viernes, 12 de junio de 2015

El Mango manjar exquisito

No sé qué será de ellas, pero en julio de 2001, Ramona Cazaniello e Ivanna Hofer llevaban cuatro años dedicadas a inventar maneras de transformar el mango en manjares especiales, bebidas refrescantes y hasta medicinal. Ponche crema, té, tintura de las hojas, orejones, salsa para carnes y hasta un antipasto de mango habían surgido de esas dos fértiles imaginaciones en la vía a Río Claro. Estas mujeres estaban entonces inmersas en la cruzada de dar a nuestra fruta más común, muchas otras caras de las que puedan existir, incluso en Malaya de donde se dice que es originario el mango. Este fruto de la familia anacardiáceas, no es autóctono de Venezuela y menos de Guayana como muchos creen, sino originario de Malaya o Malasia, antigua colonia británica, como lo confirma el hecho de que las 37 especies más conocidas se encuentran en esa región indo-malaya, excepto dos. Es posible que los ingleses hayan traído la semilla a Guayana durante la guerra de independencia, aunque lo más seguro es que haya venido del vecino Brasil donde se cree se conocía desde el siglo diecisiete. Crece silvestre en Ceilán y al pie de las montañas del Himalaya, de donde fue propagado al resto de los países tropicales. Según el Dr. D. Candolle, Brasil fue el primer país americano en donde se plantó. El historiador Pereira da Costa informa que en el año 1646 ya se conocía en Pernambuco la “variedad o tipo de mango denominado jazmín”. Probablemente del Brasil fue llevado a Barbados en el año 1742 y a Jamaica en 1782, lo cual estaría de acuerdo con lo que afirma Don Lisandro Alvarado, de que el mango fue introducido al país después de la independencia. Su nombre deriva probablemente del malayo “mangga” que a su vez procede del tamil “mankay”. En Venezuela, al igual que en Cuba, se ha acostumbrado dividir el género en dos razas distintas: la “manga” cuyas frutas tienen forma acorazonada, achatada y comprimida oblicuamente en el ápice y son bastante jugosas, de pulpa suave y en algunos tipos de poca fibra; y el “mango” de forma alargada, color verde, con mucha fibra y cuya calidad deja mucho que desear, aunque industrialmente tenga buena acogida. Según el Dr. Pittier los tipos más comunes en Venezuela son: mangas de hilacha, de bocado, jobo y de agua. Mangos verdes de hilacha, grande de hilacha, de hilacha, de bocado, rosa de bocado, jobo, tachuela, camburito, pico de loro, piña y de burro. Los ingenieros agrónomos Diego F. Serpa A., Maximiliano Figueroa y Fredy Leal Pinto opinan que no pueden considerarse todos los tipos de mango descritos por el Dr. Pittier, como variedades hortícolas, debido a que su propagación siempre se ha hecho por semilla, salvo en muy raras excepciones, y si han conservado sus características es porque son tipos poliembriónicos. Ellos clasifican los mangos existentes en el país, con relación a su procedencia, en tres grupos: Mangos introducidos desde las Antillas como poliembriónicos que incluyen los tipos descritos por el Dr. Pittier. Entre ellos se refiere a mangos injertados procedentes de Trinidad que por lo real se encuentran en la región noreste de los estados Mor y Sucre, y en zonas del estado Bolívar. Se estima que árboles fueron injertados con variedades de mango, y que al propagarlos por semilla en el país han perdido características debido a su origen monoembriónico. En Ciudad Bolívar crece casi silvestre como el merey y es rara la casa de campo que no cuente con matas de mango. Los bolivarenses suelen decir que cuando hay buena pesca de sapoaras seguro que también hay buena cosecha de mangos. Vinicio Romero dijo en cierta ocasión que Simón Bolívar probó el mango por primera vez en Angostura. No sé de dónde obtuvo ese dato tan curioso como novedoso, pero lo que sí tiene lógica es que El Libertador haya saboreado lo agridulce del Tamarino, puesto que su cabalgadura la amarraba bajo el Tamarindo de la Casa de San Isidro. (AF)

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