sábado, 28 de septiembre de 2013

El zapatero Antonio Pulido


El 22 de octubre de 1975, por la noche, don Antonio Sigisberto  Pulido (en la foto), fue objeto de un homenaje organizado por la Cámara de Pequeños, Medianos Industriales y Artesanos  de Ciudad Bolívar dada su suerte y constancia de ser el único sobreviviente de toda una legión de artesanos que  se iniciaran como zapateros a comienzo de los años 30.
         Don Antonio Pulido, de piel oscura como sus ascendientes, ya septuagenario, pero siempre bien vestido con chaleco, bastón y sombrero chambergo, había cumplido 46 años confeccionando zapatos a punta de aguja y a un precio que generalmente y no obstante la calidad óptima del producto,  estaba muy por debajo del valor del zapato de manufactura  nacional y extranjera.
         Todo tipo de calzado confeccionaban las manos expertas del viejo artesano, incluyendo el ortopédico, pero debido a la competencia del mercado surtido industrialmente por las modernas tecnologías del calzado y a la escasez de artesanos del oficio, debía limitarse a una producción por encargo, limitada, apenas unos diez pares semanalmente.
         Decano de los zapateros artesanos de la ciudad, Pulido ostentaba el mérito de ser pionero del movimiento  obrero y artesanal  organizado desde los tiempos de la dictadura gomecista y desde allí alentó  a los caleteros para que emprendieran una protesta contra el Administrador de la Aduana que había comprado un camión para competir ventajosamente contra ellos.  Pero como eran tiempos de la dictadura la protesta no surtió el efecto deseado sino que se volvió bumerang contra unos cuantos.
         Pulido fue uno de los primeros en introducir la motocicleta en Ciudad Bolívar.  Por las tardes y con mayor justificación domingo y días feriados, hacía tronar su máquina calle arriba y calle abajo, pero a velocidad moderada.  La costumbre de pasear en moto le duró hasta 1968 cuando las máquinas se multiplicaron y llenaron las calles de la ciudad con su secuela de accidentes, pérdidas de vidas, lisiados y ruidos ensordecedores.
Nació este artesano bolivarense  el 16 de septiembre de 1905 en una ciudad alumbrada con faroles desde las seis de la tarde que el farolero amado de una escalera y una lata de kerosene recorría todas las calles.
Antes de ejercer el tradicional oficio de zapatero,  Pulido trabajó a muy temprana edad en la Cervecería de Ciudad Bolívar que debido a la escasez de materia prima provocada por la Segunda Guerra Mundial, sólo  permaneció activa hasta 1938.
 El oficio de zapatero comenzó a ejercerlo  a los 17 años bajo la guía del  margariteño  Jesús María Quijada, el zapatero muy de moda en ese tiempo. Él le enseñó el oficio que lo llevó a Caracas a encargarse de la Zapatería de César Alcalá, después en 1934  se hizo zapatero independiente.  Entonces un par de zapatos costaba cuarenta bolívares  el más caro y 20 el barato. Y esto era posible debido a que dos bolívares costaba el kilogramo de suela.
Su mejor época fue la comprendida entre los años 34 y 45. No era el único en la ciudad, lo reconoce. Santos Rodulfo y Arístides Castro eran tan buenos como él.  Dominaban el arte, el oficio y el secreto de buen calzado cual era saberlo montar en la horma con buena suela y excelente cocido, aunque la larga vida del zapato no sólo dependía de ello sino que el usuario no fuese lo que llamamos “pata caliente”..

Los zapatos los confeccionaba Antonio Sigisberto Pulido por encargo y a la medida como bien el traje hecho por un sastre y recuerda curiosamente haberlo confeccionado 48 para un caballero que parecía venido de la Patagonia.

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