miércoles, 3 de agosto de 2016

El anillo del Cardenal


Monseñor José Ignacio Cardenal Velasco, siendo Vicario Apostólico de Puerto Ayacucho en 1989, experimentó deseos de conocer la Diócesis de Ciudad Bolívar, donde residía su amigo el Arzobispo Monseñor Luzardo, pero quería realizarlo siguiendo la ruta Apure Orinoco que abriera por primera vez en 1647 el capitán barinés Miguel Ochogavia.  Lamentablemente no le fue posible porque, aunque usted no lo crea,  se le perdió el anillo y, al parecer, el prelado era algo supersticioso.
         El anillo que le había entregado el Papa, lo perdió en el río Apure cuando en su condición de prelado cumplía una misión pastoral. Atribulado por  tan preciosa como lamentable pérdida que no habría podido recuperar el más experimentado buzo margariteño, entró en una reflexión profunda al encuentro de la paz consigo mismo e imaginó que tal vez el anillo  pertenecía a las ondinas del río, asimilando a su situación aquella lejana leyenda nórdica de los Nibelungos.
Desde entonces trabajó ardorosamente para que el Sumo Pontífice pudiera concederle la gracia de otro anillo y, como lo vimos en el 2001,  lo  logró al ingresar a las filas de los purpurados porque es rito y tradición arraigada desde el siglo IV que el Obispo y el Cardenal lleven el anillo pastoral como símbolo de su unión mística con la iglesia de Cristo.  También es emblema de autoridad, pues cuando el Faraón  nombró a José (patriarca bíblico hijo de Jacob)  su primer ministro, le colocó en el dedo su anillo de oro.
         A propósito de la leyenda nórdica de los Nibelungos, el gran clásico Ricardo Wagner compuso la ópera “El anillo del Nibelungo”, tetralogía dramática considerada la más ambiciosa que jamás  haya interpretado un compositor.  Trata precisamente de un anillo hecho con el oro del Ring que celosamente guardaban las ondinas.  Quien poseyera el anillo pasaba a ser dueño del mundo, lo cual dio lugar a un drama intenso en que el anillo en juego por el desiderátum de poseerlo, vuelve irremisiblemente a las nereidas de las aguas.
         El anillo, aro o sortija como también se le llama, es una de las prendas simbólicas más antiguas.  Se conoce desde el Egipto antiguo con jeroglíficos y escarabajos grabados y el espíritu creativo del hombre le ha dado infinidad de formas utilizando no solo el oro sino también la plata, el cobre, el hierro, el marfil, el cristal, el barro esmaltado y el cuarzo.
         En tiempos medievales, cuando se creía que los metales eran orgánicos, que crecían y desarrollaban como las plantas, los húngaros estaban casi convencidos de la vid áurea y según leyenda recogida por Marzio Galeotto, había un vástago que envolvía la viña con el cual los labriegos de Hungría formaban anillos como remedio para las torceduras.  Algo así como el anillo venezolano hecho con casco de burro y usado en el dedo anular contra las hemorroides.
         De los romanos hasta nuestros días proviene el carácter nupcial del anillo y no sabemos qué pasaría si la pareja a la hora de la ceremonia eclesiástica no los encuentra, lo cierto es que siempre se ha dicho supersticiosamente, por supuesto, que cuando una de la pareja extravía el anillo después de contraído el matrimonio, las cosas no salen bien, algo así como si se rompiera el encanto de la unión y tal vez fue eso lo que atribulaba al entonces Monseñor Velasco cuando se le cayó su anillo en las onduladas aguas del  bajo Apure.
         Pensaba que si insistía en su viaje a la Ciudad por el eje Apure-Orinoco, no le iría bien pues recordaba por haberlo leído que el Padre José Félix Blanco, quien se hallaba en Barinas en 1828 perdió el anillo sacerdotal y le fue muy mal en Ciudad Bolívar luego de hacer el viaje por el río.  Los bolivarenses lo expulsaron por pretender como Intendente del Departamento Orinoco, elevarle los impuestos. (AF)


