martes, 24 de julio de 2012

Los Baños de La Mariquita

El 4 de junio de 1929, vientos huracanados azotaron a Ciudad Bolívar, volaron los techos frágiles de varias viviendas y derribaron árboles, entre ellos, un enorme y frondoso Matapalos en los Baños de La Mariquita a donde iban los citadinos a pasear y recrearse bajo una cristalina cascada del río San Rafael.

Bañistas que disfrutaban la cascada escaparon milagrosamente de ser aplastados por el Matapalos. Entonces La Mariquita se estaba haciendo famosa no sólo por lo reconfórtante de la cascada sino porque allá o procedentes de allá solían registrarse accidentes bastante lamentables.

La Mariquita era uno de los lugares bucólicos de recreación pintorescos de la ciudad, dominado por una cascada ideal para los bañistas y donde un corso de apellido Pinelli, emparentado con la familia Liccioni, tuvo una cría de animales. Estaba realmente en pleno bosque, a tres cuartos de horas a caballo y a una hora y media a pie desde la ciudad cuando todavía no había llegado el automóvil.

Cuando los franceses Jean Chanfanjon y Augusto Marisot estuvieron en Ciudad Bolívar en 1886-87 realizando exploraciones botánicas, pasaron varios días inolvidables en La Mariquita según recogen en sus memorias. Aquí batieron “pájaros de todos los colores y de todos los tamaños para colecciones, desde un pájaro azul cabeza negra y blanca del tamaño de una gallina de Guinea, hasta colibríes, los más microscópicos pájaros moscas”.

En el paraje de La Mariquita, en lo alto de una vega, se alimentaron con tórtolas, periquitos, perdices y pequeños hortelanos. El sudor abundante del verano de abril lo aplacaban con el fruto del manzano de caoba de propiedades astringentes y por la tarde siguiendo un tanto el rito europeo del té y galletitas, tomaban guarapo acompañado de casabe junto con dos peones que le sirvieron de grata compañía.

Los garajes de la ciudad alquilaban automóviles para ir de paseo a La Mariquita y el servicio se hizo tan frecuente que la Municipalidad estableció una tarifa de dos bolívares por un paseo en vehículo hasta aquellos bosques, invadidos en los años 60 por el Arzobispo Crisanto Mata Cova para numerosos damnificados que allí se asentaron bajo el manto de la Virgen del Valle. Por eso se llama Barrio Virgen del Valle, de nombre solamente porque ya es parte del desarrollo urbano de la ciudad.

El barrio “La Mariquita” que ya dejó de ser barrio para transformarse en un conglomerado urbano con todos los servicios, nació en mayo de 1967 al calor de 80 familias invasoras que vivían arrimadas y carecían de techo propio.

Esas familias venían de ser desalojadas de un terreno proyectado para la urbanización Andrés Eloy Blanco, en la avenida de su nombre.

Ante la medida de desalojo, los invasores alegaron que estaban construyendo ranchos en la zona por insinuación de Monseñor Crisanto Mata Cova, quien hacía poco se había posesionado del arzobispado. Monseñor tratando de amparar a los invasores, viajó a Caracas a entrevistarse con el Presidente de la República para tratar el caso, mientras tanto un grueso pelotón de policías, atendiendo instrucciones del presidente edilicio, procedió a tumbar los ranchos dejando a sus propietarios y corotos debajo de los árboles.

Estas ochenta familias, amparadas por el prelado, se reubicaron en la zona de “La Mariquita” que Monseñor Mata Cova bautizó con el nombre barrio “Virgen del Valle”, lo que llevó al concejal Antonio José Grimaldi a señalar al Arzobispo como el “primer invasor de tierras de la ciudad capital”.

A raíz de este suceso fueron desapareciendo la cascada y por lo tanto los atractivos como bucólicos baños de La Mariquita. (AF)

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