sábado, 10 de abril de 2021

UNA HORA EN SOLEDAD CON SOLEDAD

María Soledad Osorio Pinto es, por la red social, seguidora de mis crónicas y deseaba conocerme personalmente. Le dije cómo y un buen día se presentó en mi casa y sellamos el encuentro con esta foto. Me causó excelente impresión, tal vez por ser una mujer expresiva, inteligente y rápida en las repuestas sobre variados temas, incluyendo el de su origen que podríamos decir, comienza con su Padre nacido en Portugal y se consolida en Venezuela en 1966. Digo que comienza en Portugal porque de allá era su Padre Fernando Osorio, quien llegó camuflado de polizón al puerto de Caracas (La Guaira) y se encamino hacia Petare siguiendo las huellas de un Tío duro y brillante como un Diamante, que le enseño a conocer la Ciudad del cochero Isidoro y de Cabré, pintor del Ávila, que entonces era cantada por los muchachos de Billo Frómeta. Ese año de 1966 se construía el Puente Angostura sobre el Orinoco y contrataron sus servicios de soldador. Es que él además de labrar la tierra había aprendido la soldadura de oficio y como tal fue contratado. Es entonces, en un baile de Carnaval que conoció a su madre María Auxiliadora y nació ella. Pero no aquí en la capital angostureña sino más tarde, en Ciudad Ojeda, allá en el otro extremo de Venezuela, a donde ya casado, fue a parar su Padre que encontró una plaza mejor remunerada al servicio de una empresa petrolera. De manera que la dulce mujer que anhelaba conocerme me contó que vió la luz en la marabina ciudad petrolera el 27 de mayo de 1968. Allá estudió y se hizo Reina infantil de un Carnaval. Muy bien vivía la flamante familia en el campo petrolero de la Shell donde crecían hasta el cielo unos chaguaramos que al final la imaginación afiebrada por los relámpagos del Catatumbo, transformó en fantasmas de puertas entreabiertas que obligaron a la gran familia abandonar el lugar y retornar al Orinoco donde no había fantasmas sino Toninas que llenaban sus pulmones con la brisa fresca que soplaba desde Barinas. Sus padres fueron a buscar trabajo en Puerto Ordaz mientras ella se quedó entre Soledad Ciudad Bolívar estudiando en el Instituto de Comercio Dalla Costa y aprendiendo gimnasia y jazz con la exquisita profesora Maura Tovar. Después, tantas cosas han pasado que sería muy largo narrar. Ayer me llamó desde su finca en Marhuanta. Me dijo que durante toda la Pandemia ha permanecido en cautiverio y se descubrió como artista plástico sin haber asistido nunca a un taller de pintura. Lleva pintado más de cien lienzos. Me mando por WhatsApp una muestra y quedé impresionado. Podría situarla en la Nueva Figuración. Ya los bolivarenses tendrán la ocasión de apreciarla y valorarla. (AF)

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