como pregón para anunciar con su estampido la llegada de un nuevo año.
        Los soldados del Batallón Rivas acuartelados en el Capitolio como antes se llamaba la hermosa Casa de la Plaza Miranda que estuvo luego ocupada por la Prefectura y Comandancia de Policía, cuidaban y custodiaban a Burro Negro y cada noche del 31 de diciembre lo subían hasta el Cerro del Zamuro, lo atascaban con pólvora y arcilla y a la media noche retumbaba Burro Negro con toda la fuerza y poderío de su carga haciendo más sonora y emotiva la llegada del Año.
        Después llegó el tiempo en que Burro Negro no pudo más y en la medianoche de un 31 de diciembre se desintegró en su propia y última onda de salitre, carbón, barro y azufre, sepultando así unos cuantos años de tradición.  Presintió tal vez e advenimiento de otra forma más moderna – la Radio – de anunciar la transición del año viejo al año nuevo.
        El porqué se escogió un arma de guerra para anunciar la venida del Año Nuevo cuando más profundo y sincero es el anhelo de paz y amor, no lo sabemos.  Acaso venía como reminiscencia de las salvas para los grandes acontecimientos que se producían en Angostura cuando era sede de los Poderes Supremos de la República.
        Pero lo cierto es que con “Burro Negro”, al acabarse como suelen acabarse o transformarse todas las cosas del mundo terrenal, el anuncio del Año Nuevo quedó circunscrito a las doce campanadas del reloj de la Catedral reforzadas con los pitos, sirenas y guaruras de los barcos anclados o surtos en el río.  Luego la tecnología moderna ha colocado receptores de radio y televisión en  los hogares y ahora, en vez de cañonazos, campanadas o sirenas, nos emocionamos al filo de la media noche con las notas del Himno Nacional anunciando que un Nuevo Año llega cargado con todas las promesas y esperanzas de la humanidad (AF)


viernes, 29 de diciembre de 2017

Las Comparsas de Año Nuevo




Las comparsas y las parrandas eran una tradición de Año Nuevo en ciudad Bolívar.  El primero de enero recorrían las calles de la ciudad y  promotor de ellas era Luis Tovar. Mediavilla y el Negro Alejandro Vargas con su inseparable guitarra.

        Hoy cuando muchas de estas costumbres y tradiciones han variado o desaparecido, nos encontramos ante la proximidad de un nuevo año y estamos como quien dice dispuestos y preparados para cumplir de alguna manera con el ritual de la celebración.  No necesitamos disfraces para llorar el año viejo que se va como es costumbre en las comparsas del Oriente.  Estaremos, caras  frescas y bien despiertas, durante las doce campanadas, saboreando las uvas del tiempo que nadan en el líquido transparente u oscuro que parece darnos más vida de la que ordinariamente manifestamos.  Estaremos, en fin, solidarios como el Sumo Papa proclamando paz y felicidad para todo el mundo.  Estaremos con nuevo Sol despuntando siempre por el Oriente y cabalgando sobre el lomo de la Tierra en otro periplo traslaticio, bajo su luz que nos alumbra para que la eternidad sea cada vez más clara a los ojos de la ciencia. (AF)

jueves, 28 de diciembre de 2017

Los Bailes de Salon en Angostura


Antes de la década de los años cuarenta no había tantas salas de baile como ahora “Bailes de salón”, le decía la gente y en año nuevo destacaba el del Club de Comercio entre las calles Orinoco y Constitución.  Allí era el gran baile de la “sociedad” en ocasiones importantes como la de Pascuas y Año Nuevo.
        Nos cuenta la gente que vivió ese tiempo que músicos como el viejo Requesen, Víctor Zenón Ortíz, Manuel Antonio Díaz Afanador y muchos otros, tocaban en esos bailes selectos a donde iba la crema y nata de la sociedad angostureña.  Los bolivarenses como los caraqueños estaban al día con la moda europea.  Vestían frac, smoking o trajes de paltó azul marino combinado con pantalón crema de lanilla con rayitas;  sombrero de pajilla y corbata “chateclé”, mientras las damas exhibían sus romantones y zapatillas de la época de Luis XV.  Entonces se bailaba el vals, el pasodoble, la polka y el fox – trot.  En las mesas se servía jamón Ferry, turrón Alicante, almendras y se brindaba con licores importados de las mejores bodegas europeas.
A otros niveles, en la periferia, las fiestas eran más sencillas.  La gente prefería el primero de enero para divertirse con las comparsas que recorrían la ciudad, entre ellas, la burriquita, el sapo, el pájaro piapoco y el sebucán con el maestro Alejandro Vargas y Nicanor Santamaría a la cabeza acompañando a Rafaela Martínez, Chicí Arias, Emenegilda Flores, las hermanas María, Matilde y Julia Farfán, los hermanos Pantoja, los Tabare y la Negra Pura.


