viernes, 26 de febrero de 2021

EL TORTUGARIO DE PEREZ FLORES Y un burro llamado “El Corneto”.

Cuando Luis Felipe Pérez Flores llegó a la Presidencia del Concejo Municipal de Heres, uno de sus propósitos fue el de crearle a su natal Ciudad Bolívar, un Parque Zoológico y dio los primeros pasos comprando 31.242 metros cuadrados de un terreno contiguo a la Casa de San Isidro, por el cual se pagó 16 .mil bolívares recibidos por el entonces Director del Colegio La Milagrosa, Padre Isaac Meixeira. Aprovechando el todavía cristalino morichal que pasaba por los predios cercanos a la antigua casa colonial donde viviera el Libertador en 1819, Pérez Flores mandó a construir una laguna artificial y allí sembró los primeros ejemplares del Zoológico: 70 tortugas arrau del Orinoco compradas al. Banco Agrícola y Pecuario, cuyo gerente era Fernando Flores. La Municipalidad nunca pagó pues por arte de birlibirloque los pacíficos quelonios desaparecieron en la temporada de la Semana Santa de 1968. La indignación de Pérez Flores en vez de solidaridad causó cierta hilaridad y la gente, sobre todo en sus adversarios políticos, que jamás aceptaron lo de "Parque Zoológico". Preferían llamarlo con cierta sorna el Tortugario de Pérez Flores. Pérez Flores muy poca suerte tuvo con lo que se proponía. Lo mismo le ocurrió cuando hizo traer el Faro Giratorio que alumbraba las noches de los presos políticos de Guasina y lo instaló en la Fortaleza de El Zamuro. Lo cierto es que el Faro desapareció como por arte de magia aunque se especuló que fue obra de jóvenes enamorados, irritados por la luz giratoria que ponía al descubierto sus citas de amor en lo parajes del casco histórico. Y a propósito de citas de amor, en ese tiempo existía en La Paragua un burro llamado “El Corneto” que se enamoraba de las muchachas y las embestía de modo que cuando alguien grifaba en el pueblo "!Ahí viene el Corneto!", las mujeres entraban en pánico y abandonaban las calles, espantadas como quien ha visto al diablo. El Corneto no podía ver una falda porque enseguida se encabritaba y corría tras ella constituyendo un problema de orden público que el Comisario del lugar solucionó capturando y vendiendo el asno a unos italianos que según las malas lenguas lo habían sacrificado y vendido su carne como la de res para las populares parrilladas dominicales. (AF)

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