viernes, 3 de febrero de 2017

Eclipse y superstición

En la ciudad ha ido desapareciendo la creencia de que los eclipses son llamados del cielo para reprimir y castigar faltas cometidas por quienes se sienten culpables de haber contrariado las enseñanzas cristianas.
         Por eso cuando se anunció que el 12 de noviembre de 1966  se registraría un eclipse de Sol, los supersticiosos se inquietaron por creerlo una señal de catástrofe, Más cuando vieron que algunos se suicidaron y otros tomaron sus previsiones. Las mujeres embarazadas temerosas de interrumpir el proceso de gestación, se colocaron prendas rojas, ataron  llaves en su cuerpo y permanecieron en sus casas, mientras los campesinos colocaron moños rojos en sus siembras y en los árboles frutales.
         Ciudad Bolívar ese día amaneció aparentemente sin Sol, pero con una mañana relativamente clara, serena, fría, un cielo plomizo y parcialmente nublado hacia el occidente en horas tempranas.
         Numeroso público esparcido en las equinas de la ciudad, en las azoteas de la casas altas y en las lomas de los cerro El Vigía, La Esperanza y El Zamuro, oteaba el cielo hacia el Oriente en busca del disco solar, pero nunca se vio, como algunos aquí creían: la luna interfiriendo el Sol en la forma como grafican los eclipses.  Solamente se veía el sol casi fijo en el cielo como una gran estrella que había perdido su vigor y gran luminosidad.
         Aquí no hubo desastres, si acaso el desbordamiento del Caño Mánamo en el Delta que arrasó cosechas y sembradíos y suicidios extraños atribuidos al eclipse:  Un hombre que se lanzó al Orinoco con una pesada cadena en el cuello; un preso que hurtó un revólver, se fugó y luego se desarrajó un tiro en la sien; un anciano que mató a su esposa de 28 machetazos, un sexagenario que se ahorcó en la Plaza Páez, una joven que realizaba un curso de telefonista que se vino expresamente de Caracas a envenenarse y otro que se ahorcó frente a la Casa San Isidro..
         Efectivamente, Santos Martínez, de 31 años, agricultor,  detenido en la Alcaldía de Tumeremo, se fugó luego de violentar un escritorio y extraer de él un revólver.  Posteriormente, en el sitio denominado “Caratica” se desarrajó un tiro en la sien.
         Otro suicidio correspondió al señor Virgilio Siso, de 63 años, casado,  domiciliado en la Urbanización Vista Hermosa.  Apareció guindando del árbol ornamental más alto de la plaza.
         También apareció ahorcado Mario Félix Sánchez frente a la Casa San Isidro donde vivió Simon Bolívar.
         Josefina Valdés, de 18 años,  realizaba un curso de telefonista en Caracas, regresó a esta su ciudad natal sin saberlo sus padres y en una casa amiga de El Cambao consumó su muerte ingiriendo raticida.
         Una señora española, Mercedes Ballesteros Mayo, asesinada de 28 machetazos  que le descargó su esposo, un comerciante ferretero que consumía psicofármacos contra el insomnio. El hombre se había casado seis veces en el lapso de dieciocho años.  Sus ex esposas, casi todas extranjeras, concertaron con él trato matrimonial  por el sistema de correspondencias que orientan y estimulan algunas revistas.
         Desde la chalana “Virgen del Carmen”,  un sexagenario de nombre Jacobo Flores se lanzó al Orinoco con una pesada cadena enrollada en el cuello, poco antes del mediodía y en presencia de varias personas que no alcanzaron remotamente a presumir que el “Viejo Jacobo” estaba preparando su muerte.  El hombre dio dos pasos y se lanzó de cabeza  al río yéndose rápidamente al fondo.  Los presentes, sobrecogidos por la impresión, no articularon palabras sino pasado unos segundos.  Alguien dijo: “!desapareció!” y otro miró hacia el cielo y comentó:  “!Son terribles estos días de eclipse"

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