martes, 25 de febrero de 2014

Lápida de la tumba de Heres


El prócer de la independencia americana, el angostureño general Tomás de Heres, quien no toleraba a los italianos, seguramente porque su principal opositor político lo fue siempre el rico comerciante veronés Juan Bautista Dalla Costa, tuvo que soportarlos, sin embargo, después de su muerte. ¿Casualidad, ironía del destino o fraude simplemente? ¡Vaya usted a saberlo! Lo muy cierto es que mientras gobernó la provincia de Guayana, Dalla Costa, tildado de hombre liberal y progresista, le hizo la más feroz y encarnizada oposición. De aquí que el asesinato de Heres, acaecido el 9 de abril de 1842, se lo cargaran a la agrupación política adversa donde militaban guayaneses distinguidos y comerciantes de origen italiano como el propio Dalla Costa, sus hijos y el periodista Cristiano Vicentini.
         Pero después de su muerte, según se evidenció el 5 de diciembre de 1981, Tomás de Heres tuvo que continuar soportando a los italianos de Angostura. Esta vez fue de un modo curiosamente increíble. La lápida marmórea que cubría su tumba, con un solemne epitafio, fue sustraída y aprovechada por un lapidario de apellido Acosta, quien la grabó por el reverso y la ofreció para la tumba de dos italianos que fueron esposos de una guayanesa cuyo destino parecía ser el de vivir viuda toda la vida.
         ¿Quién era esa viuda? Se llamaba Felícita Martínez, casada en primeras nupcias con José Goveia, fallecido en septiembre de 1905. Luego se casó con Santos Gallotti, fallecido en 1925. Ambos italianos fueron a parar a la misma tumba para la cual Felícita dispuso de la gran placa marmórea sustraída a la tumba de Heres y grabada por el reverso, la cual le costó 266,94 pesos. La lápida estuvo desde 1905 hasta 1965 sobre aquella tumba ubicada casi en el centro del Cementerio Municipal. Decimos hasta 1965 porque en ese año, concretamente en noviembre, la tumba fue reabierta para inhumar allí los restos de Enrique García Martínez, sobrino de la viuda Felícita, quien antes también había sido enterrada allí.
         La lápida fue finalmente rescatada por el poeta Rafael Pineda para exhibirla en el Museo de Ciudad Bolívar en le casa del Correo del Orinoco, donde se encuentra.
         Se supone que la lápida fue aprovechada y vendida por el lapidario Acosta cuando los restos del prócer Tomás de Heres fueron exhumado del Cementerio Centurión para ser inhumados en la Catedral  junto con los del Capitán de Navío  José Tomás Machado.
Efectivamente, los restos de Heres que se hallaban en bóveda prestada, fueron exhumados e inhumados en la Catedral, igualmente los del prócer José Tomas Machado, quien había fallecido el 30 de enero de 1862.
El 16 de noviembre de 1942, a los cien años del atentado, los restos del general Tomas de Heres volvieron a exhumarse y esta vez para rendirle los honores del Panteón Nacional.
El testimonio del lugar donde se encontraban los restos, lo dio el albañil Pedro Calderón, quien en 1895 le puso a la Catedral el piso de mosaico. También fueron exhumados los restos del capitán de navíos José Tomas Machado. Se hallaban dichos restos inhumados en fosas hechas de adobes y mezcla mulata (cal, arena y tierra) piso de ladri­llo.
Actuaron en la ceremonia de exhumación, el juez Francisco D' Enjoy  Rávago, el Presidente del Estado coronel Carlos Meyer y los familiares del prócer Clara Rodil de Machado, Gabriel Rodil de Ortiz, Rosalía Ortiz de Jara y Mercedes Rodil de Astor, así como el Deán de la Cate­dral Dámaso Cardozo. Comisionados para el traslado a Caracas el 24 de noviembre: José Gabriel Machado  y J.M. Carrera.



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