lunes, 20 de febrero de 2012

Carnavales de 1915


Los carnavales de Ciudad Bolívar tenían fama a nivel nacional hasta el punto que uno de los primeros documentales fílmicos realizados en Venezuela estuvo dedicado a los Carnavales del Orinoco y según publicaciones de la época, los de febrero de 1915 fueron realmente esplendorosos y conmovedores por su significado simbólico, toda vez que estuvieron dedicados al desiderátum de la paz pues se estaba saliendo a dura penas de una Conflagración en la que estuvo implicada casi toda Europa.  De suerte que las carrozas y lindas mujeres que desfilaron por el Paseo Falcón (Orinoco) representaban a todas las naciones del orbe y en lo más alto de la carroza la Reina de la Paz en la persona de Magdalena Hermoso.

Durante los tres días oficiales del Carnaval los poetas no encontraron otra fuente de inspiración que las festividades del Rey Momo y así todas las páginas de los periódicos se vieron colmadas de poemas como este: “Algarada febril, risas y voces / la humanidad alegre y alocada / lanza en la bulliciosa mascarada / la frase de cajón “No me conoces” / Él vino incita a los sensuales goces / el baile induce a la gentil tapada / y una escena de besos salpicada / es causa de los dramas más atroces / Los labios de las gulas brindan mieles / Se oye un ruido locuaz de cascabeles / del dios Momo que agita su atributo / Y allá con su colombina en un palco está Pierrot /  que vestido de oro y talco / echa las serpentinas por minuto”.


O como este titulado “Cascabeles”: El carnaval es la fiesta / do el alma en su anhelo apura / cuando la humana locura /sus atributos le presta / porque en ella se alza enhiesta /envuelta en sus colorines / la comparsa de arlequines / y donde quiera se mira / Hecha verdad la mentira / al son de los bandolines / como surgen las ideas / en la mente soñadora / la gente derrochadora / va derramando grageas / y las Venus y las feas / forman aquí su paraíso / mientras se agita el payaso /y vuelan las mariposas /  de envidian mueren las rosas / en los corpiños de raso / con los falsos oropeles / y la roja porcelana / va tejiendo su cortina…”.

¡El Carnaval! ¡Las carnestolendas! Preliminares de juntas, comisiones, designados y delegados, idas y venidas, dimes y diretes, cacicazgos y magisterios intermitentes. Algunas comparsas, bastantes máscaras en parejas, muchas sangrías al portamonedas y la mar de contribuciones.


El programa al fin nutrido, copioso y prometedor como profesión de fe. Paseo inaugural, toros, cintas, cucañas, piñatas. Ataques con confites, polvos, maicena, agua y hasta con negro humo y con plantillas si se tercia. Florecimiento de los bailes más o menos improvisados y de todos los matices, géneros y estilos. Ocasiones únicas para los enamorados, agosto de tiendas y cantinas, trajín supremo para los músicos profesionales o aficionados. Apogeo en la eclíptica de los borrachos, primavera de los tenorios y río revuelto para chicas en sed de vacante y viudas en estado de merecer. Miércoles de ceniza: estropeo general, actos de femenina contrición bajo la simbólica cruz gris y trabajo sobrecargado de las escobas, escribió un personaje que se firmó con estas tres letras: F. R. Y.


De manera que los Carnavales de Ciudad Bolívar en 1915 dieron mucho de qué hablar por lo fastuoso y acogida que tuvo en la prensa y no era para menos, pues en la silla gubernamental estaba el guayanés de pura cepa, general Marcelino Torres García (AF).

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