jueves, 14 de agosto de 2014

Museo Etnográfico de Guayana


El gobernador Luis Felipe Goubat inauguró en la mañana del 29 de julio de 1988, el Museo Etnográfico de Guayana, con sede permanente en Ciudad Bolívar
         La creación de este Museo consumaba el mandato contenido en la Ley del Instituto para el Rescate, Conservación del Patrimonio Histórico y Desarrollo Cultural del estado Bolívar que ordenaba rescatar los valores culturales indígenas de Guayana.
         El museo fue presentado como un complejo institucional capaz de realizar investigaciones antropológicas y recolectar elementos de la cultura material de las sociedades indígenas para dar a conocer sus valores, respaldado por un excelente material bibliográfico contenido en la Biblioteca especializada del museo con más de  800 obras.
         El doctor José Sánchez Negrón, Director de Cultura, dejó sentada la tarea del museo de acoger todas las expresiones culturales autóctonas de Guayana y mediante las investigaciones, constituirse en un instituto de alto nivel dedicado al fomento y proyección de las ciencias socio humanísticas en Guayana, enfatizando la producción de datos originales y el trabajo de campo en arte y folklor regional, etnología, arqueología, antropología social, lingüística y antropología física.
         Este Museo inaugurado en el inmueble del Archivo Histórico de Guayana, construido en el siglo XVIII por el Gobernador de la Colonia Manuel Centurión, casi a la orilla del Orinoco, fue diseñado por el arquitecto Freddy Carreño, director entonces del Museo Soto y se inició con 226 obras de cestería, cerámica y tallas de madera.
         Su coordinadora o curadora, la antropóloga Nalúa Rosa Silva Monterrey dio a conocer a los circunstantes la colección de elementos de cultura material proveniente de diferentes grupos étnicos de Guayana, la cual comprende el Estado Bolívar y los dos Territorios Federales, región ésta donde habita el 49% de la población indígena de todo el país en un número de 76.000 personas aproximadamente, cuyo patrón básico de subsistencia es la recolección, caza y horticultura de tala y quema.
El trabajo inicial de este Museo estuvo a cargo de la antropóloga María Eugenia Villalón, quien al lado de su esposo Henri Corradini venía realizando investigaciones indigenistas y lingüísticas publicadas en parte en varias obras publicadas por Universidades e instituciones del Estado. Su paso por la Dirección de Cultura del Estado ayudó a la materialización de ese Museo que se escapó de sus manos por los consabidos errores políticos de Palacio.
El Museo se concibió como centro dinámico para el estudio, la investigación, la reflexión, la educación y presentar situaciones que propendan a modificar actitudes egocén­tricas frente a los grupos étnicos.
Maria Eugenia logró reunir 173 piezas de cestería y cerámicas pertenecientes a ocho grupos étnicos diferentes de Guayana (Curripaco, Ye'Kwana, Pemón, Piaroa, Vanomami, Bariva y Guarao) así como un buen fondo bibliográfico
        Pero ¿qué ha ocurrido con este Museo. Dónde está que no se nombra? Le pregunté a Nalúa y me respondió así:  “Américo, la última vez que tuve noticias sobre las piezas del Museo fue poco después de la gestión de Milagros Mata Gil en la Dirección de Cultura.  En esa época todavía existían piezas aunque sé que muchas se empezaron a regalar.
Un día recibí un anónimo que me pedía fuera a la Cárcel Vieja pues allí supuestamente quedan aún piezas. No lo hice inmediatamente pero en una oportunidad estuve allí y me dijeron que parece que hay algo en los sótanos.
Lo que sucedió con el Museo Etnográfico fue para mí sumamente doloroso.  Es lamentable lo que ocurrió allí y la pérdida que sufrió el Estado Bolívar y particularmente Ciudad Bolívar  por la miopía política y los afanes de proyección de quienes lo intervinieron lo cual  todavía no se ha resarcido. Saludos,  Nalúa”.  


