Recopila las crónicas que diariamente vengo publicando en el Correo del Caroní y Red Social
jueves, 4 de septiembre de 2025
EL HIJO DEL CAMPANERO / Luz Machado
Esta vez la noticia llega de mi pueblo. La leí en un recorte de prensa de allá, de Ciudad Bo¬lívar. Fue el hijo del campanero, con 14 años | apenas. Desde el techo de la Catedral que se alza muchos metros sobre el suelo. Subió a la torre a dar las tres y luego aprovechando la brisa fuerte que sopla sobre el pueblo en las tardes verane- * ras, se fue sobre los techos a volar un papagayo: Alto el brazo, la cara al cielo claro de las tres el hilo tenso por el empuje aéreo, sosteniendo el pedacito de arco-iris preso en el cuadrilátero del “volador”.
tremenda trepa por sus brazos que imprimen ba¬lanceos de fruto pesado y maduro al papel altísi¬mo. Un paso más- para verlo más allá. Siempre de espaldas. Otro. Otro. .. El vidrio de la clara¬boya se triza bajo la planta joven y como halado por hilos invisibles desaparece bajo la recta se-renidad del techo, el muchacho hijo del campa¬nero. Cayó en las gradas del Altar Mayor. Hostia humana consagrada en altares inocentes bajo cie¬los duros de luz. La bóveda del cráneo se rompió, como si fuera una copa que tirara el propio bra¬zo de la muerte desde lo alto. Después del ruido sordo, seco, que oyeron los feligreses presentes, el silencio total de un cuerpo echado al azar —co¬mo una carta— sobre un tapete de sangre.
“La tragedia ha conmovido hondamente al pue¬blo”. . . Y la frase adquiere relieves de absoluta veracidad.
¡El hijo del campanero! ¿Quién no conoce al campanero? ... Si sus manos son las mismas que “doblaron”’ al familiar muerto, y las del “repi¬que de Gloria” y el otro no menos característico de la procesión. El va en la fila de los hombres humildes, junto con el cantador de la guitarra, el viejito limosnero de los sábados y la negra Julia que es la lavandera más amable y más vieja de la nueva generación; al lado de tantos hom¬bres y mujeres de los pueblos donde la patria se viste de realidad. Por eso yo sé que la frase com-pungida de la nota periodistica .no se queda res¬tringida a su carácter impreso. En cada rostro
guayanés me parece ver la tristeza por la mué; Je Guillermo, el hijo del campanero. Porque dolor de los humildes en los rincones vene' lanos no se pierde en la barabúnda cosmopol ni se rezaga en el núcleo familiar. Porque en provincia estas tragedias pecialísimos. Su otra tragedia” —hambre y fermedades— a fuerza de inmutabilidad, ha quirido relieves alarmantes de cosa inmortal, es ley de la costumbre. Y se nos dan enton los gestos resignados de quienes, agotándose, peran la redención. Pero esta es distinta. Es 1 lenta. Esporádica. Nace de pronto para crear dáveres bajo su signo. Tiene el brochazo infe: del sacrilegio, de la fechoría, mezcla de sarcai y crueldad chocantes ante la ingenuidad d< víctima. Y crece un rencor sordo de marej
zumo de acres racimos exprimidos sobre los húmedos del pueblo, fanático por analfabeto, líente por lo inmerecido del castigo malici por el abuso de su credulidad jugada en cas das lás ocasiones. La noticia hace que nut sensibilidad se contriste, y ante ella, nuestra de madres se expanda más para afianzar en t amorosa, el árbol qué sostiene los nidos. .
EL NACIONAL, diciembre 1948.
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