martes, 2 de agosto de 2016

El Parque Ruiz Pineda un elefante blanco


En inglés y en francés la expresión elefante blanco (white elephant) / (éléphant blanc) es atribuida a obras que tienen un costo de mantenimiento mayor que los beneficios que presta. Su origen viene de que antiguamente los reyes de Tailandia cuando no estaban satisfechos con un súbdito le regalaban un elefante blanco.
El súbdito debía darle comida especial y permitir el acceso a aquellos que quisieran venerarlo, lo cuál tenía un coste que muchas veces arruinaba al súbdito. Por referencia a esa leyenda cultural occidental, los bolivarenses de la capital se preguntan si la Concha Acústica del Parque “Leonardo Ruiz Pineda” de Ciudad Bolívar continuará siendo un elefante blanco, vale decir, obra cuyo mantenimiento es mayor que los beneficios que aporta.
Lo mismo se puede decir del complejo deportivo La Paragua edificado por el Gobierno del doctor  Luis Herrera Campíns cuando la ciudad fue sede de los juegos olímpicos nacionales.
Cuando Elebol  cumplió 90 años, invirtió una buena suma para refaccionar e iluminar la Concha y poder presentar allí a Serenata Guayanesa, Cheo Hurtado y Gurrufío, entre otros.  Entonces se habló en la ocasión, como propicia para reiniciar el esfuerzo interrumpido que hacía posible en otros tiempos, un escenario al aire libre completamente activo y siempre bien concurrido.
De esos otros tiempos hablaron  César e Iván Pérez Rossi y aclararon, que la Concha Acústica dentro del  Parque fue  inaugurada mediante  extenso programa preparado para celebrar el Bicentenario de la antigua Angostura, hoy Ciudad Bolívar.
Ciertamente, la inauguró el Presidente Raúl Leoni (ese que tanto despreció una Alcaldesa de Ciudad Piar hasta el punto de cambiarle el nombre al muniipio) en el Parque Leonardo Ruiz Pineda que ocupa un área de 4,5 hectáreas.  En esa ocasión fueron inauguradas también la remodelación de la Plaza Bolívar, prolongación de la avenida La Paragua, hoy Avenida Libertador (que manía de cambiar los nombres), Avenida Miguel Marmión, Escuela Técnica Industria,  Puente sobre el Caroni, 200 viviendas rurales en San Félix y el suministro de energía eléctrica de Macagua a Upata.
La Concha, según hemos podido verificar, fue inaugurada exactamente el  22 de mayo de 1964, pero aun no estaba totalmente terminada e iluminada  y por ello hubo que realizar el acto a la una de la tarde con la presentación del Grupo de Danzas Venezuela. La mayoría de los actos del Bicentenario ocurrieron en el auditorio del Grupo Escolar Estado Mérida.
No fue sino en el mes de junio cuando real y sostenidamente se iniciaron las actividades artísticas con la presentación de la soprano Morella Muñoz, impulsadas por un Comité que integraban Malvina Rosales, Anita Ramírez, Lobelia Guzmán (mujer de izquierda que no tenía complejo de reunirse con la derecha), Josefina Villegas, César Rodríguez Uganda,  José Francisco Miranda, Manuel Cisneros Gambús, José Rosalino Flores y Luis Goubat.  A partir de ese momento, todos los viernes se escenificaban espectáculos de categoría a precios populares.
Por allí pasaron connotados artistas nacionales e internacionales, incluyendo a los del Festival de la Canción de los países Bolivarianos, pero durante los últimos  años, nadie sabe por cuál razón, los espectáculos cesaron,  quedando reducidas a otras esferas, en tanto que la Concha Acústica del Parque Leonardo Ruiz Pineda luce desde entonces como un irónico, raro  e inexplicable  “elefante blanco” aunque no sagrado como el que montaba Indra, dios de la atmósfera, los truenos, la lluvia y las batallas, según el mito védico. (AF)