miércoles, 13 de agosto de 2014

El Museo de Ciudad Bolívar

El Museo de Ciudad Bolívar, en la Casa del Correo del Orinoco, cuenta con un patrimonio de 900 obras de artistas plásticos venezolanos, desde Herrera Toro, pasando por Reverón hasta nuestros días. Más de cien años de pintura venezolana que no caben en los espacios ni hay suficiente presupuesto para garantizar su permanente mantenimiento.
Su directora Marlene Wulff, nos informaba el 2 de junio de 1990, que estaban trabajando con las uñas porque un presupuesto de por sí precario, 76 mil bolívares al año, que aportaba la Gobernación del estado, fue rebajado a 54 mil bolívares, unos 4 mil por mes.
Afortunadamente el poco personal que trabajaba allí lo pagaban varias instituciones públicas, pero lo sensato sería que un museo de tanta importancia tuviese un presupuesto sólido y totalmente manejado por la dirección conforme a sus requerimientos. Pero, en la práctica no es así, el museo se mantiene a fuerza de limosnas mientras que por otras vías, incluyendo la de la corrupción, el Gobierno despilfarra millones y millones.
Para ampliar los espacios del museo se contaba con una estructura anexa que se hallaba paralizada en su terminación y la Sociedad Amigos del Museo que presidía, el poeta Rafael Pineda, hacía gestiones con la CVG para ver si al fin con unos 700 mil bolívares se concluía la obra.
También se esperaba de la Dirección de Obras Públicas del estado cumpliese con el ofrecimiento de corregir algunos problemas del inmueble como la humedad y el resquebrajamiento del friso y el piso.
En el museo además de las obras de arte visual se encuentra la prensa, donde se editó el Correo del Orinoco, en un ambiente que reproduce la historia de Angostura.
La idea del museo surgió en 1968 motorizada por el crítico de arte bolivarense Rafael Pineda y materializada en 1973 por la Sociedad de Amigos de Guayana. En aquella oportunidad Pineda preparó con miras a recolectar fondos un espectáculo denominado “Ciudad Bolívar del 800” en la Casa de San Isidro, donde vivió el Libertador y se reprodujo la llegada de Humboldt y Bonpland a Ciudad Bolívar, caracterizada por el extinto médico César Bello de Escriván. Con lo recogido se compraron las primeras 40 obras. Así comenzó y actualmente cuenta con 900 obras.
Consta de seis salas más el corredor y jardín, donde se distribuyen en orden cronológico las obras de acuerdo con la historia del arte venezolano. Tres de las salas están dedicadas exclusivamente a gráficas, cerámicas y dibujos que junto con secciones de pintura y escultura demuestran lo que ha ocurrido en la plástica venezolana desde fines del siglo pasado hasta hoy.
La idea de dotar a esta ciudad de un museo con una panorámica coherente y sistemática de la historia plástica venezolana, se debió en buen parte a la generosidad de muchos artistas y coleccionistas que donaron sus obras y otros que las vendieron a precios simbólicos.
Pero como la actividad del museo no era solamente contemplativa, periódicamente se realizaban exposiciones, se dictaban conferencias, se ofrecían conciertos y se presentaban obras. Una de sus últimas exposiciones fue “Sifontes y el Orinoco”, un discurso ilustrado de la obra del bachiller Ernesto Sifontes, observador hidrográfico del Orinoco
En 1991, el museo fue objeto de refacción y ampliación de sus espacios y se mantuvo activo hasta un poco más allá de 2004 que falleció su creador Rafael Pineda. En 2011, luego de la intervención del Museo Soto por el Ejecutivo del Estado, fue intervenido el Museo de Ciudad Bolívar, refaccionado el inmueble tres años después y convertido en el “Museo Angostura” dedicado al extinto presidente Hugo Chávez.

martes, 12 de agosto de 2014

A Roy se lo llevó el Espíritu de Juana Millán


Maximiliano (Roy) Tomedes, popular miembro del canto folclórico de Ciudad Bolívar, presencia insoslayable de las fiestas subrayadas por la música autóctona, falleció en Caracas (1990), después de sufrir una caída a consecuencia de un accidente cardiovascular.
Roy, de unos cincuenta años, dirigía y cantaba en el grupo musical “Hermanos Tomedes” que se inició a mediados del siglo veinte, con sus padres Carlos, cantante popular, de ágil e ingeniosa improvisación, excelente versador, y Trina, quien ejecutaba la guitarra y se distinguió en los velorios de Cruz de Mayo.
Nació en Santa Ana, zona ribereña del Orinoco, cuna del maestro Jesús Soto, de los Maradei, de los Morales, de los Inatti. Era el segundo hijo de toda una familia que no ha hecho otra cosa en su vida que cantarle al paisaje, a la montaña, al río y a la llanura. Folclorista por antonomasia, llevó el nombre de Guayana por todos los caminos de Venezuela y de muchos festivales y certámenes nacionales trajo los galardones que se exhibían en su casa de campo de Cañafístula.
Cantaba con abundante y clara voz del Florentino galleguiano. Declamaba, bailaba y animaba con mucha gracia, pimienta y salero. Su conjunto recién había animado la elección de la Reina del Carnaval 1990. Por primera vez no estuvo presente porque estaba preparándose con sus abalorios funerarios para actuar entre candilejas, ante un público menos festivo, pero más humano y solidario en los momentos de desgracia.
      Conocidas leyendas como la del Espíritu de Juana Millán se popularizaron en sus pasajes musicales. Por eso cuando se supo lo de su muerte, alguien dijo "Se lo llevó el espíritu de Juaa Millán".

