lunes, 20 de junio de 2016

La Bejuca, Pata e´Palo y Silvita


Nadie sabía si la apodaban “La Bejuca” por su contextura magra o La Vejuca” por su edad avanzada.  Lo cierto es que su nombre de pila era Mercedes Llamoza por haber nacido el 24 de septiembre, Día de Nuestra Señora de las Mercedes, en la cuarta mitad del siglo veinte. La veíamos diariamente, mirando fijamente el muro como percibiendo una sensación de seguridad,  mientras la generalidad de los parroquianos la disfrutaban con cierta picardía, tal vez por lo grosera y versadora. Los escolares fijaban en ella su atención traviesa y le gritaban “Bejuca” y ella sabía gratificarlos con denuestos y a veces con estos versos: “Mercedes Llamoza / la pata cocosa / que anda preguntando / cómo está la cosa / El 5 de julio / muy por la mañana / Don Julio Perfetti / libertó a Guayana”. Mercedes vivía magra y encorvada, pegada a sus huesos y de una que otra dádiva, arrinconada en esas frías y grises escalinatas de un viejo inmueble de arquitectura antillana, entre Igualdad y Orinoco, íngrima, solitaria y desolada, aguardando el puntillazos de los muchachos, al igual que “Pata é palo”, el portero del Concejo Municipal, cuando alguien le recordaba su canilla tiesa, siempre a la vista  puesto que usaba alpargatas y unos pantalones “brinca charcos”, es decir,  con los ruedos a mitad de la espinilla. Pata `e palo” cuando andaba curdo se ponía en ángulo recto hablando con el suelo, bueno entonces para que la muchachada lo espoleara y el se transformara en un arrechucho de cólera.
         Era la década del cincuenta  y la gente mal hablada decía qua “Pata e’ Palo” se metía en el archivo y le birlaba el trago a Silvita que de cierto le gustaba. Era quizás su único defecto porque, por lo demás, era un hombre culto y honesto. Acostumbrado a decir: “Yo le tengo miedo solo a dos cosas en la vida: a la fuerzas desatadas de la naturaleza y a una gran escasez de aguardientes”.
         Para llegar a Silvita en el viejo Archivo del Consejo, había que descender por una escalera hasta el sótano y por ella pasaba muchas veces Manuel Alfredo Rodríguez cuando iba  a indagar algún dato histórico entres los viejos expedientes. No por bajar y subir tanto por esa escalera lo llamaban “Escalera” sino porque era un joven tarajallo muy levantado al que sus compañeros  de generación nunca dejaron de identificarlos así hasta el punto que estando Camilo Perfetti y él de farra le vino a MAR el impulso de: “Vamos a bautizarnos al río” pues era agosto y el Orinoco estaba en el apogeo de sus aguas. “Vamos”, Respondió Camilo y cuando  bajaban pasó el otro “Escalera”, el de la Sabanita, con su manota gacha, y MAR que es una fotocélula para captar imágenes se quedo mirando la picara expresión de Camilo: “¿Qué vas a decir?”. “Nada sino que aquí viene tu tocayo”. Y luego  los camaradas se empataban en una recordando a “La Millona” y a “la Milú”, sobre todo esta última cuando montaban su fiesta en la famosa “Casa de Tejas” del cerro “El Zanjón” cuya  expropiación con fines culturales nunca perdonó Emilio Morales al ex Gobernador Pedro Battistini Castro.
Por allí andaba siempre  de cacería el “Comandante Montes” poniendo en la mira de su fusil  a unos cuantos según las honorables lenguas de la época,  aunque no tan honorables como la de María Carmona de las que muchos gazmoños persignándose decían: “Líbrame, Señor” . (AF)

        


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