sábado, 30 de julio de 2016

El Doctor Contreras y el Hospital de San Félix


Si alguien trabajo favorablemente desde 1972, para que se construyera un Hospital General en San Félix, fue el doctor Óscar José Contreras.
         Lo recordamos hoy a propósito de una denuncia de la periodista del Correo del Caroní, Oriana Fauro, según la cual, para el primer semestre de 2016, Ciudad Guayana debía contar con el nuevo hospital de San Félix, prometido en 2012 por Chávez y refrendado por Maduro en 2013.  Pero no existe ningún hospital ni nada que se parezca, tan solo un terreno vacío. Pero la cosa no termina allí. El Ministerio de Salud reportó en su memoria y cuenta 2015 que la etapa del hospital había sido "100 por ciento concluida".
         Como vemos, han transcurridos años y años  de esa preocupación y necesidad y el Hospital de San Félix sigue pendiente como pendiente  la salud no sólo de los trabajadores del hierro sino la salud del Gobierno.
         Pues bien, en 1972, el Presidente de la República, Rafael Caldera, en audiencia concedida a representantes del Colegio de Médicos, de la Federación Médica y del Concejo Municipal de Caroní, prometió solucionar cuanto antes el problema asistencial que sufre Ciudad Guayana por carecer de un Hospital General.
Los Hospitales de Ciudad Guayana en ese entonces pertenecían a la Orinoco Mining Company y al Instituto Venezolano de los Seguros Sociales y solo atendían a la población trabajadora. El resto de los habitantes no encontraban a donde ir,  salvo a una Medicatura Rural convertida después en Centro de Salud, pero con una capacidad de atención demasiado limitada.
El Presidente del Colegio de Médico, doctor Oscar Contrras y el doctor Camilo Perfetti, integrantes de la Comisión que entonces se entrevistó con el Presidente Caldera, regresaron y dijeron que entregaron al Magistrado un documento sobre las aspiraciones de Ciudad Guayana en materia de salud. Hicieron hincapié en la construcción inmediata de un Hospital General como “solución verdadera a la situación médico-asistencial de la región”.
Nos contó en esa ocasión el doctor Contreras que deducía de la entrevista, que el Presidente Caldera no estaba bien informado de la situación en la Zona del Hierro, pero que demostró gran preocupación y prometió como solución de emergencia, hasta tanto se decida la edificación de un hospital, la construcción de tres centros ambulatorios, uno en Castillito, una en Las Manoas y el tercero en San Félix y habilitación de 100 camas en el hospital del seguro en Guaiparo.
Expresó que esto sería una solución de emergencia y que la solución verdadera estaba en la construcción inmediata del hospital general.
Por desgracia y coincidencia se acaba de denunciar lo que ha ocurrido con ese proyecto, precisamente cuando muere, quien siendo Presidente del Colegio de Médicos hizo lo que tenía que hacer para que el Gobierno cubriera ese requerimiento de salud colectiva.
            El doctor Óscar José Contreras, falleció el viernes 29 y sus restos inhumados el domingo acompañado de todo el gremio de médicos del Estado Bolívar.  Además de Presidente del Colegio, fue Jefe del Servicio de Medicina Interna del Hospital del IVSS de Ciudad Bolívar, Director de ese Centro Asistencial que luego fue distinguido con el nombre de HOSPITAL HECTOR NOUEL JOUBERT
Como bien lo señaló su colega y amigo el médico, ex Presidente municipal, José Francisco Zurita, el doctor Contreras o “Contreritas” como cariñosamente era llamado,  se distinguió por su condición de buena gente, apegado a la justicia, luchador social,  eficiente administrador y esforzado dirigente gremial.(AF)