        Estaban de moda las vitrolas ortofónicas que el comerciante Pedro Montes alquilaba tal como Edelmiro Lizardi lo estuvo haciendo después con aparatos de sonido y rockolas.  Con estos artefactos las familias podían poner su fiesta.  A la vitrola – RCA Víctor – había que darle cuerda con una manigueta y cambiarle la aguja de acero cada vez que tocaba dos o tres discos.  Pololo, un empleado de la gobernación, se había hecho popular con una portátil que podía sacar fuera de su casa para sentarse en una esquina a darle serenata a su novia, una Valladares que vivía cerca de la bodega de Blas Caruso y vestía de amarillo el primero de enero en la creencia de que ello le depararía un año con suerte. (AF)

miércoles, 27 de diciembre de 2017

Tradiciones Guayanesas de Año Nuevo


TRADICIONES GUAYANESAS DE AÑO NUEVO
Tradición guayanesa extinguida era la de comerse las llamadas “Uvas del Tiempo” al compás de cada una de las doce campanadas que anunciaban la transición del año.  En torno a la gran mesa de la cena, cada miembro de la familia, de pie, iba calladamente experimentando un deseo por cada uva consumida.  En esa docena de deseos podía estar la felicidad según la posición de cada quien ante el mundo místico o real.  Era un rito poético heredado de la Madre Patria que el vate cumanés Andrés Eloy Blanco recoge en poema escrito en la propia España y que también suelen trasmitir las emisoras a la media noche:  “aquí es de tradición en esta noche / cuando el reloj anuncia que el año nuevo llega / todos los hombres coman al compás de las horas / las doce uvas de la noche vieja”.
        La costumbre guayanesa consistía en pelar las uvas y meterlas en una copa de champagne, una hora antes de la media noche.  Luego venía la ceremonia ritualistica de la consumición y el brindis.
        Cuando la ciudad se reducía al casco urbano y prácticamente no existía el ruido de los automotores y de los artefactos eléctricos, era posible oír las doce campanadas de la Torre de la Catedral.  Después de los años cuarenta esto se fue haciendo imposible y la gente se adaptó definitivamente a los medios radioeléctricos.  A veces la radio transmitía las campanadas y luego resultó más cómodo anunciar el año nuevo con el himno patrio.
        Los bolivarenses comenzaron a oír el Himno Nacional anunciando la entrada del Año Nuevo en diciembre de 1936, año en que el malogrado Enrique Torres Valencia fundó la emisora “Ecos del Orinoco” en el Paseo 5 de Julio y al año siguiente por Radio Bolívar que fundaron José Francisco Miranda y Pedro Elías Behrens hijo.

        Al romper el Gloria al Bravo Pueblo, la gente al unísono se abrazaba como continúa haciéndolo dándose palmadas una con otra en la espalda.  Palmadas tímidas unos, palmadas efusivas otros y palmadas demasiados fuertes los más extrovertidos, tan fuertes que como alguna vez dijo Francisco Pimentel, el célebre Job Pim, te destrozaban el talle o te medio descuartizaban y te invalidaban un brazo o una pierna.  Después de esto continuaba el brindis, el baile y los confites en medio de una explosión de alegría que tenía como puntos neurálgicos la Catedral, la Plaza, el hogar y  los clubes con sus llamados “bailes de salón”.(AF)

martes, 26 de diciembre de 2017

Burro Negro y la realidad de los cambios


Guayana, como cualquier otra región, no puede escapar de la realidad de los cambios y de las variaciones que se aprecian a medida que transcurren los años y se suceden generaciones.
        Antes, por ejemplo, cuando no había otro medio mejor, se anunciaba la transición del año en Ciudad Bolívar disparando justo a las doce de la noche un cañonazo desde lo alto del Cerro del Zamuro.  El disparo bañaba con su resonancia a toda la ciudad.  Se hacía con un cañón llamado “Burro Negro”.
        Burro Negro era un cañón grande montado sobre un par de ruedas radiadas del cual todo el pueblo tuvo pendiente en diciembre de cada año.  El que tal vez fue en un tiempo arma de muchas batallas, había quedado en tiempos de paz como pregón para anunciar con su estampido la llegada de un nuevo año.
        Los soldados del Batallón Rivas acuartelados en el Capitolio como antes se llamaba la hermosa Casa de la Plaza Miranda que estuvo luego ocupada por la Prefectura y Comandancia de Policía, cuidaban y custodiaban a Burro Negro y cada noche del 31 de diciembre lo rodaban hasta El Zamuro, lo atascaban con pólvora y arcilla y a la media noche retumbaba Burro Negro con toda la fuerza y poderío de su carga haciendo más sonora y emotiva la llegada del Año.
        Después llegó el tiempo en que Burro Negro no pudo más y en la medianoche de un 31 de diciembre se desintegró en su propia y última onda de salitre, carbón, barro y azufre, sepultando así unos cuantos años de tradición.  Presintió tal vez el advenimiento de otra forma más moderna – la Radio – de anunciar la transición del año viejo al año nuevo.
        El porqué se escogió un arma de guerra para anunciar la venida del Año Nuevo cuando más profundo y sincero es el anhelo de paz y amor, no lo sabemos.  Acaso venía como reminiscencia de las salvas para los grandes acontecimientos que se producían en Angostura cuando era sede de los Poderes Supremos de la República.

        Pero lo cierto es que con “Burro Negro”, al acabarse como suelen acabarse o transformarse todas las cosas del mundo terrenal, el anuncio del Año Nuevo quedó circunscrito a las doce campanadas del reloj de la Catedral reforzadas con los pitos, sirenas y guaruras de los barcos anclados o surtos en el río.  Luego la tecnología moderna ha colocado receptores de radio y televisión en  los hogares y ahora, en vez de cañonazos, campanadas o sirenas, nos emocionamos al filo de la media noche con las notas del Himno Nacional anunciando que un Nuevo Año llega cargado con todas las promesas y esperanzas de la humanidad. (AF)

lunes, 25 de diciembre de 2017

DEL AÑO VIEJO AL AÑO NUEVO



Todo lo que termina o está  a punto de fenecer es viejo.  Todo lo que comienza es nuevo.  Lo nuevo, aunque no todas las veces, es juventud, vigor, renovación, fuerza, camino abierto hacia la esperanza, camino por donde el hombre aspira alcanzar, de acuerdo con su concepción filosófica, la plenitud existencial.

