miércoles, 18 de enero de 2012

La refacción del Teatro Bolívar


En los primeros meses de 1918 comenzaron los trabajos de refacción del Teatro Bolívar debido al deterioro del maderamen del plafón. El ebanista Cosme Hernández inició  los trabajos bajo la dirección del ingeniero  municipal J. Mendoza Briceño a un costo de 20 mil bolívares.

Las reparaciones no pasaban de ser “paños calientes”, pues el problema arquitectónico del teatro era estructural. Las bases no estaban lo suficientemente consolidadas como para soportar la carga de muros y techo y ello daba lugar a peligrosos agrietamientos que llevaron a las autoridades regionales y municipales a tomar medidas más radicales.

A causa de ese deterioro el teatro estuvo largo tiempo paralizado. Entonces se resolvió cederle en calidad de préstamo al Colegio Español Nuestra Señora de las Nieves, bajo la dirección de las Hermanas Dominicas, 20 filas de sillas y 12 bancos largos hasta que se concluyeran los trabajos de refacción.

Las labores iban parejas con la pavimentación del casco urbano en el que se había empeñado el presidente Marcelino Torres García. El Paseo La Alameda era objeto de atención y se satisfizo asimismo la demanda de los parroquianos de dotarlo de 28 bancos de piedra y cemento armado. De Igual manera se  extendió la calle Dalla Costa hasta la calle Lezama.

Los trabajos a veces se veían interrumpidos porque era tiempo de lluvias y de truenos también. Tan es así que a las 4:00 de la tarde del 14 de mayo se desató una tempestad sobre la ciudad y un rayo impactó sobre el edificio de la Cervecería de Ciudad Bolívar, haciendo pasar un “susto gordo” a todo el personal. El rayo produjo un chispazo en la sala de máquinas a través de los conductores de la fuerza eléctrica y se perdió por los soportes metálicos sin causar daños mayores. Por lo menos no se paralizó la venta de cerveza tan solicitada sobre manera al francés Francois Retal, quien tenía en el paseo Falcón un establecimiento llamado Cervecería donde además de la cerveza ofrecía al detal artículos de abasto como mantequilla, aceite, salsa, chocolate y conservas importadas.

Lo ingrato de las cervecerías era que lo consumidores pasaban la de San Quintín a la hora de drenar la abundante consumición, lo que obligó a la Municipalidad a disponer que los propietarios de inmuebles construyeran letrinas, para lo cual establecía el lapso de seis meses al cabo de los cuales si la tal disposición no se había hecho realidad, la Municipalidad contrataba los servicios de un albañil con el que el dueño del inmueble adquiría automáticamente la obligación del pago.

El presidente del estado Marcelino Torres García, quien  construyó una quinta en Ojo de Agua donde fijó su residencia y agasajaba a sus amigos, apoyó la decisión de la Municipalidad y pidió su colaboración para sembrar palmas en el Paseo 5 de Julio hasta La Lajita. La Lajita llamaban los bolivarenses a la enorme piedra sobre la cual se yergue la Casa de San Isidro. Por supuesto, no existía la avenida Táchira, pero estaba muy activo y transitable la vía del Trabuco, menos por las noches por temor a los aparecidos.

Una vez que terminaron los trabajos de refacción del Teatro Bolívar, el presidente Marcelino Torres García aceptó la idea de varios intelectuales y miembros de la colonia española de estrenar el teatro con unos juegos florales por el Día de la Raza. La reunión con ese propósito tuvo lugar en la casa del bachiller César Augusto Acosta, donde se nombró una junta organizadora presidida por Gabriel Beltrán Dalla Costa. (AF)

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