viernes, 29 de julio de 2016

Caupolicán Ovalles y la Gran Papelería del Mundo



Conocí a Caupolicán Ovalles en julio de 1968 a través de Eleazar Díaz Rangel en la ocasión de la Convención Nacional de Periodistas celebrada en Ciudad Bolívar y que me tocó presidir, como homenaje al sesquicentenario del Correo del Orinoco.  Entonces hizo él una exposición con periódicos de Ciudad Bolívar del siglo diecinueve, pertenecientes a la  Gran Papelería del Mundo, herencia de sus ascendentes y que como él me dijo estaba destinada a ser y seguir siendo, pues había llegado a un acuerdo para que pasara a formar parte de la hemeroteca de la Biblioteca Nacional.
         Cuando lo hizo, solicitó se le impusieran la escala de adquisición aplicable a cualquier ciudadano a fin de evitar toda comercialización posible con los bienes de la Papelería, organizada por su familia durante los últimos dos siglos.  Obviamente, no podía él hacer de la Gran Papelería del Mundo un acto de comercio porque su abuelo Ovalles que vivió 95 años, la desarrolló para el conocimiento del país y así ha sido. La tesis de la estudiante de cine Rebeca Padrón, se nutrió de esa Papelería para redactar su tesis sobre los cines de Ciudad Bolívar.
         Un tiempo después el poeta volvió a la ciudad para bautizar el libro Talco y Bronce e Insitu, del poeta John Sampson Williams y fundar de paso el capitulo del Fondo Editorial Orlando Araujo, pensando siempre que el libro en sí es lo más importante que tiene una sociedad para preservarse, para defenderse y para nutrirse.
         Más que por su poesía y narrativa, Caupolicán Ovalles era virtualmente más conocido como Presidente de la República del Este que como me lo dijo en esa ocasión, fue la respuesta en los años setenta a un estado de ánimo, de afecto, y de una maravillosa condición de ser de la gente y una práctica de deseo de vivir, como decía un pintor chileno, de  “unas ganas de vivir”.
         La idea de la República del Este se la atribuyó siempre, pero la idea original era del estadista francés Francois Mitterand, quien le organizó un contra - estado al General De Gaulle y le nombró un contra - gobierno que fue prácticamente una de las causas de la caída del Degaullismo.  Manuel Alfredo Rodríguez también fue Presidente de la República del Este y a ella asistieron en sus primeros tiempos Jaime Lusinchi, Jóvito Villalba, Luis Beltrán Prieto, Luis Herrera, Luis Pastori, El Búfalo, Manuel Quijada, Gonzalo García Bustillos, Osorio Canales, Argenis Daza Guevara, Víctor Salazar, el galáxico Héctor Gil Linares y toda una cáfila de intelectuales residentes en la capital metropolitana de Venezuela.
         Por la presidencia de la AEV que nació un 24 de diciembre, Día Universal de la Natalidad, pero de 1935, pasaron, además de Caupolicán Ovalles, intelectuales de la talla de Miguel Acosta Saigne, Arturo Uslar Pietri, Rómulo Gallegos, Díaz Sánchez, Luis Pastori, Pascual Venegas Filardo entre otras notabilidades.
Caupolicán Ovalles, nacido en Guarenas del Estado Miranda en 1936 y fallecido en el 2001, fue uno de los más audaces exponentes de la estética vanguardista. Miembro fundador y el más polémico quizás del  Techo de la Ballena. Presidente de la Asociación de Escritores de Venezuela (AEV) durante más de dos décadas, mantuvo toda su vida una actitud iconoclasta y lúdica ante las instituciones y los formalismos de la vida literaria nacional.
Su poesía ofrece una mezcla de sátira y elegía, confidencia y burla, invectiva e inventiva, y explora a la vez la memoria personal y familiar individual y los tópicos de la identidad colectiva.
Escribió ¿Duerme usted, señor Presidente? (1962),  En uso de razón (1963), Elegía a la muerte de Guatimocín, mi padre, alias El Globo (1963), Copa de huesos (1973, Premio Nacional de Literatura), Canción anónima (1980) y Alfabetarium (2001). Es también autor de una Antología de la literatura marginal (1977) y de la novela Yo, Bolívar rey (1987). (AF)