De manera que el hombre, aunque signifique uno menos de vida para él, se contenta en la fase transitoria cada vez que el calendario se renueva con la entrada de un nuevo año.
Porque su vida organizada en periodos calendarios, que cumple metas con esa periodicidad condicionada por su esfuerzo y el azar de la esperanza, aguarda lo predecible de lo impredecible.  Por ello se contenta y lo celebra convencionalmente dentro del marco de la cultura tradicional o no.  Al fin, el hombre es materia y, la materia es cambiante, permanece en constante movimiento.  De allí que los modos y formas culturales de celebrar el acontecimiento del año nuevo, cambien, sufran variaciones y hasta se suplanten en la práctica y quede sólo existiendo como valor del proceso cultural evolutivo por selección. (AF)


viernes, 22 de diciembre de 2017

Las Hallacas de Doña Carmen


El nombre de doña Carmen Tinoco de Dugarte corría fluido en 1988 por la ciudad y contagiaba a la gente que venía de fuera y preguntaba dónde queda la calle Pichincha.  Y la gente iba y  encontraba aquella cocina abarrotada de hallacas por todas partes que le hacían por encargo hasta de Caracas y Miami.
            Para satisfacer la constante demanda desde que comenzaba diciembre, doña Carmen se ayudaba con un “Cangrejo” que es un instrumento  de madera de moderna creación para estirar la masa. Anteriormente la masa se estiraba a puro dedo tal cual como se hace con las empanadas, pero es un ejercicio penoso y lento aunque la gente dice que la madera del cangrejo le resta un punto de sabor a la consabida hallaca.
            Carmen hacía hallacas desde que tenía 18 años, Era muy solicitada por los días de diciembre, pues sabía cómo se preparan las hallacas típicas de algunas regiones de Venezuela. En los Andes, por ejemplo, nos dijo cuando la entrevistamos, se acostumbra aplicarle picante crudo y garbanzos a la masa y siempre lleva carne de cochino. En Oriente hacen la hallaca igual que en Caracas y Guayana. No obstante, advierte que hay lugares en Guayana donde el guiso lo preparan con morrocoy y rodajas de papas sancochadas. Por lo general, la hallaca es de gallina, pavo, carne vacuna y cochino. Esto, además de los aliños, encurtidos, cebollas, aceitunas, alcaparras y ese punto, esa sazón muy especial que sabe ponerle la experta dama de la casa con práctica y experiencia en el doméstico arte culinario.
            Carmen aprendió hacer hallacas al lado de Tina Camacho que a comienzos del siglo veinte era muy elogiada por su guiso al igual que lo era por sus dulces la madre de Lourdes Salazar. Para ella hacer hallacas era como un rito que comenzaba el 2 de diciembre y terminaba la víspera de Año Nuevo.
              Doña Carmen era de padres indios nacidos en Calcuta, instalados en Guayana a muy temprana edad. Explotaban una horticultura en las riberas del río San Rafael próximas al Puente Gómez. Ella heredó de ellos la fortaleza, la longevidad y el difícil arte de cocinar que la llevó a tener restaurante, primero en la calle Igualdad del Casco Histórico y luego en la calle Pichincha donde se podía degustar la más variada y surtida comida criolla en ambiente un tanto bucólico animado por dos loros, uno que le da vivas a Copei y otro a Acción Democrática en medio de hilarantes groserías.
Lourdes Salazar que vivía elogiando el queso de Brigidito, el dulce de lechosa de Carmelina, el turrón de merey de las Hermanas de la Sierva y el Amorcito de Helena Palazzi, sabía más por herencia de dulce que de hallacas, pero juraba que no pasaba una Navidad sin comerlas “aunque últimamente han venido perdiendo mucho de su cuerpo y sabor antiguos”. Añoraba las hallacas de Tomasa Jiménez Gambús (madre del anestesiólogo Mario Jiménez Gambas) y las de doña Nieves de Reverón.

            Lourdes, mi vecina, solía comentar que la hallaca de la democracia ha sufrido, como todo en este país, alteraciones en su original proceso de elaboración. La harina precocidad y el aparato de prensar han reducido el proceso, pero les ha quitado el sabor propio que le daba esa labor de ritual tradicional que compromete a todos los miembros del núcleo familiar, desde ir al mercado y escoger  los frutos, sancochar el maíz dos días antes, molerlo, amasarlo con onoto y manteca de cochino, formar las bolitas, preparar luego las hojas de plátano, seleccionar las de tender o las de envolver, hasta el guiso.

