viernes, 30 de mayo de 2014

Monumento al Conde Cattáneo

Camino hacia la Gran Sabana, muy cerca del río Aponguao, el ejército venezolano levantó un monumento de reconocimiento al general Antonio Cattáneo, militar, explorador, minero, diplomático y aristócrata, nacido en Italia y que vivió en la Guayana de las invasiones británicas, logrando afianzar la soberanía nacional sobre vastas regiones amenazadas por el invasor.
            Antonio Cattáneo, Conde de serrano, asimilado venezolano, junto con Lucas Fernández Peña y el general Domingo Sifontes, fue un bastión de defensa de la región del Yuruary y, precisamente, el monumento en su honor se levantó en una zona donde tuvo gran actividad en rechazo de las incursiones tanto brasileras como guayanesas. El monolito con un escudo de armas está situado en un sitio turístico y ahora es conocido por los que trafican por la carretera que conduce hacia la Gran Sabana.
            El Conde Cattáneo, según el libro que escribió Horacio Cabrera Sifontes en 1972, llegó muy joven a nuestro país y aquí vivió durante 60 años hasta la hora de su muerte el 30 de junio de 1970. Destacó por sus actividades militares al lado de nuestro ejército, fue co.-fundador de las  actuales Fuerzas Armadas de Cooperación y se convirtió en un fiel defensor de nuestra zona limítrofe. En tiempos de Castro desempeñó importantes cargos, entre ellos el Consejero de la Presidencia de la República y se le atribuye el  desalojo de los colombianos del Cabo La Vela.
            Luego de cumplir esas acciones, se vino a Guayana donde incursionó en la explotación del oro y caucho en la selva, levantó el plano topográfico del río Venamo y fue jefe expedicionario en varias guerras locales, entre ellas la aparatosa toma de Guasdualito por la cual mereció el ascenso a general de brigada venezolano.
            Hizo de Venezuela su segunda patria y fue consecuente con ese sentimiento hasta la hora de su muerte en la que sólo lamentaba no haber visto finiquitado el diferendo con la Guayana Británica.
            Muchos años el Conde Cattaneo vivo internado en la selva y esporádicamente venía a Ciudad Bolívar a saludar a sus amistades, viejos mineros y balateros, a comprar bastimento y vender una que otras pepitas de oro o piedras preciosas que lograba manejando la bates o la Suruca en algunos de esos ríos de la Gran Sabana.  En una de esas periódicas venidas conoció al Maestro Rómulo Gallegos cuando estuvo en Ciudad Bolívar haciendo los contactos necesarios para recoger el material orar que requería para cumplir su sueño de escribir la novela de la selva.  En esa novela de la selva conocida con el nombre de “Canaima” aparece la figura del Conde Cattaneo con el apelativo de Conde Gaffaro” que conoce los secretos y misterios de ese otro mundo habitado por tribus y animales y donde los antiguos volcanes gestaron las riquezas minerales.
            El conde Cattaneo que abandonó la placidez y buena vida en el Palacio Real de Quirinal para refugiarse en lo más ignoto y profundo de Guayana, terminó siendo un gran defensor de sus fronteras y un amante de su selva y su prodigiosa fauna, de lo cual da testimonio esto que en  una parte de sus memoria quedó escrito: ““Naturalmente que el monte atemoriza al inexperto y le hace crecer el miedo que ya él le tiene desde afuera.  La pobre selva ha sido calumniada.  Para mi es lo más atrayente e interesante que pueda existir.  Ver animales en su hábitat natural, que todavía no le temen al hombre, satisface la curiosidad.  Es tan interesante, que cuando el animal se a queda uno con el sentimiento de no haberlo contemplado satisfactoriamente”


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