viernes, 18 de octubre de 2013

La Alegría de la Sapoara



La sapoara, la bendita sapoara cantada por músicos y romanceros, es la alegría de agosto no sólo por lo proteico de su carne sino por el paisaje natural exaltado por la presencia de la curiara india y la atarraya.
Es un pez de fondo la sapoara, plateado y brillante, que se pesca como la lisa de mar y cuya carne aderezada, especialmente la cabeza, es el plato favorito de los guyaneses por la temporada de agosto cuando  comienza a migrar a medidas que el Orinoco crece y rebasa las lagunas que quedaron aisladas durante el verano.
En agosto de 1971 se enervó la tradición de agosto dado que hubo sapoaras  los doce meses del calendario y era porque los pescadores durante todo el año estaban yendo sin control alguno, directamente a las lagunas marginales, hábitat natural del codiciado pez.
De manera, que en agosto del año siguiente (1972), comenzó a notarse la escasez debido no sólo a esta irregularidad sino porque la crecida del río estaba por debajo de la cota que hace posible su conexión con los cuerpos de agua que sirven de hábitat de este pez reputado como universalmente único. Pero al fin aparecieron algunas y el ribereño pescador que se veía desde hacía varios días oteándolas desde las piedras y  estribo de proa de sus curiaras, se manifestaba realmente ansioso de capturarla con su esparavel en punta.
A media que el Orinoco sube, mayor suele ser el cardumen y el espectáculo de la pesca se manifiesta en todo su esplendor. Centenares de guayaneses, cada año por agosto buscan acomodo a lo largo de la baranda del Paseo Orinoco y forma parte del folklore tradicional de la pesca.
Pero es evidente que mientras más sapoaras haya porque más crecido está el río, mayor también será  el número de ribereños que tendrán el agua del Orinoco visitando por lo menos el patio o la puerta de su casa.
Por la explotación irracional, los guayaneses perdieron el tradicional pastel de morrocoy y el carapacho de tortuga durante la Semana Santa y si continúa la pesca directamente en las lagunas, también se perderá el tradicional plato de agosto que sólo el guayanés sabe degustar a pesar de la espina Y siempre atravesada a la hora del convite.
En la estructura esquelética de la sapoara existen huesecillos parecidos a la Y griega.  Detalle biológico que hace aún más interesante este pez fusiforme de coloración vistosa que  se captura en agosto.
         El fin de tales apéndices intercostales es el de unir costillas con costillas y contribuir a robustecer la armazón esquelética de los peces con movimientos vigorosos como el morocoto y el coporo que también los tienen y son grandes migradores.
         La Sapoara es un pez migrador que se desplaza contra la corriente y en consecuencia debe cumplir movimientos fuertes.  Se ha investigado que una vez adulta, sale de los rebalses en el período de aguas altas y recorre unos 400 kilómetros con propósitos reproductivos.  Aquí estaría la explicación de este huesecillo parecido a la vigésima séptima letra del abecedario castellano y a la que tanto tememos los devotos de la exquisita vianda orinoqueña.  Y la verdad es que la ye o y griega siempre ha sido de temer, no sólo en el sentido gastronómico sino que también suele hacer las veces de vocal y en su pronunciación puede confundirse con la “ll”, pero su fin esencial siempre es el mismo, en ciertos peces de agua dulce, para unir costillas con costillas y en el lenguaje castellano para unir las palabras o cláusulas de una oración. (AF).




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