lunes, 22 de febrero de 2021

EL ANIMA DE PARASCO

Agustín Parasco fue un recluta de principios de siglo que cayó en esas periódicas redadas gomecistas que se llevaban a cabo en la provincia adentro cuando el gobierno requería de gente apta para nutrir o reforzar la vanguardia de sus batallones cada vez que en algún lado de la Venezuela levantisca surgía, como por arte de magia, un brote guerrillero, siempre, en términos políticos, contra, "el actual estado de cosas" A Gómez se le atribuye el mérito de haber acabado con el estado de perversidad social denominado "caudillismo" y que aniquilaba al país desde los tiempos de la Independencia. Gómez, ciertamente, a c a b ó c o n e st e mal, p e r o a f u e r z a de reclutar j ó v e n e s i m b e r b e s p a r a enfrentar a las montoneras guerreristas de los hacendados auto p r o c 1 a m a d o s g e n e r a l e s. Llegó un momento en que eran muchos más los generales de montoneras que los de carrera dentro de las Fuerzas Armadas Nacionales. Tantos eran que no había plaza ni plata para sostenerlos a todos en posiciones del ejército. Hubo que sostenerlos dándoles prebendas y facilidades para otra actividad. De suerte que muchos se veían obligados volver a su oficio primitivo o al que más lo contentara con otro requerimiento a fin de utilizarlo en situaciones difíles para el gobierno. En esas condiciones estaba en Upata desde 1910 el Coronel Jesús Manuel Rojas, que desde Coro, su tierra natal, se había sumado en la Restauración Liberal con Cipriano Castro y en la Rehabilitación con el General Juan Vicente Gómez. Pues bien, el coronel Jesús Manuel Rojas, era coreano, pero radicado en Upata, donde contrajo matrimonio con Carmen Luisa Parres ron la que tuvo a Carlos, Luisa Carmen y a su homólogo Jesús Manuel Rojas, el padre de nuestro amigo Raúl Rojas Ferrini, "Cabito Rojas" que, no obstante ejercer la abogacía en Caracas nunca pierde el amor por su tierra. El Coronel tenía en Upata un comercio pero, en tiempo de recluta, Gómez le ponía a su disposición una compañía de soldados para que le reclutara gente en la región del Yuruari. Gente que reclutaba, gente que entrena de inmediato y le ponía al hombro su fusil. En esos menesteres andaba el coronel cuando llevaba ochenta hombres y en una parada se suscitó una bronca entre dos reclutas, a uno de los cuales, el Coronel Rojas le puso el ojo y reprendió severamente. La admonición la acusó tanto Parasco que intentó responder con su fusil, pero una bala disparada por un cabo de confianza del Coronel lo dejó paralizado y sangrante sobre sus rodillas. El disparo había sido mortalmente certero y sus compañeros de arma quisieron, antes de partir, darle sepultura, pero el Coronel rotundamente se opuso. Al regreso del interior, pasaron por el sitio y encontraron el cuerpo exánime del joven Parasco recostado sobre un chaparro, tal cual como lo dejaron el mismo día de la tragedia. El cuerpo en aquel estado intacto, virtualmente incorruptible, impresionó hondamente hasta al propio Coronel que ordenó de inmediato darle sepultura. Una cruz clavaron sobre el túmulo de tierra. Hasta allí, las voces del suceso comenzaron a resonar en rezos que aún no terminan. El ánima de Agustín Parasco, parece desde entonces correr caminos surtir un efecto sicológicamente increíble. Encomendarse al alma de Agustín Parasco por cualquier camino desolado en algún trance, es común entre la gente de la región del Yuruari, especialmente de los que están más cerca del Yocoima. Y el Coronel Jesús Manuel Rojas por ese hecho se hizo más renombrado que nunca y su fama la solía el mismo reafirmar cuando se autoproclamaba como "El único hombre que hace santo en Guayaná". Por lo menos así le dijo a uno que a boca de jarro quería dispararle y le respondió colocándole una daga en el estómago con estas palabras: "Tú como que también quieres ser santo?” (AF)

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