domingo, 4 de agosto de 2013

Cosechas de Mango y Sapoara

Es fuerte creencia en esta ciudad, sobre manera en los lados ribereños y periféricos, que cuando hay buena cosecha de mango habrá buena cosecha de Sapoaras.
Y en mayo de 1974 la hubo y también por coincidencia fue abundante la bendita Sapoara tanto para los de aquí como para los que vinieron  de afuera tentados de prendarse y quedarse casado con una guayanesa, como dice el merengue de Francisco Carreño.
         La cosecha de mango fue óptima, lástima que siempre se pierda casi en  su totalidad pues el mango es fruta delicada que no resiste el tiempo que se consume en llevarla para su comercio a otro lado.
         Después que el pueblo y especialmente las muchachas, lindas muchachas como Yaubí Centeno (en la foto) se han hartado de mangos, el resto que es la mayor parte de la cosecha se pierde al podrirse en el mismo sitio donde gotea.
Esto, por supuesto, después que las aves y cerdos han completado su alimentación con esa fruta sabrosa y vitamínica del trópico.
En la ciudad cada casa tiene en su patio y en el frente tres o cuatro matas de mango y las casas de las afueras con patios más anchos y granjas y ranchos campestres poseen verdaderos bosque de matas de mangos que más que por los mangos fueron sembradas por la fronda, sombra y frescura de su oxigeno. El guayanés suele descansar mejor en un chinchorro de moriche colgado bajo robustas matas de mango que en una cama muelle de alcoba con aire acondicionado. El guayanés prefiere el ambiente natural y abierto aún cuando el sol tueste la piel.
Los bolivarenses tan adictos al mango como al Merey, creían que el mango es fruto autóctono hasta que un malayo que andaba extraviado por estos lados del Orinoco, les probó con literatura en mano que este árbol de la familia de las Anacardiáceas, es muy propio de Malaya, como lo confirma además el hecho de que de las 37 especies conocidas en el mundo, todas se encuentran en la región indo-malaya, excepto dos.
Crece silvestre en Ceilán y al pie de las montañas del Hima­laya, de donde fue propagado al resto de los países tropicales. Según el Dr. D. Candolle, el Brasil fue el primer país americano en donde se plantó. El historiador Pereira da Costa informa que en el año 1646 ya se conocía en Pernambuco la "variedad o tipo de mango denominado jazmín".
Probablemente del Brasil fue llevado a Barbados en el año 1742 y a Jamaica en 1782, lo cual estaría de acuerdo con lo que afirma Don Lisandro Alvarado, de que el mango fue introducido al país después de la independencia. Vinicio Romero siempre decía siendo director de El Bolivarense, que Bolívar se canso de comer mango y tamarindo en la Casa de San Isidro.
En Venezuela, al igual que en Cuba, se ha acostumbrado di­vidir el género en dos razas distintas: la "manga" cuyas frutas tienen forma acorazonada, achatada y comprimida oblicuamente en el ápice y son bastante jugosas, de pulpa suave y en algunos tipos de poca fibra; y el "mango" de forma alargada, color verde, con mucha fibra y cuya calidad deja mucho que desear, aunque industrialmente tenga buena acogida.
Según el Dr. Pittier los tipos más comunes en Venezuela son: Mangas de hilacha, de bocado, jobo y de agua.

Mangos verdes de hilacha, grande de hilacha, de hilacha, de bocado, rosa de bocado, jobo, tachuela, camburito, pico de loro, piña y burrero abundan en las afueras de Ciudad Bolívar y también en muchos patios de casas de familia.

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