jueves, 3 de julio de 2014

Ecocidio en cabeceras del Orinoco



Los documentalistas Jorge Solé y Pedro Trebbau, quienes en 1990 filmaban para la Coproducción con la TV de Alemania Federal la serie “Grandes Ríos del Mundo”, paisajes del Orinoco, se dieron cuenta de un desastre ecológico que crecía en las cabeceras del gran río.
            A través de sus cámaras registraron los estragos causados por 3.500 garimpeiros diseminados en la región de los yanomami. Con instrumental avanzado, avionetas y helicópteros, explotaban oro en una zona de 3 ó 4 hectáreas que previamente habían deforestado.
            Un mes después (10 de mayo), el Ministro de la Defensa, General Italo del Valle Alliegro, admitió que “es cierto que en territorio venezolano, en la frontera con Brasil, realmente hay una situación donde están presentes 3.500 mineros ilegales”.
            Da cuenta el ministro de una comisión designada por el presidente Carlos Andrés Pérez para llevar adelante una evaluación y de la creación de un puesto de la Guardia Nacional con 30 efectivos para desalojar a los garimpeiros y resguardar el sitio por futuras invasiones.
            El mismo día el comandante de la Guardia Nacional, general Luis Ramón Contreras Laguado, informó que la operación desalojo se había iniciado y que “algunos mineros procedieron voluntariamente a abandonar la zona. Sin embargo, aún persisten muchos de ellos en el sitio”.
            A esta altura, y a pesar de los operativos de desalojo de la Guardia Nacional “respetando los derechos humanos de los ciudadanos”, centenares de garimpeiros persistían dentro zonas fronterizas de Venezuela. Muchos de ellos “armados hasta los dientes”, según propias palabras del diputado Carrillo Jaime, de la Comisión de Minas, se hallan en Berlamin, donde también trabajan unos 20 venezolanos.  Berlamin queda al sur-este de Santa Elena de Uairén y allá llegaron a verificar la situación los parlamentarios Carrillo Jaime, Igor Gessen y Rafael Rodríguez Acosta.
Los indios del Orinoco decían que Amalivaca periódicamente venía, dejaba testimonio de su grandeza divina y se iba. Algo parecido, pero a la inversa,  estaban haciendo los garimpeiros (en la foto uno de ellos). Vienen del otro lado de su frontera, dejan la huella de su usura dorada, se van y vuelven tantas veces como se lo permita la desguarnecida inmensidad de la selva.
            A ocho meses de la denuncia de los cineastas, los garimpeiros persistían no sólo explotando oro venezolano sino depredando y contaminando zonas vitales de nuestros más importantes cursos de agua. Hasta entonces el mariposeo diplomático poco resultado había dado.
A verificar la desgarradora realidad viajaron y se reunieron muchas veces el canciller Reinaldo Figueredo y el embajador de Brasil en Venezuela, Renato Prado Guimares. Para el 16 de enero estaba previsto que se reunirían en Caracas a fin de tratar la misma materia los viceministros de Relaciones Exteriores de Venezuela y Brasil, Adolfo Raúl Taylhardat y Paulo Tarso Flecha de Lima.
            Entretanto, y a decir del general Carlos Peñaloza Zambrano, comandante general, por tierra y aire el Ejército realizaba un patrullaje por la cabeceras del Orinoco, Cerros Delgado Chalbaud y la Neblina, para tratar de de impedir el regreso de los garimpeiros que habían provocado serios daños ecosistémicos con sus invasiones ilegales en la busca de oro.
            Según el Comandante, en el cerro La Neblina también se había detectado la presencia de los mineros brasileros y reafirmó su confianza en las  medidas y otras que estaban por venir para hacer respetar la soberanía.

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