Roy ejecutaba todos los instrumentos criollos, desde el arpa llanera pasando por la bandola de ocho cuerdas hasta el cuatro, la guitarra y las maracas, aunque nunca como su pariente el maraquero Santos Tomedes que según me han dicho ha sido declarado Patrimonio viviente de Ciudad Bolívar.

Santos Tomedes también perteneció al conjunto musical “Los Hermanos Tomedes” disuelto a raíz de la muerte de su principal factor artístico. Ahora actúa solitario ofreciendo magníficos show con sus maracas. Todo un espectáculo de malabarismo al ritmo sacudido de sus propios instrumentos idiófonos.
“Los Hermanos Tomedes”, no se quedaron más acá del Orinoco, sino que franquearon el río buscando la admiración, la valoración y el aplauso de las más importantes ciudades de Venezuela y Colombia, marcadamente en los años setenta y ochenta.
Santos Tomedes es sobreviviente de esa gran familia que tiene sus raíces en el lejano Aripao, allá a las orillas del Gran Caura donde abunda la sarrapia. Ya es septuagenario y toca maracas desde que tenía diez años. En los actos oficiales organizados y escenificados en el Poliedro de Caracas con motivo del Día Internacional de la Mujer, fue invitado a presentar su show de maracas.
Santos José Tomedes, fue  reconocido por la fundación “La Barca de Oro” que dirigía y coordinaba el poeta Jesús Grau (+). Asimismo por la Fundación Musigrama que preside el cantante Lino Baura. Tomedes recibió el Botón al Mérito “Gran Estrella de Angostura”, durante la velada musical realizada en el Salón Angostura del hotel Laja Real, de Ciudad Bolívar. En este acto no solo fue reconocida la labor de Tomedes, sino también la de los artistas Eleno Goira Torrealba “El León de Canaima”, Mariita Ramírez, directora del Grupo Parapara. De igual forma fue reconocida la labor de los artistas Alonso Ramírez, Paco Solo, Jesús Grau quien coordinaba la página La Barca de Oro de El Progreso, los artistas plásticos Nidia Guevara y José Pérez y otros distinguidos señores y damas de Angostura.(AF)