miércoles, 27 de julio de 2016

Una rara ranita del Chimantá


Una rara ranita del Chimantá pasa por la ciudad en el abultado equipaje de los miembros de la expedición científica que incursionó sobre el grandioso tepuy de  la Gran Sabana donde habita la rara ranita que por su comportamiento biológico le encuentro cierto parecido al banano, mata  que hecha un solo racimo de frutas y muere para darle paso a sus hijuelos que brotan de las raíces.
            El Chimantá está ubicado en la Gran Sabana, a 45 kms Este del antiguo pueblo minero de Urimán y 35 al noreste de Wonken.  La superficie total del macizo es de 1470 kms2, de los cuales, la mitad corresponde a las cumbres, la otra mitad a las laderas y su altitud de 2700 metros sobre el nivel del mar se aproxima a la del Roraima, considerada la montaña más alta del Estado Bolívar.
            La primera expedición científica al Chimantá la realizó en 1946 William H. Phelps, padre e hijo, conducidos por el Capitán Félix Cardona Puig. No se contaba entonces con la rapidez, facilidad y comodidad del helicóptero.  Este lo utiliza en 1978 por primera vez la expedición encabezada por Charles Brewer Carías y de allí en adelante ha sido el vehículo indispensable para la emocionante aventura de la ciencia. Las expediciones más recientes, cinco en total (1983-1986), las ha llevado a cabo el “Grupo Científico Chimantá” en función de un proyecto interinstitucional y multidisciplinario titulado “Inventario botánico-ecológico del Bioma Sabana en el Estado Bolívar”.
            En el curso de esas expediciones tan productivas desde todos los aspectos, fue localizada, diríamos que como hecho excepcional,  una ranita hasta entonces desconocida, es decir, taxonómica no descrita por la ciencia. Ni siquiera nombre vernáculo conocido pues el Chimantá es uno de los macizos que se mantienen vírgenes en la Gran Sabana.  La ranita es fácil de localizar toda vez  que vive o se esconde prácticamente en los vasos o tubos de una especie de bromelia que abunda en las turberas de esas cumbres y que los científicos conocen como Bocchinia. Por lo menos ahí permanecen durante el día y como son demasiado nerviosas cualquiera sombra o vibración la espanta.  Entonces se esconden, como anfibia al fin, en la reserva de agua de la base de la hoja vaso de la bromelia.  Cuando le llega la ocasión de desovar lo hacen en los charcos de escasa profundidad que se forman temporalmente entre las rocas adyacentes a las colonias de la Bocchinia.
            En una de estas expediciones, el científico Carlos Shubert  observó adultos muertos en charcos donde había  huevos recientemente puestos lo cual ha dado pábulo a la especulación según la cual tal vez se trate de una especie anura con una sola postura para mantener la especie como en la botánica el banano.
De suerte que Guayana siempre tiene algo importante y novedoso que dar a la ciencia, pero lo que no han barruntado los expedicionarios del Chimantá  es si  a los machos, aparte de un solitario que cantaba al borde de una quebrada, les ocurriría lo mismo, durante el coito por ejemplo, como algunas libélulas que mueren cuando alzan su vuelo en la noche nupcial.
La que vimos en una fotografía, con ojos binoculares y boca semicircular, es diminuta, pero no tanto como las que en Cuba miden dos centímetros ni tan grande como las Goliat, pero sí muy tierna y tal vez hasta divina si pensamos que en algunos restaurantes sirven ancas de anuros bolivianos como bocado exquisito.
La rana Goliat, de distribución africana, es la mayor de la familia. Es una especie poco ágil que puede superar los 70 cm con las patas extendidas. La cubana descubierta a finales de 1996 por un grupo de biólogos, es una nueva especie de rana del tamaño de una mosca común en las selvas tropicales de ese país. (AF)



