sábado, 31 de enero de 2015

Alergólogo Sambrano Perdomo


El doctor Miguel Eduardo Sambrano Perdomo nació el 20 de febrero de 1944 y falleció en Ciudad Bolívar el 30 de mayo de 1997, a la edad de 53 años, víctima del cáncer.
Alergólogo y doctor en microbiología, ejerció la docencia en la Escuela de Medicina del Núcleo Bolívar de la Universidad de Oriente desde el Departamento de Parasitología. Publicó varios trabajos de investigación y aún le quedaba tiempo para sus estudios y oficios en la Logia Asilo de la Paz Nº 13 y para el ejercicio de la política como concejal y presidente del Concejo Municipal de Heres, apoyado por el movimiento socialcristiano del cual fue militante activo.
Estudió primaria en el Colegio La Milagrosa, secundaria en el Peñalver y superior en la Facultad de Medicina de Sevilla, donde también estudió microbiología e inmunología y llegó a ser instructor de la misma facultad durante cuatro años. Asimismo médico cirujano residente en la Unidad de Vigilancia Interna del Seguro Social de Cádiz. Más tarde se especializó en alergología.
Al regresar a Venezuela y mientras revalidaba en la Universidad de Carabobo, ejerció la medicina general en El Manteco del estado Bolívar y posteriormente hasta ingresar al Departamento de Parasitología de la Escuela de Medicina de la UDO, donde hizo carrera hasta profesor titular. En varios de los 50 eventos científicos a los que asistió presentó interesantes trabajos, entre ellos, sobre la fauna acarina alergógena, de investigación bacteriológica epidemiológica de microbacterias atípicas en la orina de pacientes con afecciones del aparato génito-urinario, la parasitosis intestinal en las poblaciones del Orinoco, resistencia de los gérmenes a los tratamientos con antibióticos y contaminación del Hospital Universitario Ruiz y Páez por pseudomonas aeroginosas, en el último caso, pusieron al descubrimiento que muchos ingresados al hospital con patologías diferentes complicaron su cuadro de enfermos a causa de la pseudomonas aeroginosas. Pero, posiblemente, su trabajo más interesante sea el de los ácaros asociados al proceso alérgico del asma.
De cada cien personas, unas cinco padecen de asma o de “ahoguillo”, nombre con el cual se conoce desde los tiempos de Hipócrates, un afamado médico de la antigüedad, a quien le importaba más el honor que el sufrimiento de los enemigos de la patria. Entonces -y todavía- el ahoguillo se curaba con magia, también con brebajes y pócimas a base de aceite de raya o de reptiles, coco de mono, corazón de morrocoy o de la sábila.
Afortunadamente, la ciencia no se ha quedado atrás y desde la década de los años 40 se le ha dado gran impulso a la investigación para tratar entre la enfermedad de la que poca gente muere, pero la que muchos padecen y llevan una pesada cruz durante el resto de su vida.
El doctor Sambrano Perdomo, quien por un tiempo me mantuvo informado de sus trabajos de investigación y a quien a cierta ocasión acompañé a una de sus espontáneas campañas filantrópicas para atender masivamente a la gente de las zonas rurales, no contó que cuando se iniciaba en su carrera de alergólogo asomó en un congreso la posibilidad del polen como agente causante del asma en determinados casos, y sus colegas delegados se rieron de él. Hoy en día está demostrado hasta el punto de que en Madrid el periódico ABC informa diariamente, tal como lo hace en el estado del tiempo, sobre la cantidad de polen por metro cúbico copulan en el ambiente, a fin de que los alérgicos tomen sus previsiones al salir a la calle. En cuanto al asma intrínseca, es muy difícil de curar porque obedece a mecanismo interno del organismo o de la hemostasis.




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