jueves, 10 de noviembre de 2011

La explotación del caucho



El  caucho, árbol que crece en zonas de humedad alta, se localiza en la Cuenca del Caura y en el Alto Orinoco. Aquí en el Alto Orinoco, la CVG, en tiempos de Sucre Figarella, llevó adelante una siembra sistemática para recuperar este recurso explotado irracionalmente hasta los años de 1920 cuando comenzó a disminuir su demanda en el mercado internacional a causa de la competencia que le hacían los cultivos de plantaciones asiáticas y la industrialización del caucho sintético.
            Los árboles productores de caucho, balatá, aceite de copaiba, substancias colorantes, gomas y demás resinas que constituyen la riqueza de los bosques del Estado Bolívar, eran talados por los explotadores, a fin de extraer mayor cantidad de productos y obtener rápidas ventajas económicas.
En conocimiento el Ejecutivo Regional de tan indignante depredación, emitió un decreto disponiendo que sólo podían explotarse los árboles que alcanzaran el desarrollo necesario “por estar en condiciones de resistir los procedimientos de extracción sin que las incisiones y perforaciones que se hagan en cada árbol pasen de la primera y segunda capa cortical pudiendo descortezarse solo el tronco de los árboles en tiras longitudinales que no excedan de cinco centímetros de ancho, alternando con fajas de corteza que se dejan de quince centímetros de ancho de manera que en los espacios descubiertos se reproduzcan la corteza, siendo indispensable cubrir dichas incisiones  o perforación con arcilla o greda que impidan la putrefacción y muerte del árbol”.
El decreto estaba basado en una Resolución del Ministerio de Fomento del 13 de enero  de 1907,  prohibiendo en absoluto la tala de los árboles que en los terrenos baldíos de la nación contienen las substancias arriba mencionadas o alguna otra que tenga valor comercial distinto del intrínseco de la madera, así como todos los demás artificios que comprometan la vida de dichos árboles.
Después de que John Dunlop inventara los neumáticos en 1887, el caucho pasó a ser el oro blanco de la selva sudamericana. En el norte de la selva amazónica (abarca territorio venezolano, colombiano, ecuatoriano y brasileño) la fiebre del caucho provocó grandes masacres.
El rechazo a estos métodos criminales, avaros e injustificables ha quedado inscrito en las páginas de la literatura. La novela “La Vorágine” del colombiano José Eustacio Rivera o el libro “El río”, exploraciones y descubrimientos de en la selva amazónica de Wade Davis, son muestras de ello.
Los indígenas hombres fueron sometidos a la condición de trabajadores forzosos y las mujeres indígenas  humilladas. Miguel Loayza, un capataz que tuvo Arana como matón y ayudante esclavizó a muchas indígenas entre nueve y trece años. Le servían de concubinas que permanecían encerradas para que él las violara cuántas veces quisiera. De acuerdo al escritor Wade Davis los abusos eran tan notorios que les afectaba hasta la propia contextura física:
La explotación del caucho, más que en Guayana, tuvo sus grandes centros de operación en la Amazonía Peruana, Brasileña y Colombiana.  Generó tal actividad que ciudades como Iquitos (Perú) o Manaos (Brasil)  se transformaron en centros de gran prosperidad económica, pero también de los más lamentables abusos en contra de la especie humana.
En 1885 los ingleses sacaron semillas fuera de la zona y lograron plantarla con éxito en las colonias asiáticas (Malasia) y zona subtropical de África (Liberia y Congo). A Liberia se le llegó a llamar el país de la Firestone, donde esta compañía tenía inmensas plantaciones. Hacia 1915 se comercializaron las primeras partidas de caucho de estas plantaciones a precios sin competencia posible para los caucheros de la Amazonía lo que provocó su debacle económica de la región y la de los caucheros. (AF)

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