sábado, 17 de abril de 2021

LA OBRA DE JOSE ROSARIO PEREZ

José Rosario Pérez, muy poco demoró en el dibujo y en la pintura de lienzo. Su tiempo grande lo reservó para la artesanía en grado de abstracción creativa. Los- críticos del arte moderno prefieren llamarlo "constructivismo", de todas maneras vale, porque al fin y al cabo, la obra donde la mano como instrumento principal cumple la tarea de materializar en formas la idea del ingenio, es una construcción. Las manos de José Rosario Pérez como la de Ana, y la de Josán, su hijo, son realmente incansables y creadoras. Permanecen como en un juego que nunca termina, acechando y atrapando las burbujas de la imaginación para que no escapen del todo de la realidad terrena. Ana, se vale del recurso inagotable de la arcilla y Josán, de la madera que le valió a su padre en los primeros tiempos para reticular el espacio. José Rosario, hace tiempo que pasó de lo blando a lo duro apoyándose en las ingentes posibilidades del hierro. Pero, no hablemos de Ana ni de Josán por ahora. Hablemos del paterno de la familia, postrado en una silla de ruedas desde que un borracho lo arroyó con su camioneta destartalada. Hablemos de su obra artística que comenzó en los años sesenta con el ritmo del rock y ha superado etapas que parecen detenerse, en la comunión constante con el metal fundido a .1530 grados. Efectivamente, José Rosario Pérez trabaja o trabajaba con el hierro y, sin embargo, sus manos no son como las del difunto José del Valle Silva que estuvo durante sesenta años golpeando la mandarria contra el duro metal sobre el yunque de una antigua forja catalana. Las manos de este muchacho, se ven límpidas y frescas, porque él, con sus valiosos instrumentos cortantes, asume cierto ritual mágico o místico, cuando extirpa los tumores del metal y trata su textura granujienta hasta hacerla agradable al espíritu. Pero eso no es lo importante. Lo importante es su obra en sí como síntesis de una trayectoria que comenzó con el cuadrado sólido de madera puramente blanco, adherido al mismo plano blanco, dando una sensación de tranquilidad no obstante la interferencia provocada por la luz al ser aprehendida en los hundimientos de .La separación cuadricular de los sólidos. La trayectoria de esa obra que comenzó con lo ortogonal reticular de la madera, parece detenerse en el hierro dulce, fácil de modelar en frío. Se detiene en formas donde el cubo, que también en un tiempo fue unidad estructural única, se modifica en una suerte de espectáculo escultural donde las formas, ya no blancas sino rojas o amarillas, impresionan con su abstraccionismo geométrico. Es de suponerse que la sensibilidad artística de José Rosario Pérez es fácilmente influenciable por la naturaleza y dinámica del medio donde vive. El, que traspuso el río escapando del estiércol del diablo que atosigaba el ambiente del lado norte orinoquense, buscó refugio en la madera que en un tiempo era lo prevalente en Guayana. Luego que la madera extraída de los bosques selváticos ha venido suplantándose con el hierro, su obra busca afanosa e inconsciente ese aspecto telúrico del medio donde vive. Apartado prácticamente del bullicio urbano de la ciudad trabaja y vive José Rosario Pérez, al borde del riachuelo Santa Bárbara, en una casa que agotó en sus muros el varillaje del cinetismo. Esa rara vivienda donde el aire no se detiene, es, o era un taller en el cual se sublimaba la arcilla, la madera y el hierro y donde, incluso, no faltaba la algarada de una treintena de párvulos que de lunes a jueves aprendían atrapar las burbujas.de la imaginación en el tiempo de la realidad. (AF)

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