domingo, 24 de julio de 2016

El Inventor de la Harina Pan


Todavía conservo mi Libreta de calificaciones cuando estudiaba en la Escuela Técnica Industrial fundada por el ingeniero Luis Caballero Mejías, mejor conocido como el inventor de la Harina Pan que con tanto acierto económico industrializó la Polar de Lorenzo Mendoza.
         En la misma aula conocí a José Díaz, el hijo del exportador de sarrapia y quina Quírico Díaz, quien al igual que yo sólo permaneció dos años porque por falta de vocación él salió a estudiar abogacía y yo periodismo.
La Escuela Técnica Industrial comenzó en la Esquina de Perico a San Lázaro y en los tiempos de Pérez Jiménez fue mudada para la Ciudad Universitaria proyectada por Carlos Raúl Villanueva que me tocaría entrevistar años luego en ciudad Bolívar.
         Recuerdo como anécdota que yo me hallaba en el Taller de Carpintería lijando ocurrentemente en forma sexual una circular pieza de madera cuando sorpresivamente se presentó acompañado de su hija el director Luis Caballero Mejías y se plantó viéndome con ojos severos.  Sentí el impacto, pero haciéndome el inocente continué como si nada y él, reflexivo y pedagogo, volteó su espalda mostrándole a su bella hija la dinámica febril y fabril de aquel espacio de muchachos azules que colmaban su escuela.
          Tendría él entonces unos 46 años y muy poco se parecía a esa foto de su juventud, pues según el locutor y cantante Humberto Zárraga, Luis Caballero Mejías Paz, nació en Caracas, el 12 de diciembre de 1903. Fue un talentoso ingeniero mecánico y profesor dedicado a la implementación de la enseñanza técnica en Venezuela, lo que le permitió convertirse en el creador de las escuelas técnicas en su país.
Caballero Mejías estudió primaria en el Colegio Francés, de Caracas y en 1925 se trasladó a Chile a fin de seguir estudios en Santiago, su capital, donde obtuvo el grado de ingeniero mecánico en 1929. Tiempo después completaría su formación en los Estados Unidos.
A su regreso a Venezuela fue designado ingeniero jefe de los astilleros de Puerto Cabello, donde a la par comenzó su carrera docente formando en las técnicas del oficio a jóvenes trabajadores que tenía a su cargo.
Tiempo después fue ascendido a Jefe de Ferrocarril en Santa Rosa, Quebrada Honda, en Caracas y en 1937 fundó la Escuela Técnica Industrial de Venezuela que años después llevaría su nombre.
En 1958 se le encargó de la Dirección de Educación Artesanal, Industrial y Comercial, cargo desde donde promovió una efectiva reforma educativa en Venezuela, fomentando las enseñanzas técnicas a través de la creación de escuelas de oficios, escuelas técnicas de agricultura, escuelas artesanales e institutos de comercio.
En 1954, luego de largas y minuciosas investigaciones y experimentos, Luis Caballero Mejías inventó el procedimiento industrial para la novedosa elaboración de la harina de maíz pre-cocida, para su propia empresa denominada La Arepera, C.A.
El 4 de junio de 1954, la Dirección de Comercio de la propiedad Industrial y Comercial del Ministerio de Fomento, le concedió la Patente número 51.765 para procesar harina de maíz, cuya patente fue comprada tiempo después por el empresario Lorenzo Mendoza Fleury, quien comenzó a producir industrialmente un producto que sería conocido como Harina P.A.N.
Luís Caballero Mejías falleció en Caracas, el 12 de octubre de 1959, a los 55 años de edad. (AF)

