domingo, 16 de septiembre de 2012

El Corcel de las crines albas


El 18 de mayo de 1950, la novela El Corcel de las crines albas de la escritora guayanesa Lucila Palacios (en la foto), fue favorecida con el Premio de Narrativa “Arístides Rojas”, presentada al concurso nacional con las letras A: C. M, iniciales invertidas de su nombre legítimo Mercedes Carvajal (de Arocha).
La novela es el producto de un viaje realizado ocho años atrás a Margarita con el propósito de ambientarse para escribir una novela sobre los pescadores, pero una vez en la isla la cautivó el tema del contrabando y en ese sentido lo enfocó ceñida a la realidad, pero dentro de una atmósfera de leyenda. Gallegos también vino a Guayana a escribir una novela sobre la Sarapia y terminó concibiéndola sobre la selva.
En El Corcel de las crines albas Lucila Palacios destaca las virtudes del pueblo margariteño que por causas sociales se ve obligado al trajín del contrabando como un medio de subsistencia. Un pueblo honrado, incapaz de robar una aguja, pero que comercia en el contrabando como medio naturalmente propicio para vivir.
Entre los personajes de la novela premiada destaca la figura de Martina, una muchacha descendiente de marinos y contrabandistas que en principio rechaza el modo de vida de los suyos, pero que se ve envuelta en el contrabando ante la necesidad. Eufrosina, la madre de la joven, mujer de espíritu enérgico, la “Mejor Marera” de los contornos. Tomaso, patrón de la barca, y Pablo Amzra, comerciante financiador de los gastos del contrabando, pero que no figura en ninguna de las transacciones, son otros de los protagonistas.
El Corcel de las crines albas, título de la novela, configura para la autora el mar como corcel. Cuando los hombres margariteños, agobiados por las circunstancias adversas, tienen que abandonarlo todo, enrrumban las barcas hacia el mar como potros con las crines plateadas. Hay un camino nuevo hacia la reconstrucción de su suelo y de su destino.
Según Bettina Pacheco Oropeza, profesora de la ULA, en El Corcel de las crines albas es una de las pocas veces que el Mar Caribe es tratado. “Críticos han señalado que, con contadas excepciones, el mar está ausente en la literatura venezolana como consecuencia de que hemos vivido de espaldas al Caribe, gesto inexplicable en un país que se define como caribeño. De tal manera que resulta todo un hallazgo toparse con el protagonismo del mar en dos obras literarias poco leídas y menos estudiadas: El corcel de las crines albas, de Lucila Palacios, y los Cuentos del Caribe, de Gloria Stolk, subraya la profesora universitaria”.
Por su parte, el crítico Eduardo Casanova, expresa que Lucila Palacios, “a pesar de que en muchos sentidos representó un retroceso en comparación con los colosos que la precedieron en la novelística, tuvo grandes méritos: entre ellos el ser la tercera mujer que afrontó con decisión y una gran valentía la tarea de ser escritora, el haber perseverado en la novelística hasta convertirse, con sus doce títulos, en mucho más prolífica que todos sus antecesores y que casi todos sus sucesores, y el ser la primera mujer que alcanzó el honor de ser Miembro de Número de la Academia Venezolana de la Lengua Española. Quizá sus novelas, en general, no tuvieron la misma calidad que las de José Rafael Pocaterra, o Rómulo Gallegos o Teresa de la Parra o Mariano Picón Salas, ni las de Ramón Díaz Sánchez, Antonio Arráiz, Antonia Palacios o Arturo Uslar Pietri, pero sí un nivel digno que coloca su nombre entre los de los buenos escritores de nuestro país”. (AF)

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