jueves, 21 de diciembre de 2017

Los preparativos navideños


LOS PREPARATIVOS NAVIDEÑOS
Los preparativos para la fiesta de Navidad y Año Nuevo comenzaban, como ahora, antes de diciembre y su animación se fue acrecentando con los programas navideños de las emisoras a partir de la década del cuarenta.  En los  cuarenta todavía muy poco conocía el bolivarense los símbolos anglosajones de la Navidad. Estos penetraron por la brecha de la explotación del petróleo y del hierro.  Prevalecía bajo todo su esplendor religioso el símbolo sanfranciscano del Nacimiento y los parranderos iban de pesebre en pesebre cantando los aguinaldos del año y cada familia agradecida retribuía la visita con Amorcito o Ron ponsigué preparado en casa o la propia hallaca acompañada del exquisito jamón Ferry importado.
El Jamón Ferry, a bordo de los barcos de la Real Holandesa, llegaban en grandes cantidades listos para ser preparados en ollas especiales, con papelón y piña, planchados y aromados con clavos de especia.  Los miembros más solícitos de la familia guayanesa hacían coro en función de los preparativos navideños y en la ciudad había madamas especializadas en el arte de cocinar y poner en su punto a ese pernil curado e insaculado venido de ultramar.  Popular era la Negra Berta, cocinera de la maestra Nieves Martínez, muy solicitada por las familias angostureñas porque realmente era una experta en el arte de hacer de la pierna de jamón importado un exquisito condumio de pascua y año nuevo.
         No todo era importado.  También en casa se preparaban bebidas típicas y agradables como el "Amorcito", especie de cóctel con poco ron, jugo, granadina, jarabe de goma, almendras y otros ingredientes que degustaban con fricción muchachas y señoras al igual que el ponche crema o leche de burra, mientras que el roncito con ponsigué curtido en garrafas, era la delicia de los hombres que venían del campo.
La hallaca, el plato mestizo por excelencia de la Navidad y el que mejor sintetiza la cultura hispanoindia, era objeto de un bellísimo ritual que comprometía a casi todos los miembros del núcleo familiar en la tarea de ir al mercado, escoger los frutos, sancochar el maíz dos días antes, molerlo, amasarlo con onoto y manteca de cochino, formar las bolitas, preparar las hojas de plátano, seleccionar las que eran de tender y las de envolver, preparar el guiso, las rodajas de huevo, las aceitunas y alcaparras que cada quien iba por turno colocando sobre la masa tendida hasta quedar confeccionada la hallaca.  Luego venía la cocción, el degustar y el intercambio entre vecinos y amistades en una sutil suerte de competencia para discutir al final, entre gustos y maneras, cuál y de quién la mejor.
Parte de esa gran magia de la Navidad era el rapto del Niño Jesús que en la nochebuena  de Pascua la familia colocaba en el pesebre.
Entre el 25 de diciembre y el día primero del Nuevo Año, un día cualquiera, desaparecía del Nacimiento la representación del Niño y la gente de la casa, al darse cuenta, continuaba el juego tratando de dar con la supuesta familia autora del ingenuo rapto.  Al fin, alguien daba la pista con cierto dejo de complicidad, pero aquello no era más que un pretexto para provocar ruidosas visitas a la familia raptora y poner la gran fiesta.  De esta gracia tan pintoresca de la Navidad bolivarense muy poca gente se recuerda, como tampoco del Amorcito, del familiar ritual de las hallacas, del Belén ni de la fabulosa misa de cuatro de los caleteros.  Lo más puro y telúrico de la Navidad nuestra se ha perdido.  Estamos hoy en otra Navidad porque aquella de nuestros abuelos se ha ido y ya no vuelve. De todas maneras, Navidad es Navidad. (AF)


miércoles, 20 de diciembre de 2017

El Antiguo Pesebre Bolivarense


El Belén, Nacimiento o Pesebre era toda una escenificación tradicional, pero en cada iglesia, en cada hogar o plaza, con las inventivas propias de quienes lo asumían.  Cuando se acercaba la Nochebuena, los bolivarenses iban a los Morichales o más allá  a cortar ramas y malojos, a recoger la arena y las piedritas para unirlos luego a las pequeñas imágenes de la sagrada familia, pastores, Reyes Magos, animales del pesebre y otros recursos con los cuales en sitio accesible y visiblemente apropiado trataban de reconstruir el paisaje donde nació Jesús.
El Nacimiento principal era el de la Catedral del cual se ocupaban miembros de la legión de María.  Ante él se cantaban de madrugada los villancicos y en el hogar y sitios profanos los parranderos o conjuntos familiares improvisaban aguinaldos, de los cuales muchos trascendieron como "La Casta Paloma" del juglar Alejandro Vargas.
En la actualidad el aguinaldo ha sido prácticamente aplastado por el auge de la gaita zuliana, a la cual la radio y la televisión como la discomanía le han dado pábulo dentro de una desbordada euforia que ha colocado a la Iglesia católica en el dilema de resistirla o tolerarla dentro del templo al igual que con el tiempo  ha venido dando cabida al aguinaldo profano al lado del villancico.
         Lo cierto es que trovadores y parrandas tradicionales de aguinaldos no se ven como se vieron hasta la mitad del presente siglo por las calles altas y bajas  de la ciudad orinoquense. Asimismo ha perdido devoción y fuerza la costumbre de levantarse de madrugada para ir a misa de cuatro entre el 16 y 25 de diciembre; a la misa dedicada a gremios e instituciones, lo cual era todo un acontecimiento tejido de la más pura y desbordada alegría.
La población citadina vibraba al ritmo de las parrandas y, bajo el atronador despertador de cohetes y patinadores deslizándose cuesta abajo del peñón angostureño, iba a la misa de cuatro y luego la juventud se sumaba a las parrandas para contagiarse con los viejos y nuevos aguinaldos de Alejandro Vargas, Bambalá,  Agapito Blanco, el viejo Tomedes y tantos otros largo de mencionar.
Pero de todas las misas aguinalderas que van del 16 de diciembre hasta la del Gallo o nochebuena del 24, la más animada solía ser la de los Caleteros, obreros de ancheta que trabajaban noche y día cargando o descargando barcos de la Real Holandesa o de la Venezolana de Navegación atracados en riberas y muelles de la ciudad.
Los caleteros, hombres sudorosos, descamisados,  de pantalones arremangados  - así se veían en muelles y riberas -  formaban  como una clase aparte, pero eran los que mejor sabor popular daban a la misa, la cual no se oficiaba en la Catedral sino en la Iglesia Santa Ana que reventaba  de pueblo hasta el puerto de las chalanas.
Los marinos de los barcos pequeños hacían sonar sus guaruras y en los barcos de mayor calado resonaban los pitos de vapor.  Repicaban las campanas, tronaba la cohetería, estallaban sin cesar tumbarranchos, triquitraques, saltapericos y la noche parecía florecer con intensa luz de bengalas  desde la calle El Poder hasta el Mercado Municipal de Castillito.
Esta misa de los caleteros era generalmente la penúltima de la Natividad y terminaba  en suerte de competencia imponiándose a las demás por su contagioso derroche de entusiasmo y cohetería. (Américo Fernández)