JESÚS SANOJA HERNÁNDEZ


Jesús Sanoja Hernández saltó de Tumeremo a Caracas a la edad de 14 años y en esta ciudad se quedó hasta el 9 de junio de 2007 cuando falleció.  Había nacido el mismo mes, pero el día 27 de 1930, por lo que dejó de existir a los 77 años, suficiente para el recorrido que tenía que hacer cabalgando sobre la pluma de las letras que le apasionó desde que leía publicaciones foráneas allá en su natal Tumeremo, portal de la selva, de la minería y cuando todavía era un pueblo que no llegaba a los 4 mil habitantes.
Estudió Letras en la Universidad Central, fundó revistas, escribió poesía, cultivó la docencia literaria y política en la propia Facultad de Humanidades donde se licenció en letras  y terminó siendo fundamentalmente periodista crítico,  de opinión e  investigación desde las páginas de El Nacional.  En el Colegio Nacional de Periodistas reposa su ficha. Simón Alberto Consalvi lo coloca al lado  de Enrique Bernardo Núñez, Antonio Arraiz y Ramón J. Velásquez, como periodistas de linaje que marcaron huellas en los más importantes diarios del siglo veinte.
Como ensayista destaca en los trabajos  sobre escritores como José Rafael Pocaterra, Miguel Otero Silva, Ramón J. Velásquez, Rufino Blanco Fombona, Salustio González y los jóvenes de La Alborada, Gallegos, Rosales, Soublette, de textos sobre la época de Castro y Gómez, Como dice Consalvi: Sanoja conoce a fondo la historia venezolana del siglo veinte, la historia del periodismo y la historia contada por el periodismo, por el oficial de las dictaduras o el clandestino de los perseguidos, los órganos y los periodistas de la resistencia dentro y fuera de Venezuela contra las dictaduras de la hegemonía andina.
El último libro de Jesús Sanoja Hernández “Entre Golpe y Revoluciones”, prologado por Simón Alberto Consalvi, cubre cuatro tomos y comienza con los manotazos del Dictador Juan Vicente Gómez y finaliza con un análisis de la década que se inicia con el siglo veintiuno y la figura del comandante Hugo Chávez Frías.
Nos dice Consalvi en  su prólogo que esta historia  “nos acer­ca al final de este proceso que se desarrolla más allá de nuestras expectativas, a pesar de ellas o contra ellas. Es la época de las grandes incógnitas que ahora vivimos. Un país, sin rumbo, dominado por el azar del petróleo. Un país cone­jillo de indias. Sanoja ha escrito una gran crónica del siglo venezolano. Una historia donde quien escribe está presente cuando la historia sucede, y cuando no está lo que escribe producto de infatigables indagaciones. Con su nombre, con sus seudónimos de Edgar Hamilton, Marcos Garbán, Mastín Garbán, Juan Francisco Leiva, Eduardo Montes, Ma­nuel Rojas Poleo, o Pablo Azuaje, la obra de Sanoja escrita a lo largo de medio siglo es inverosímilmente extensa.
Si algo caracteriza al historiador, como puede apreciarse lo largo de estos volúmenes de Entre golpes y revoluciones páginas de erudición y lucidez, es la valoración de testimonios y fuentes plurales, ilustrando en no pocas ocasiones  que piensan o sostienen los contendores con sus propias palabras. Observador crítico, militante político, hombre d posiciones sólidas, venezolano integral y además poeta”.
En su libro “Gente del Orinoco”. Velia Bosch incluye a Sanoja como poeta critico violento. Co-fundador de las revistas literarias Cantaclaro y, Tabla Redonda.  Colaborador  semanal de El Venezolano, el quincenario Deslinde y el diario La Extra.
 Su obra poética se encuentra, en buena parte, dispersa en revistas y periódicos del país. Es autor del libro de poesías La mágica enfermedad, aparecido en la Colección Actual, serie poesía, editado en Mérida, 1969. Inéditos dos poemarios: Acá de Planeta y Los límites y la materia,  Ejercicios sobre el agua y Testamento de Guayana. Su iniciación como poeta, en los años del grupo "Cantaclaro", interrumpidos por la represión dictatorial de Pérez Jiménez que lo llevó al exilio mexicano,
Para algunos críticos, como Juan Liscano, la poesía de Sanoja Hernández resulta  hermética, elusiva, ritual y exultante. (AF)