lunes, 11 de agosto de 2014

Monseñor Zabaleta




El 30 de septiembre de 1989 falleció a los 81 años, en su pueblo natal de Leiza (España), Monseñor Francisco Xavier Zabaleta, quien por más de un cuarto de siglo fuera el guía espiritual del conglomerado de San Félix de Guayana.
Afable en el trato y firme en sus convicciones, dedicó a Guayana los más fructíferos años de su carrera pastoral para, al final de sus días, regresar a su tierra de origen.
Los bolivarenses recuerdan a Monseñor Zabaleta dedicado a los pobres en San Félix y luchando por las causas que consideraba justas. Humildemente, Monseñor Zabaleta recibió honores y condecoraciones como la Orden Manuel Piar, en reconocimiento de Guayana agradecida por su trabajo silencioso pero efectivo con los desposeídos.
Llegó a Guayana de la mano de Monseñor Crisanto Mata Cova, quien se lo trajo de Cumaná cuando lo nombraron Arzobispo de Ciudad Bolívar. Monseñor Mata Cova fue también quien se lo trajo de España para que se ocupara de la Parroquia de Güiria, donde conoció a Pedro Estrada que le sirvió de mucho para lograr la libertad de algunos presos políticos cuando la dictadura de Marcos Pérez Jiménez.
Monseñor Mata Cova lo nombró en 1954 Vicario de la Zona del Hierro, entonces se alojó en una humilde casa de bahareque y zinc en San Félix de donde emprendió su labor de servicio a los pobres y al lado de la Cámara de Comercio luchó por las más sentidas reivindicaciones sociales de la comunidad.
En 1958 cuando pendía de un hilo la existencia de la dictadura, su amigo Perucho Peraza le pidió que le permitiese repicar las campanas para avisar al pueblo -el 23 de enero- la caída del dictador. Monseñor Zabaleta le respondió al dirigente adeco: “No, Perucho, las campanas las voy a tocar yo”. Y así ocurrió. El pueblo salió a las calles y abrió las compuertas de sus derechos y libertades por tanto tiempo, reprimidos.
Monseñor Zabaleta era muy adicto al café y al cigarro que al final le desencadenaron el mal de Parkinson que lo obligó a separarse de la parroquia de San Félix y retornar a su lugar de origen, Leiza, pero luego de un año en su pueblo natal, le entró la nostalgia y regresó a San Félix para continuar como párroco de la Iglesia de Nuestra Señora de la Concepción. Al año sus males hicieron crisis y debió regresar al lado de sus familiares en Leiza donde falleció tras dos derrames cerebrales.
En vida le hicieron el honor de bautizar con su nombre una avenida en Puerto Ordaz, la terminal de pasajeros de San Félix, un Liceo en Tumeremo y un Centro de Capacitación.
Uno de sus amigos en San Félix fue el periodista Tomás Matos, quien escribió el libro “La Vida de Monseñor Zabaleta”, publicado en 1993. Por ese libro que a buena hora me obsequió el colega, nos enteramos que Monseñor Zabaleta estuvo marcado por el noveno mes del año, pues no solamente murió en ese mes, sino que nació en el mismo el 6 de septiembre de 1909 y concluyó sus estudios en la Escuela Pública el 27 de septiembre de 1921 cuando ingresó al Seminario Diocesano de Pamplona.
Fue ordenado sacerdote en la capilla de San Francisco Javier de la Catedral de Pamplona en 1933. Tenía entonces 23 años. Fue su obispo consagrante Don Tomás Muñiz de Pablos. La primera misa la ofició el joven sacerdote el lunes 7 de agosto de 1933, en la parroquia de San Miguel Arcángel de Leiza.

domingo, 10 de agosto de 2014

La arquitecto Elisa Guedez

La arquitecta Elisa Rodríguez Landaeta de Guedez (en la foto), coordinadora de la Oficina Técnica del Centro Histórico de esta ciudad, murió súbitamente al medio día del 3 de diciembre de 1990, justo cuando participaba en un oficio religioso en la iglesia La Milagrosa. Elisa, de 42 años de edad, casada con el hacendado Francisco Guedez y madre de tres niñas, hacía apenas una semana que había regresado de España junto con la sociólogo Rosalía Isea, tras realizar un curso de 30 días que tenía que ver con el trabajo de revitalización del Casco Histórico. Anteriormente había asistido a otros países donde el gobierno de España tiene programas para informar sobre lo que se realiza aquí en materia de restauración de monumentos públicos. Elisa de Guedez era además funcionaria del Ministerio de Desarrollo Urbano (Mindur) y miembro principal de la Junta Regional Protectora y Conservadora del Patrimonio Histórico y Artístico de la Nación, ya por dos periodos. Era nativa de Calabozo donde residencia su familia y se estableció en Ciudad Bolívar recién graduada, hacía 16 años, atraída por la historia y arquitectura única del Casco Histórico, al que le dedicó esfuerzos, pasión y vida, noche y día, sin descanso hasta que inesperadamente encontró la muerte a causa de un infarto fulminante sin previo aviso.

Ella y el equipo que coordinó tuvieron que ver con el anteproyecto que desarrolla el Capítulo V de la Ordenanza de zonificación de Ciudad Bolívar, referida al Casco Histórico.
El anteproyecto es un instrumento legal y uno de los resultados más importantes del Estudio de Revitalización Integral del -Centro Histórico de Ciudad Bolívar elaborado conjuntamente por un equipo de trabajo resultado de los aportes establecidos en el convenio celebrado entre la Gobernación del estado Bolívar y el Instituto de Cooperación Iberoamericana; este estudio contempla una primera fase que contiene la recolección y elaboración de información histórica, carta gráfica, socio-económica y urbana, una segunda fase de diagnóstico a partir de la elaboración y procesamiento de la información referida a los problemas generales de este Centro, sus aspectos socio-económicos, físicos, de la estructura urbana y de sus edificaciones y la situación actual de sus aspectos legales y administrativos.
Asimismo contempla las intervenciones a nivel urbano desde su nivel más general, propuesta de zonificación y usos del suelo hasta su nivel más específico como son los proyectos de intervención urbana referidos a áreas importantes y significativas del Centro, los parques el Mirador y el Zanjón, proyectos de reordenación vial y peatonización y las propuestas de equipamiento.
Finalmente la fase de reglamentación y el Plan de etapas. La primera desarrolla toda la Ordenanza General y específica del Centro Histórico abarcando todas sus manzanas y edificaciones.
La última establece un Plan de Trabajo y ejecución de obras por etapas y un programa de inversiones que durante los últimos años, inexplicablemente, ha sido paralizado.
De acuerdo con el diagnóstico que entonces se realizó se encontró que de 1.208 inmuebles censados, solamente quedaba intacto el 16 por ciento de las edificaciones tradicionales. El 51 por ciento sustituido y el 33 por ciento restante con alteraciones importantes, pero corregibles.
El trabajo socioeconómico reveló una población de casi cinco mil habitantes, los menores de 30 años predominantemente mujeres y nativos de la ciudad, mientras que los habitantes más viejos eran inmigrantes árabes. Más mujeres que hombres como cabezas de familia y el 40 por ciento de la población económicamente activa trabajando por propia cuenta como el caso de la gran buhonería que al igual que los árabes paulatinamente han ido ocupando el casco.

