miércoles, 25 de abril de 2012

Florinda Barazarte y su hijo Alejandro Guntermann

                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                 


El 30 de noviembre de 1942 fueron celebradas las bodas de oro de la distinguida pianista bolivarense Florinda Barazarte, organizada por el Ateneo Guayanés que era para entonces el centro de arte y cultura más importante de la ciudad y que realizaba sesiones literarias todos los sábados, trasmitidos por la emisora Ecos del Orinoco.

Florinda Barazarte era hija del periodista, poeta y revolucionario Armando Barazarte, quien junto con el escritor colombiano José María Vargas Vila fundó el periódico Cabos sueltos del Orinoco. Estudió canto al mismo tiempo que piano y debutó en el Teatro Bolívar como concertista, a los 12 años, interpretando composiciones de Beethoven y Mozart. Luego ejerció la docencia como profesora de piano en la Escuela de Música.

Contrajo matrimonio con Alejandro Guntermann Batistini y tuvo cuatro hijos, dos de ellos gemelos. Los tres primeros atacados por la aritroblastosis y el cuarto, Alejandro Guntermann Barazarte, su hijo predilecto, fue ingeniero civil graduado en la Universidad Central después de haber estudiado en la Escuela Heres cuando bajo la dirección del Bachiller Ramón Antonio Pérez funcionaba en los sótanos de la Casa del Congreso de Angostura. El bachillerato lo cursó en el Liceo Peñalver, parte alta del mismo inmueble, bajo la dirección del doctor Adán Blanco Ledezma.

Se graduó de ingeniero civil en la Universidad Central, 1946, y comenzó a trabajar en el Ministerio de Obras Públicas. Asimismo en la Dirección de Obras Públicas del estado, en Ingeniería Municipal, en el MTC y en el ejercicio privado de la profesión. Muchas de las obras de urbanismo y desarrollo del Estado, especialmente de Ciudad Bolívar que va de los años 1946 hasta 1985 cuando fue jubilado por el MTC, tienen de algún modo que ver con la dirección, inspección o los cálculos de Alejandro Guntermann.

Fue quien trazó las carreteras Adjuntas-El Pao, El Callao-Tumeremo y El Dorado. Construyó el frigorífico de San Cristóbal.

Trabajo importante en el cual intervino con cálculo de gran complejidad fue el levantamiento del muro o dique de contención que hizo posible elevar la cota y prolongación del hoy Paseo Orinoco de Ciudad Bolívar.

La ampliación del Paseo Orinoco y elevación de la cota contra las periódicas crecidas del río tapó la popular Laja de la Sapoara, a la cual cantó el poeta Héctor Guillermo Villalobos y que fue punto de convergencia y de referencia de la Ciudad Bolívar tradicionalista. Allí los atarrayadores lograban los mejores lances durante la pesca de esta singular especie de la fauna orinoqueña.

Alejandro Guntermann atribuye entera responsabilidad al entonces titular del MOP, Leopoldo Sucre Figarella, toda vez que Guntermann denunció en un informe por escrito la inconveniencia y propuso desviar el muro más adentro. Solo había que expropiar algunas casas para subir el resaltante de Santa Ana. Se hubiera no sólo salvado la laja sino evitado problemas urbanos, sanitarios y de costo.

Para Alejandrino Guntermann la prolongación del Paseo Orinoco fue realizada erróneamente en ambos sentidos, tanto la del Oeste, gestión del ministro Leopoldo Sucre Figarella, como la del Este iniciada por el presidente edilicio Antonio José Grimaldi y continuada por Domingo Álvarez Rodríguez. El produjo una memoria oponiéndose a esa obra de prolongación por el Este que como funcionario del MOP le tocó inspeccionar. No porque la obra fuese irrealizable sino por inconvenientes y perjudicial. Esa prolongación de escaso tránsito vehicular ha venido causando graves daños al ecosistema de la laguna del medio y de los Franco que cada vez que pueden se cobran el dislate. Allí no se hicieron estudios del suelo ni de cálculos.(AF)

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