domingo, 17 de diciembre de 2017

LA NAVIDAD


LA NAVIDAD
La Natividad es una fiesta  de siempre  y su suerte de eternidad se la imprime su bello y hermoso simbolismo. Imposible concebir, de la conciencia universal, el desarraigo de esta fiesta aniversaria del nacimiento de Jesús, toda vez que la misma simboliza también el nacimiento de la comunidad cristiana. Sin embargo, hay en la vida de los pueblos tradiciones y costumbres que se pierden o sufren cambios.  La Fiesta de la Natividad en Guayana es una de ellas.

En torno a esta fiesta de Navidad han surgido a través de los tiempos diversidad de costumbres y tradiciones alrededor de su símbolo central el Arbolito o el Pesebre y de una voluminosa figura animada y señorial, de luengas barbas blancas, vestida de púrpura y armiño, plenamente identificada con los niños y que se dobla bajo un inmenso costal.
En los pueblos latinos los cristianos católicos dan primacía simbólica al Nacimiento o Pesebre que la sociedad industrial, tan adicta al snobismo y a las cosas fatuas, ha venido exitosamente reemplazando con el Arbolito o Pino de la Navidad que se complementa muy bien en los países fríos con la figura de San Nicolás o Santa Claus.
         Siendo la capital de la Provincia de Guayana un pueblo de hechura hispano-latina, difícilmente podía escapar al simbolismo católico de la escenificación del Nacimiento en el solsticio de invierno ni de otras costumbres y tradiciones de origen hispano.  Pero a medida que el proceso colonizador  se fue despejando y se hizo más activa la autodeterminación, el pueblo  le imprimió características de su propia idiosincrasia a los valores culturales tradicionales y se hizo más sensible o abierto a otros valores foráneos.


Ello explica cómo ahora en Ciudad Bolívar la primacía del Nacimiento o Pesebre ha sido desplazada por el Arbolito, y la llegada de los generosos Reyes Magos por la figura única de San Nicolás y de la misma forma, costumbres y tradiciones se han diluido en la transición de una sociedad a otra o simplemente han sufrido variaciones  impuestas por los nuevos modelos de vida de la sociedad industrial contemporánea. (Américo Fernández)

sábado, 16 de diciembre de 2017

Las Elecciones del 58


El 15 de diciembre de 1958. `por la noche, en acto solemne, Jorge Martínez, Presidente de la Junta Electoral Principal, declaró electos Senadores a los doctores Raúl Leoni y Jesús Manuel Siso Martínez, AD; Diputados, al Dr. Said Moanack y Pedro Miguel Pareles, de AD y a Domingo Álvarez Rodríguez, de URD, como resultado de las elecciones generales, directas y secretas realizadas el 7 de diciembre para elegir Presidente de la República, Legisladores a nivel nacional y regional, además de concejales. Rómulo Betancourt, candidato presidencial de Acción Democrática, fue proclamado días después.
             Las elecciones en el Estado Bolívar arrojaron los siguientes resultados: Asamblea Legislativa: por AD, Dr. José Luis Machado Luengo, Dr. Pedro Battistini Castro, Lucas Rafael Álvarez, Daniel Naranjo Díaz, Dr. Gervasio Vera Custodio, José Jesús López y Dr. Ramón Sambrano Ochoa, por URD, Américo Fernández, Pedro Anastasio Collins Linche y Ramón Rojas Rojas.
         A la Junta Electoral Distrital, presidida por José Vicente Trotta, tocó proclamar concejales del Distrito Heres a luis Felipe Pérez Flores, Dr. Roberto Lozano Villegas, Miguel Bilancieri y Dr. Jorge Juncal Ramírez, AD; José Francisco Miranda, René Vahlis y Germán González Seguías, URD.
         El 13 de febrero de 1959, Rómulo Betancourt fue juramentado ante el Congreso Presidente Constitucional de Venezuela y el 20 designó al doctor Diego Heredia Hernández, Gobernador del Estado Bolívar.

