miércoles, 21 de diciembre de 2016

La sabrosura del mango


Bocholt es una ciudad alemana próxima a la frontera con Holanda, donde se habla el alemán antiguo, que viene siendo el idioma holandés actual.  Allí nació, poco antes del estallido de la Segunda Guerra Mundial, Wolfgang Schrorder Lennartz, un profesional de la hotelería, del turismo y del arte culinario, vinculado a nuestro continente por ese puente que significa el turismo internacional.
         Llegó a Venezuela el 8 de agosto de 1981, contratado por Evca, una empresa norteamericana de consumo, dedicada a la elaboración de comidas para comedores industriales.        Wolfgang vino formando parte de un grupo de diez técnicos de diferentes países, especializado en comidas internacionales, para poner en marcha los comedores de los campamentos de trabajo de la Gran Presa  de Guri.
         Veinte días después de haber llegado directamente de Europa a Guri, el grupo organizó y puso a funcionar los comedores.  El 28 de agosto salieron las primeras comidas para 8 mil obreros que laboraban en la construcción de la última etapa de la presa.  El contrato era por seis meses mientras se entrenaba al personal.  Pero Wolfgang, a pesar que se le agotó el tiempo del contrato, Se quedó en Guayana, con otros centenares de extranjeros que adoptaron esta tierra como segunda patria porque siempre les fue imposible resistirse a la magia del agua y de la selva.
         Pero, por qué no decir también, al encanto de la mujer venezolana?  Porque, en el caso de Wolfgang, Conchita, su esposa, excelente profesional de la medicina, fundadora de los servicios de terapia intensiva en Guri y Presidenta del Colegio de Médicos, es una caraqueña gentil que comprometió su destino con el hombre venido de mundos tan distantes.
         Cuando Wolfgang aceptó la oferta por seis meses como entrenador de cocina en Guri, quiso saber en qué parte de Venezuela quedaba ese lugar y, lógicamente, fue a nuestra embajada en Frankfort a solicitar información, pero el personal, cosa curiosa,  no supo donde ubicarlo, de todas maneras, Wolfgang Schoroder Lennartz embarcó en Viasa y en menos de dos días estaba en el pórtico de la selva guayanesa, aturdido por el espectáculo imponente de aquel hermoso río batallando contra el muro.
Antes había estado en Chile, Argentina, Uruguay, Brasil, Colombia, Holanda, Singapur, Australia y Nueva Zelanda. Hasta entonces sólo le habían hablado de Guayana, no de Angostura, ciudad que sí conoció en los textos de la escuela. Desde su primera escuela sabía de esta ciudad lejana con la cual se vincularon importantes científicos alemanes como Alejandro Humboldt que escribió seis trabajos sobre Guayana; Koch Gunberg, etnólogo, explorador del Roraima; Roberto Schombert, etnólogo y explorador del Amazonas  y de la Gran Sabana y, entre otros, Ernesto Ule, quien estudió la formación vegetal de la Gran Sabana y Juan Teófilo Benjamín Siegert, inventor del famoso Amargo de Angostura.
Lo cierto es que Wolfgang se metió de lleno en Ciudad Bolívar y sentó sus pesos en la avenida Táchira con una agencia de fiestas tan productiva que el negocio le dió lo suficiente para reinvertir sus ganancias en un complejo agro industrial donde la materia principal era el mango guayanés, una fruta deliciosa a la cual nunca pudo resistirse.
Lo atrapó la sabrosura del mango, un árbol originario de Malaya, que crece silvestre en Ceilán y al pie de las montañas del Himalaya, de donde fue propagado al resto de los países tropicales incluyendo Venezuela, muy particularmente Guayana donde se cultiva  al igual que el Merey y aguarda para su industrialización a gente emprendedora como Wolfgang Schcroder.(AF)

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