jueves, 15 de diciembre de 2016

La Negra Matea


En la Casa de San Isidro  durante los meses finales de 1818, el Libertador  dictó a sus secretarios Pedro Briceño Méndez y Jacinto Martel el texto del Discurso de Angostura.  En esa ocasión cuando le tocó tocar el tema de la esclavitud, recordó a  la Negra Matea que lo cuidaba y jugaba con él durante su infancia. A la Negra Matea se le conoció con ese simple nombre, no obstante que el propio era el de Matea Bolívar.  Calzaba el mismo apellido de sus amos, según la tradición, puesto que era esclava de los Bolívar y había sido traída de los Llanos, donde nació en 1773, para servir en la casa de la plaza San Jacinto, cuando apenas contaba cuatro años de edad. 
De suerte, que la Negra Matea a la edad de diez años presenció el nacimiento, del 24 al 25 de julio de 1783, del niño que  sería bautizado con el nombre de Simón José Antonio de la Santísima Trinidad.  Desde entonces fue dispuesta como su aya de infancia, bien sea, la encargada de velar y entretenerlo todo el tiempo y en todo lugar aunque muchas veces se vio en aprietos porque el niño era suficientemente díscolo como para atribularla.  En ese oficio la apoyaba y dirigía la Negra Hipólita, quien prácticamente crió al niño pues quedó huérfano de Padre a los tres años y de Madre a los nueve.
La Negra Matea falleció el 30 de marzo de 1886 y tres años antes, exactamente el 28 de octubre de 1883, fue entrevistada por primera vez por el periodista Alberto Urdaneta, del “Papel Periódico Ilustrado” de Colombia, quien viajó expresamente a Venezuela con ese fin, invitado por Gabriel Camacho, sobrino nieto del Libertador y en cuya casa vivía  Matea, entonces tenía 110 años de edad.  Aparentemente gozaba de buena salud y estaba completamente lúcida.  De ese momento, vestida de zaraza, bien limpia y aplanchada la ropa, con pañuelo atado a la cabeza, llevando en la mano un grueso bastón, data también su primer retrato, hecho a plumilla por Manuel Briceño, quien acompañaba al periodista.
.En el curso de la entrevista, la Negra Matea dijo llamarse Matea Bolívar al servicio  “de mi amo Bolívar”, nacida en el Llano, pueblo de San José y llegada a Caracas a la edad de cuatro años, “a la casa de mis amos, en la Plaza San Jacinto, donde nació mi amo Bolívar”.  Era una casa alta que prácticamente quedó en escombros durante el terremoto de 1812.  En la parte alta vivía Juan Vicente y en la baja, doña María de la Concepción Palacios y Blanco.  Bolívar nació en la alcoba de la sala y fue criado por  Hipólita mientras “yo lo alzaba y jugaba con él”.
La Negra Matea también dijo haber estado en  “la pelea de San Mateo con el niño Ricaurte.  Yo me hallaba en el Trapiche cuando los españoles bajaban el cerro, el niño Ricaurte mandó salir la gente y fue a la cocina, le pidió un tizón de candela a la niña Petrona y nos mandó salir por el solar.  Subió al Mirador donde estaba la polvorera.  Cuando corríamos para el pueblo donde estaban peleando estalló el Trapiche y a nosotros nos metieron en la Iglesia”.
La Negra Matea, quien vio nacer, crecer y siguió desde Caracas la trayectoria quijotesca de su niño, permaneció viva y lúcida durante más de una centuria y pasó a la historia porque, no obstante su color y condición de esclava, abrigó y arrulló entre sus brazos al genio mejor inspirado  de América.
Su longevidad causaba asombro; en la Caracas de su época llegó a ser una reliquia de los antiguos tiempos.
El día del traslado de los restos del Libertador al Panteón Nacional (28.10.1876) entró en el recinto del brazo del presidente de la República, general Antonio Guzmán Blanco. Sus restos reposan en la cripta de los Bolívar, en la capilla de la Santísima Trinidad, en la catedral de Caracas.(AF)

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