         La gestión político-administrativo de transición del Gobernador Horacio Cabrera  Sifontes, duró un año y 24 días, lapso durante el cual decretó además de la construcción del Puente sobre el Río Orinoco, El Escalafón del Magisterio, la construcción de la carretera Upata-El Manteco y la creación de la Escuela de Música “ Carlos Afanador Real”. Decretó asimismo duelo por la muerte de Mario Briceño Iragorri, el 6 de junio. Mario Briceño Iragorri, historiador, escritor y diplomático, fue Gobernador del Estado Bolívar (1943-45) y estaba recién llegado del exilio cuando falleció en Caracas. (AF)

viernes, 15 de diciembre de 2017

ENRIQUITO EN EL UMBRAL DE LA OCTOGENIDAD


Enrique Aristeguieta Orta (Enriquito), acaba de cumplir 78 años, de ellos, más de 60 ejercicio del Periodismo y no obstante la longevidad, se mantiene activo al igual que su antiguo camarada José Laurencio Silva.
        El colega, nacido el 21 de junio de 1942, calza un apellido demasiado fuerte y de origen vasco. Apellido de la estirpe Aristeguieta que distinguieron a numerosos personajes políticos, artista y letrados  y que jamás “Enriquito” como lo conocen sus colegas, ha utilizado con vanidosa ostentación.
El colega se inició como periodista en los talleres de El Bolivarense junto con Ramón Aray,  bajo la generosa y siempre abierta tutoría de José Antonio Fernández, quien los enseño a titular, redactar el lead y el hexámetro técnico de las circunstancias en un tiempo en que se hacía el periódico con letras de plomo caliente tipiadas en aparatosos linotipos.
En ese mismo tiempo temprano, Enrique Aristeguieta, perteneció a la juventud del Partido Comunista, lo que nunca le impidió ejercer libre  y verazmente el periodismo en medios impresos, radioeléctrico y televisivos donde ha laborado
 Ejerció el reporterismo y otras veces como jefe de información en El Bolivarense con José Antonio Fernández y Américo Fernández,  El Expreso con J.M. Guzmán Gómez, El Clarín con Luis Miquilena, Ecos del Orinoco con Ezequiel Bellorín., Radio Angostura con  Sinar Guerra Madrid y de donde salió casado con la ahora abogado Sunilde; Punto con Eleazar Díaz Rangel, en la OCI con Carlos Arreaza, Radiodifusora Venezuela con Pedro Marrero, Radio Tiempo con el cubano Carmelo Sabino, Radio  Bolivariana con Lubén Rossi Vera y en la Oficina de Información de la Gobernación y la Asamblea Legislativa en tiempos del Gobernador Alberto Palazzi.
Excelente profesional y amigo, acendrado espíritu familiar, hombre de hogar, adaptabilidad y discreción. Gremialista, solidario y de exquisita sensibilidad humana.  Su humor anecdótico siempre está a flor de labio y son unos cuantos los colegas que han sido blancos de sus  socarronerías ingeniosas. Su astucia o disimulo acompañado de burla encubierta es proverbial en este personaje dedicado al periodismo  impreso y radial a tiempo completo.  Es famosa la broma a su colega Eduardo Santana con los supuestos guerrilleros que iban a tomar la zona del Esequibo en reclamación  y la cual fue expuesta por Díaz Rangrl en la Escuela de Periodiso de la UCV con el título "Lo que no debe hacer un periodista"..(AF)



lunes, 11 de diciembre de 2017

La Poesía de Argenis Daza Guevara


El Poeta José Quiaragua Pinto me ha enviado desde Caracas, tres ejemplares del libro “Sin ninguna Extensión bajo palabra”, edición post morten, del poeta Argenia Daza Guevara, a  objeto de interesar a Ramón Córdova Ascanio para bautizarlo en la Galería “José Martínez Barrios”, de su bufete, en la ocasión de él celebrar los 60 años de periodismo de Enrique Aristeguieta.
El libro de mil ejemplares, fue dado a la luz y puesto en circulación por la Editorial Espada Rota, colección dorada,  como homenaje al poeta, muerto en accidente.
Argenis Daza Guevara nació en Tumeremo en 1939 murió de un accidente  en Caracas en 1994. Hizo estudios de Derecho en la Universidad Central de Venezuela. Poeta y ensayista de destacada trayectoria. Profesor de la Escuela de Comunicación Social de la UCV y colaborador de diversas publicaciones periódicas venezolanas. Perteneció al grupo literario "En Haa", de fuerte presencia en el quehacer cultural de los años 60. Su obra poética está recogida en los libros: Espadas ebrias, 1959; Actos de magia, 1964; Juego de reyes, 1967; Irreales, 1973; Testimonios, Héroes y Cábalas, 1976.
Las palabra de envío del poeta Quiaragua dice:  “Américo, Daza dejó amigos que lo recuerdan en las barras de esta ciudad.  Fue un gran amigo que me acercó a los poetas ingleses.  A Ramos Sucre y a  Yorges Seferis.  Excelente conversador y mejor  para la noche y los vinos.  Siempre lúcido con mente de alguien que en equilibrio, está construyendo una poesía erudita, de asombro, dualidades y certeza”
La poesía de Argenis, por lo que he leído, no es una poesía discursiva, expresiva, de fácil acceso, como la poesía de Pablo Neruda, Andrés Eloy Blanco o Víctor Salazar su compañero de ruta junto con José Balza y Carlos Noguera, es más bien, una poesía hermética, cerrada, casi asfixiante, que da saltos y se sumerge en incomprensibles profundidades.
Velias Bosch, en  su antología “Gente del Orinoco” dice que el “poeta guayanés reafirma sus méritos poéticos en la ambigüedad de su lenguaje lírico y en la vigoroso aprehensión de la realidad como juego y artificio existencial”.
En el año de aparición de su libro Actos de magia,  su paisano Guillermo Sucre, señaló el universo mágico como elemento predominante en la poesía de Argenis "pero su poder transfigurado no es nunca tan dominante, su especial disposición para captar lo alquímico y lo mágico en estado de gracia y de pureza" (. ..) "Sería equivocado ver en estos versos un reflejo simplemente idealizado de la realidad física. Se trata, más bien  una creación mítica donde lo real se niega toda virtualidad  y se vuelve imaginación pura y absoluta".
El escritor y crítico, Juan Liscano califica su poesía de elusiva y ambigua, en tanto, Luis García Morales la denomina “poesía con esa antigua noción de lo poético".
Este último libro de Argenis es como lo indica un poema utilizado como título, una “secuencia de abismos en tonalidades distintas”.  Así podríamos sentirlo en este poema con el cual se inicia su libro:PERENNES / A perpetuidad / mantén el azar de lo continuo / de toda distancia  / semejante a muerte y acto de vida  / en el múltiple ser uno y ninguno. Acoso del tiempo / parsimonia / sombra sin sombra ni caída fuera de sí./ Etapas innecesarias
Destierro / sonidos de tempestades comenzadas en los delirios ocultos / los nombres amados / pertenecen a las conciencias donde no hay lugar para nombres amados. Cesa la síntesis. / Asomo tras asomo / lo próximo en retroceso / y bajo y sobre / encuentras el discurso del arrepentimiento.
         Siguiendo la calificación de  Liscano de ambigua y  elusiva, vale decir no concreta y específica sino de diversa interpretación, he pensado  que en este poema, el Poeta recomienda una opción en la verdad de la perennidad o perpetuidad, la opción del azar. Porque a fin de cuentas eso es la vida, un juego de azar, en que la sorpresa de lo inesperado es el aliciente lúdico de la existencia, suficiente para uno que no es nadie no obstante ser uno, múltiple o ninguno.  Siempre acosado por el tiempo que virtualmente no hace mella en nuestra sombra parsimoniosa sin sombra que lo cobije aún en “caída fuera de sí”, en todo caso, son etapas de la vida no necesarias si constantemente estás en el destierro  atormentado por los “sonidos de las tempestades comenzadas en los delirios ocultos” de los nombres amados que bien sabemos pertenecen a la conciencia  donde no existe lugar para ellos.  La vida es una síntesis de asomo tras asomo donde lo próximo retrocede hasta cesar bajo tierra prendido de la angustia de poder aflorar  hasta dar con el discurso del arrepentimiento por haber nacido o vivido. (AF)


