jueves, 28 de enero de 2016

El antiguo órgano de la Catedral de Ciudad Bolívar



Después de noventa y ocho años de servicio quedaron paralizadas las cuerdas del órga­no de la Catedral de Ciudad Bolívar.
El órgano centenario, de enor­mes fuelles y mil quinientas vo­ces, fue donado por don Juan Bautista Dalla Costa, magistra­do guayanés y el primero en decretar en Venezuela la ins­trucción pública obligatoria.
El profesor de música José Francisco Miranda, nos mostró en octubre de 1968 una placa del órgano que fue hallada en un pipote de desperdicios. La placa de bronce que estuvo adherida al órgano decía: "Este órgano fue regalado por Don Juan Bautista Dalla Costa en el año de 1870".
El órgano fue donado por Dalla Costa a solicitud del Deán José Leandro Aristeguieta, pa­riente cercano de Simón Bolívar y fue adquirido en Londres. 
En 1870 fue instalado du­rante seis meses por el técni­co londinense, José Pelgroni y su hijo Santiago, enviados ex­presamente por la fábrica. En 1920 fue reparado por el or­ganista guayanés don Carlos Afa­nador Real. En 1927  recons­truido por él técnico venezolano Epaminóndas González, traído es­pecialmente por el Obispo Miguel Antonio Mejías.  Entre los padre Paúles que vinieron siguiendo las huellas de Monseñor Mejías, había un cantor barítono que acompañaba a los oficios religioso ejecutando al mismo tiempo el órgano de mil quinientas voces que Dalla Costa trajo de Londres. A él se  acercó una mañana de junio la joven Teresita Ortiz para agradecerle probara su voz con el cántico “Ojos de Jesús luceros”. El ensayo dejó asombrado a todos los circunstantes, incluyendo a Carolina Barazarte, quien llevó la “Canchita”, como la llamaba, hermana Florinda Barazarte de Gunterman, profesora de la Escuela de Música y Canto “Pepe Mármol”,  creada por el Presidente del Estado José Benigno Rendón. En el Coro acompañada de ese órgano cantaron Carmen Liccioni, S. Calogero, la triple Isabelita Caro, Tito Ávila, Elena Costa Yánez, Liliana Tovar y Ana Maria Gutiérrez. .   Teresita comenzó a tocar ese órgano un día que  el padre Enrique Díaz Uvierra la sorprendió,  en pleno rito para la bendición del Santísimo Sacramento diciéndole que por  ausencia del organista de la Catedral, debía siéntase al órgano para que interpretara el Tantum ergo”.
Eso ocurrió iniciándose en la Diócesis el obispo Monseñor Juan José Bernal Ortiz, quien sustituyó a Monseñor Mejías a raíz de su fallecimiento el 9 de octubre de 1947. El organista era entonces Telmo Almada, obligación que fue relegando paulatinamente en Teresita nombrada cantora oficial de la Catedral. No tenía el gobierno diocesano que pagar por separado a un organista y a una cantora porque Teresita podía acompañarse ella misma, sin haber nunca disciplinado más que su voz. Nadie sabía de aquel teclado que cotidianamente complementaba las tonalidades de su instrumento vocal. La sensibilidad de su oído le permitía registrar el ritmo y la armonía de los sonidos en aquel descomunal órgano londinés con solo su partitura individual para el canto.
Aquel descomunal Órgano que dominaba desde lo más alto de la entrada, las altas naves de la Catedral, destacaba no sólo por su magnitud sino por sus poderosos fuelles, aquellos tubos dispuesto en serie para reforzar el sonido de sus 1.500 voces en torno al cual giró la juventud citadina amante del canto y de la música. Hubo un tiempo en que la Catedral tenía su Maestro de Capilla, director del coro (sochantre) y cantor (chantre). Maestro de Capilla durante 25 años fue Carlos Afanador Real, egresado de los Conservatorios de Alemania y Francia y a quien Teresita sintió morir en 1952, ya anciano tenía 75 años. El primer Maestro de Capilla fue José Mármol y Muñoz.
El órgano permaneció en el elevado Coro de la contra-fachada hasta 1948 cuando Monseñor  Críspulo Benítez Fontúrvel, administrador apostólico de la Diócesis, decidió bajarlo para colocar el Coro cerca del altar mayor en busca de mejor  ambientación para el feed back las voces coro-sacerdote.
El único que sobrevivía del órgano para los años sesenta eran los tubos acústicos de acero que Monseñor Mata Cova no pudo recuperar de las manos de unos zagaletones que marchaban por la Plaza Bolívar creyéndose los trompetistas de Jericó.
El órgano sustituto con el cual se acompañaba Teresita Ortiz desde entonces en los oficios religiosos lo regaló la familia Natera Febres por sugerencia de Irma Febres, quien también fue organista de la catedral al igual que lo fue Florinda Barazarte y Amelia Almada. (AF)

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