sábado, 9 de agosto de 2014

El Oficioso Carlos Sánchez

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Carlos Sánchez vivía en El Zanjón, a una cuadra de “Paco”, el pianista amigo de la Milú, que además afinaba los pianos de la burguesía angostureña. La Milú vivía en la Casa de Tejas y tenía una cuenta de ahorros en el Banco de Venezuela, donde trabajaba Carlos Sánchez.

Carlos Sánchez tenía facciones europeas, era gordo cuadrado y de hablar pausado como su caminar, que era por demás lento, acaso por su peso o por la hernia que le colgaba entre las piernas. Marcial Rivas, su vecino, dice que tardaba una hora para llegar del Banco de Venezuela en el Paseo Orinoco, a su vivienda de El Zanjón, barrio colonial y por lo tanto, como Perro Seco, el más antiguo de la ciudad, apenas a 200 metros de la Plaza Bolívar.
Carlos Sánchez, precisamente, era un muy útil oficioso en la Sucursal del Banco de Venezuela que se ocupaba de cosas subalternas, de que todo estuviese limpio y en orden y en ese oficio pasó cincuenta años, más de la mitad de su existencia.
Era bromista, hombre presto y el de mayor confianza de la autoridad bancaria. Le tenían tanta confianza que lo distraían de su oficio habitual para enviar con él remesas millonarias a agencias como la de Tucupita que dependían de la sucursal.
¿Quién iba a creer que ese gordo apacible trasladaba, maleta de lona en mano, cifras millonarias fraccionadas en billetes de todos los colores y numeraciones?
Carlos Sánchez lo hacía con la mayor naturalidad, con la parsimonia y media sonrisa de siempre, amigable y bonachón. Tan celebrado en sus tertulias de esquina por el veterano Tomás Gómez, subgerente, el contador Ramón Camacho, Andrés Enrique, Mariíta Trías, Trina Osty, Pablo Fuenmayor, Óscar Pérez Quesada (Pólvora(, Carlos Jaro Manrique, Luis Emilio Álvarez, Alirio Torrellas Marín, Jesús Rafael Guarisma, Amílcar Fajardo, D’Anello, Jesús Díaz y tantos otros como yo que trabajaron en la vieja sucursal del Banco de Venezuela.
El Banco ocupaba una casa antigua de dos plantas que había pertenecido a Hermano Palazzi. Allí funcionó durante largo tiempo la Casa Mercantil de esa familia de corsos que vendía productos importados en la Real Holandesa de Vapores que administraba un Tío de Leopoldo Sucre Figarella. Una vez la casa se incendió y dio pie para que el Rotary Club y María de Jesús Silva Inserri, entonces secretaria de la Prefectura, hicieran una campaña a favor de un Cuerpo de Bomberos. También la casa fue afectada por el desbordamiento del Orinoco en agosto de 1943 y los Palazzi fletaron curiaras para que sus clientes pudieran hacer sus compras.
El Banco de Venezuela terminó comprando el inmueble y allí perdura como no pudo perdurar el Banco Royal of Canada, el primero fundado en Ciudad Bolívar y que desapareció al ser adquiridos sus activos primero por el Banco Internacional y finalmente por el Banco Mercantil. El personal del Banco de Venezuela hoy muy poco o nada sabe ni se parece al personal del antiguo Banco de Venezuela, entonces sucursal, cuyo gerente era Josué López Henríquez, hermano del ministro de la Defensa del presidente Marcos Pérez Jiménez.
López Henríquez administraba el Banco con mucho rigor y prácticamente no aceptaba quejas ni pedimentos. A mí me despidió porque al aumentarme el trabajo en el Departamento de Cuentas de ahorros, le dije que un aumento del trabajo debía implicar un aumento de sueldo, pero cuando cayó el dictador él también cayó como por arte de magia y el cajero estrella, joven militante de la izquierda, Amílcar Fajardo, pudo fundar un sindicato agrupando otros bancos, pero terminó preso junto con Antonio Cachut porque lo acusaron de estar conectados con los guerrilleros. Para entonces, Carlos Sánchez ya estaba jubilado.