                                                                          

sábado, 9 de diciembre de 2017

El Luchador como Ave Fenix



El 10 de julio de 1905, don Agustín Suegart fundó el diario “El Luchador”, editado en los talleres de “La Empresa” establecidos por el propio Suegart, en 1893 con imprenta al vapor y linotipos que introdujo luego en 1911.
            El Luchador fue una prolongación de “El Anunciador”,  cerrado por el gobierno autoritario de Cipriano Castro, a quien no le agradaron algunas de sus crónicas.
            Después, por la vía influyente de familiares y amigos allegados al mandatario, se logró que el diario reapareciera, pero con otro nombre.  Fue entonces cuando el Anunciador pasó a ser El Luchador que circuló de tarde por más de sesenta años.  Era un periódico standard de cuatro páginas que andaba por todas las embajadas del mundo y circulando más por suscripciones que por pregón.  Por largo tiempo en Ciudad Bolívar y el resto de la Guayana no hubo más periódico que “El Luchador” y sus ediciones guardan la más variada y compleja historia de la Guayana del siglo veinte.
            “El Luchador” de Agustín, Edmundo y Jorge Suegart era de perfil conservador, un vespertino que aceptaba toda clase de colaboración, excepto las que de algún modo fuesen ofensivas o lesionasen los intereses de la religión, los del gobierno de turno o de algún sector o individualidad influyentes de la región.  Por eso no estuvo, como otras publicaciones, sometido a las vicisitudes políticas de la época.  Sus titulares nunca fueron abultados, agresivos o sensacionales y carecía del atractivo dinámico de la prensa moderna.  Buena parte de sus espacios estaban cubiertos con reproducción de informaciones y artículos de la prensa nacional. 
El 9 de agosto de 1966,  a causa de una afección renal,  dejó de existir su fundador don Jorge Suegart. Su fallecimiento fue un duro golpe para la estabilidad de El Luchador, pues el resto de los hermanos, al carecer de ese formidable eje en torno al cual siempre giraron con suprema lealtad y solidaridad, se dispersaron dejando prácticamente enervado un patrimonio que era más de los citadinos bolivarense que de ellos mismos.
En 1976 se produjo la venta de la editora “La Empresa” al empresario Ramón Castro Mata, quien rescató de ese momento crucial a El Luchador y cambiando su línea y formato puso la  dirección primero en manos del periodista Andrés  Bello Bilancieri y después en manos de   Ramón Aray Lefebres y Luis Lira Puerta.
En 1981, fue vendido al Grupo Barranco de Barquisimeto  que presidía el licenciado Víctor M. Ba­rranco Castillo. Al mismo pertenecían también los periódicos “El Larense" y "Pronto", de Barquisimeto; "Comercio", de Acarigua; "Pronto", de Barinas y "Pronto", de Falcón. "El Luchador" venía a ser el periódico número seis de una cadena de doce que según informaciones el Grupo Barranco aspiraba a te­ner en Venezuela.
En noviembre de 1984, siendo su director Jorge Romero, y ya en el umbral de sus ochenta años, El Luchador cayó vencido tras una cadena de embargos que había comenzado tres meses antes. Pero, afortunadamente, revivió al cabo de dos decenios cuando empresarios guayaneses, uno de Moitaco y otro de Ciudad Bolívar, acordaron comprar el nombre al Grupo Barranco.
El 16 de noviembre de 2005 apareció nuevamente El Luchador en formato tabloide a full color, pero  en manos de Simeón García en calidad de Presidente, el Licenciado Víctor Casado como editor-director, Celestino Adames Pérez como Jefe de Redacción y Ana María Mendoza, Jefe de Información, con el  editorial “Reaparecemos”, explicando que “de lo que se trata ahora es de retomar la lucha con nuevos bríos y esperanzas.  Esta vez el proyecto ensamblado de tal forma que es para siempre…”  Simeón García era en ese momento Presidente de ELEBOL y Víctor Casado su Presidente Ejecutivo.
El corte de cinta inaugural del relanzamiento del periódico estuvo a cargo del gobernador Francisco Rangel Gómez. El periódico inició su nueva atapa en nueva sede: el edificio  Terrizzi de la avenida Germania, a 100 metros de la Fuente Luminosa que igualmente comenzó a servir de sede a las emisoras Onda 103.5 FM y Angostura 1.100 AM que casi simultáneamente adquirieron los  mismos compradores de “El Luchador”.
Al año siguiente, domingo 26 de febrero (2006) El Luchador llegó a su edición No, 100 dedicada a “La ciudad Bolívar que queremos” y reafirmando su compromiso con la verdad.
En los años subsiguientes la titularidad de las acciones que conforman la propiedad de la editora El Luchador C.A., cambió progresivamente a manos de otros empresarios conocidos de la comunidad bolivarense: Braulio Merino, Ildemaro Guzmán y Giorgio Migliacci, habiendo sido Directores del periódico Braulio Merino y en este momento Francisco Rosales.
En 115 años de vida, el diario El Luchador ha sorteado duras circunstancias y como Ave Fénix ha renacido y actualmente sobrevive en medio de la escasez de papel y otros insumos que han obligado al cierre de otros matutinos como El Correo del Caroni.(AF)

