lunes, 18 de agosto de 2014

Nalúa Premio Mexicano de Antropología


Nalúa Rosa Silva Monterrey, directora del Museo Etnográfico de Guayana, ganó el Premio Nacional de Antropología Física de México.
La noticia le llegó sorpresivamente el 15 de marzo de 1988, por el correo y debió inmediatamente viajar a la capital azteca para recibirlo junto con su colega María Juana García Valdez, pues fue un trabajo conjunto sobre la relación trabajo-salud de los obreros perforistas de la industria de la construcción mexicana.
El premio ya es tradicional y lo otorga el Instituto Nacional de Antropología e Historia de México para las áreas de Arqueología, Lingüística, Etnografía, Historia, Antropología Social y Antropología Física. En esta última especialidad resultó ganadora la venezolana junto con la mexicana María Juana Valdés García. Ambas fueron hasta el año 86 estudiantes de la Escuela Nacional de Antropología, dependiente de la misma institución.
El Instituto Nacional de Antropología abarca lo que es el conocimiento de esa disciplina, desde la formación de investigadores hasta el control de todo el legado histórico cultural de México.
La antropóloga Nalúa Rosa, hija del ex gobernador René Silva Idrogo, dijo al recibir la grata noticia que el trabajo premiado trata de establecer la relación trabajo-salud del obrero perforista, desde la perspectiva antropológica, la repercusión que tiene a nivel de salud el trabajo de perforar calles, visto desde una perspectiva global.
Por ejemplo -expresa-, nosotras hicimos varias pruebas a los obreros, estudiamos sus condiciones de vida, capacidad vital, radiografía de las manos, características morfológicas, biomecánicas, etc. Es decir, abarcamos la gran cantidad de aspectos incluyendo el social relacionado con el desempeño de esa actividad. Lo que hicimos en resumen, fue evaluar el número de problemas para concluir en que el trabajo de perforista hecho en determinadas condiciones, como es la falta de protección y de equipos de seguridad, altera el ciclo fisiológico.
Nalúa Silva Monterrey nacida el 18 de febrero de 1962, preocupada desde su infancia por el origen del hombre, se interesó por la arqueología, a pesar de que su padre prefería siguiera la carrera de arquitectura. Al final su padre accedió y la mandó a Inglaterra, primero inglés para luego entrar a lo que ella quería.
Pero se dio cuenta que el pensum que tenía la universidad para arqueología estaba netamente enfocado hacia las islas británicas. ¿Y qué iba a hacer con especializarme en eso, si pretendía regresar a trabajar a Venezuela? Entonces cuando terminó su curso de inglés en la Universidad de Cambridge, no continuó arqueología, regresó. Entró entonces a estudiar arquitectura en la Universidad Central de Venezuela, como quería René Silva. Terminó el primer año pero no estaba a gusto, y se vino otra vez a Ciudad Bolívar pensando en cambiarse y estudiar antropología, porque la arqueología es una especialidad de la antropología. De suerte que le escribió a las embajadas y algunas le respondieron enviándole las direcciones de las universidades en las que podría hacerlo, entre ellas, la Escuela Nacional de Antropología e Historia de México. Allá fue a tener hasta licenciarse en Antropología Física.
Hoy en día, Nalúa es doctora en Antropología Social y Etnología luego de un postgrado en la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de París, profesora en la Universidad Nacional Experimental de Guayana, ha desarrollado, durante muchos años, un trabajo estrechamente vinculado con los indígenas de la región. Cofundadora del Centro de Investigaciones Antropológicas de la misma Universidad y con más de cuarenta publicaciones científicas en su haber, coordinó técnicamente el proyecto de demarcación de tierras para el territorio ye’kwana y es una apasionada luchadora por los derechos de los pueblos indígenas, así como por la conservación de la cuenca del río Caura.

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