viernes, 8 de agosto de 2014

Monumentos Públicos árboles de la ciudad

El Concejo Municipal de Ciudad Bolívar acordó el 6 de diciembre de 1990, previo censo levantado, declarar monumentos públicos a los árboles centenarios del municipio.
Así lo anunciaron los concejales Flor de Melgar y Alfredo Inaty, miembros de la Comisión de Cultura, y quienes formularon la proposición en Cámara conmovidos por la tala de una Ceiba centenaria frente al Museo Soto, acción criminal inexplicablemente autorizada por el Marnr para dar paso a una construcción autorizada por la ingeniería municipal.
La Ceiba fue talada en la madrugada del domingo 11 de noviembre de 1990 despertando al día siguiente la indignación del pueblo bolivarense, que amenazó con linchar a los autores del crimen y lo cual fue aplacado por la intervención del gobernador (Andrés Velásquez) que prometió detener a los responsables y ordenar de inmediato la paralización de la obra que ocasionó la tala del árbol.
El asunto fue notificado a la Sociedad de Ciencias Naturales que de inmediato se hizo presente en la ciudad a través de su vicepresidente, doctor Leandro Aristeguieta, quien recomendó al igual que lo hiciera varios años atrás el arquitecto Fruto Vivas, la protección de los árboles antiguos de la capital guayanesa.
A partir de ese hecho, el doctor Aristeguieta se comprometió a interesar a la CVG, Gobernación y Municipalidad para la creación del Jardín Botánico del Orinoco en los predios de La Laguna El Provenir, antiguo foco de calamidad pública saneado con el llamado “Cordón de cintura” y donde el gobernador Domingo Álvarez Rodríguez había hecho construir unos módulos con fines socioculturales.
No hay mal que por bien no venga, dice la sentencia popular y de hecho quedó evidenciado con la tala de la centenaria Ceiba de la avenida Germania, pues el mal dio lugar posteriormente a la creación del Jardín Botánico del Orinoco, a un inventario de los árboles de la ciudad y finalmente que el Concejo Municipal declarara Monumento Público a los árboles de Ciudad Bolívar.
El Jardín Botánico del Orinoco se hizo posible, gracias a un Convenio suscrito el 31 de mayo de 1992 entre la CVG, Gobernación y Alcaldía que aportó las 60 hectáreas de la laguna de la calle El Porvenir donde se desarrolló el proyecto bajo la tutela de una Fundación que presidía el doctor Leandro Aristeguieta y que tenía a su cargo toda la dinámica administrativa y productiva del Jardín.
El inventario de los árboles de la ciudad se realizó bajo la orientación y dirección de Leandro Aristeguieta y se contó para ello con la participación de Belkys Casanova, Luis Chacón y Luis Mata García, pertenecientes al equipo técnico del Jardín Botánico.
El doctor Aristeguieta escribió “La ciudad de los árboles” un libro con la descripción científica y popular de los muchos árboles que tiene la ciudad. Árboles vistosos y llamativos como el araguaney, el apamate, flor de la reina, cañafístolo, guamacho, samán, roble, pilón, bototo, ataguán, josefino guatacaro, paraíso y las numerosas variedades de amapola.
El centro o Casco Histórico de la ciudad se caracteriza por la ausencia casi total de árboles a lo largo de sus calles y avenidas. Sin embargo, es posible encontrar árboles bien desarrollados en los patios internos de las casas y en las pocas áreas verdes de la ciudad como la Plaza Bolívar y la Plaza Miranda.
En cambio, en toda el área conocida antiguamente como Los Morichales se observan ejemplares de mayores dimensiones, belleza y lozanía como aceites, merecures, algarrobos, ceibas mangos, matapalos, bucares, apamates, jobos, samanes, caracaros, mamones, nísperos, pilones y robles que en conjunto dan frescor y belleza a esa zona de la ciudad.