        




jueves, 7 de diciembre de 2017

LA NACIONALIZACIÓN DEL HIERRO


El 7 de diciembre de 1974, desde el Salón Elíptico del Palacio Federal, el Presidente de la República, Carlos Andrés Pérez, anunció a la nación la decisión tomada  de su gobierno de Nacionalizar la industria extractiva del hierro, subrayando que ya era hora de que Venezuela recobrase  soberanía permanente sobre este recurso minero natural y su consiguiente explotación.  Aducía que en los 24 años de operación de las concesionarias, la industria había alcanzado una producción total de 323 millones de toneladas, de las cuales 315 se fueron en bruto a los altos hornos de las casas matrices del exterior, es decir que el  97,5 por ciento de nuestro hierro no había sido proceso en Venezuela y las empresas multinacionales ha recuperado dos veces y medio su capital invertido.
            La nacionalización se cumplió el primero de enero del año siguiente conforme a lo dispuesto en el Decreto Ley No. 580 del 26 de noviembre de 1974 mediante el cual el Estado Venezolano en ejercicio de su soberanía y conforme a la Constitución Nacional se reservó tan importante industria.
            El Presidente de la República, Carlos Andrés Pérez, al efecto, puso en ejecución dicho decreto enarbolando la Bandera Nacional en la cumbre del Cerro Bolívar, donde se explotaba el yacimiento más grande de Guayana, al tiempo que se detonaba una voladura como expresión histórica del retorno de la industria del hierro al patrimonio del país..
            El Decreto establecía que a partir del 31 de Diciembre de 1974 extinguían todas las concesiones otorgadas a las empresas Iron Mines Company of Venezuela y Orinoco Mining Company, subsidiarias de la Bethlehem Steel Corporation.
            Para llevar adelante la industria extractiva del mineral de hierro, el Ejecutivo Nacional constituyó  la Ferrominera Orinoco C. A, como empresa filial de la Corporación Venezolana de Guayana, registrada el 10 de diciembre de 1975 y que entró en vigencia legal el primero de enero de 1976, encargándose de todas las fases de la industria, vale decir, explotación, extracción, transporte, comercialización e investigación, en todo el territorio nacional.  (AF)


martes, 5 de diciembre de 2017

EL RICO CARATO DE MORICHE

EL RICO CARATO DE MORICHE

Aquí vemos  a Aror cuando tenía doce años, de pie en el fogón de Doña Paula, en la finca de Caratero, entre las tierras de PechacoNessi y las de los Cornieles descendientes del cananario José Luis Cornieles, dueño de la Casa de San Isidro donde vivió Bolívar,  con una pelota de masa de moriche para elaborar el Carato o Chicha que se acostumbra en tiempos de cosecha y muy especial en los Velorio de Cruz de Mayo.  Los moriches, elegantes y erectas palmeras de la sabana húmeda, ofrecen además del  cogollo para la hilaza del chinchorro guayanés remplazado por la hamaca brasilera, el fruto que sirve para el famoso carato que viene muy bien ahora que padecemos crisis alimentaria a causa del modelo económico diseñado por el Socialismo y que para destronar el Capitalismo hacia el cual ha venido evolucionando el esquema económicos primitivo.  Para elaborar carato de moriche, doña Paula recomienda lo siguiente: Se coge un racimo de moriche y al desgranarlo, se pone a remojar durante una hora, luego  se le elimina la cáscara y tras frotar con los dedos, se le saca la pulpa y se arroja el corozo. La pulpa se revuelve bien, se cuela, agrega el melado, el agua, y se deja fermentar 24 horas. (AF)