lunes, 9 de abril de 2012

El Melocotón Criollo de los Bolivarenses


El 17 de enero de 1944, el Bachiller Ernesto Sifontes, observador hidrográfico del Orinoco, publicó una crónica exaltando el Mamón del Paseo Gáspari  como un hermoso ejemplar de setenta años, una preciosa mina para su propietario cada vez que cargaba, pues vendía a diez bolívares cada racimo que la gente se disputaba porque decían que el mamón era bueno para mantener la piel lozana. 
Un poco más adelante se extendía el “Morichal de La Palomera” que ocupó el Provisor y Vicario de la Diócesis de Guayana, Silvestre Guevara y Lira.  Por eso lo llamaban también el “Morichal del Obispo” en cuyo sitio creció una gigante y esplendorosa Ceiba.  En cierta ocasión se corrió la especie según la cual la Ceiba estaba preñada y la gente en romería iba a ver el extraño fenómeno que duró hasta que fue necesario talarla para transformar la vía en el actual Paseo Gáspari, nombre popularizado desde el momento en que el médico Santos Gáspari, construyó en el lugar la primera casa quinta,  El médico, muy solícito y humanitario llegó a ser Presidente del Estado, no obstante su condición de italiano.  Era que los guayaneses no reparaban en la nacionalidad sino en la inteligencia y capacidad del individuo para resolver los problemas y, sin duda, que Gáspari los resolvía sin la mayor dilación.
Por supuesto que tanto el Obispo como Gáspari disfrutaban por temporada y en tiempo de cosecha del Mamón que un vecino prefería llamar “Maco” y algunas veces  “melocotón criollo”.
En otras partes de la ciudad había este frutal, pero el del Paseo Gáspari era característico no sólo por sus drupas sino por su porte y  porque medía unos 30 metros de altura, con hojas alternas en forma de espiral.  Todo el año parecía ser temporada en especial de marzo a agosto.
La drupa de este árbol del Paseo Gáspari era redonda  de cascara verde delgada y quebradiza principalmente en su temporada de maduración y se agrupaba en grandes ramos.  La fruta en sí  rodeadas de una pulpa salmón gelatinosa, jugosa y comestible. El Bachiller Sifontes lo recomendaba aduciendo que era rica en hierro  y fósforo y que  se debía tener cuidado al consumirlo, especialmente por los niños, ya que la semilla rodeada por la pulpa es resbaladiza y si es tragada accidentalmente puede atorarse en la garganta y causar la muerte por sofocación.
Los bolivarenses, además de la pulpa, aprovechaban la almendra tostada  parecida a la del merey. Los indígenas del Orinoco consumen la semilla cocinada como sustituto de la yuca y algunas familias campesinas la convierten en horchata para curar los parásitos en los niños. . La bebida de la decocción de la hoja con sal se usa para desórdenes nerviosos y fiebres. Las gárgaras con el jugo de la hoja macerado se emplean para dolor e infecciones de garganta. Con la semilla tostada y molida se hace un jarabe o té que se toma para la diarrea. También  se utiliza para este mismo fin mezclado con miel de abeja.
Tina, la madre de Lourdes Salazar Bossio que, según el doctor José Luis Candiales, se esmeraba en endulzaba el palar de los citadinos, solía usar el mamón en refresco, postres, helados y turrones. A pesar de que el uso como frutal es el principal, la madera de este árbol es de buen diámetro y apta para obras de construcción y carpintería general.  El Señor José Rivas, ebanista que tenía su taller en el Zanjón, empleaba la madera en obras finas de ebanistería, pero para el  interiores pues no es una madera durable. (AF)

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