martes, 29 de marzo de 2022

CÉSAR DECÁN DIAZ (SOLITO)

Entre los años cincuenta y sesenta una canción sonaba en las cuerdas de las guitarras de los serenateros. Era una canción de lamento por un amor mal correspondido: “Solito he de llorar / Solito he de sufrir/ Solito he de quedar / Pobre de mi”. La canción con aire de malquerencia calaba en el alma juvenil de César Decán Díaz por las calles maltrechas ¡qué paradoja! de la ciudad del oro, El Callao, que comenzaba a padecer la enervación económica de la MOCCA. Estaba dirigida esa poesía sentimental a la mujer entonces más interesante del distrito minero de El Callao: Carmen Delgado Mannoni (La China Mannoni) “China” por sus facciones un tanto asiáticas según la percepción de don Pascual Pascuzzi, y “Mannoni” por su genética corsa mediterránea. La China se había convertido en lideresa del pueblo dada su estampa atractiva y su condición de maestra normalista que además formaba parte del “Olímpica Foot Ball Club”, equipo pionero del fútbol femenino en Venezuela. Los calloenses que como los orientales, son ingeniosos en eso de pegar cognomentos, le colgaron a César el de “Solito” y como tal se quedó toda la vida al igual que ´China” aquella maestra inquieta de todos los cursos que al final quedó jubilada, aproximándose a una edad indescifrable. Solito en sus primeros tiempos, al igual que la China, era aficionado al balompié y escribía las crónicas de los eventos deportivos locales, máxima atracción del pueblo, que Abelardo Raidi le publicaba en El Nacional por amistosa sugerencia de Juvenal Herrera, llave de Miguel Otero Silva. Igualmente participaba en las competencias ciclísticas y en la Raleigh que pedaleaba hacía además toda clase de monadas para divertimientos de sus admiradoras, era comprensible toda vez que había nacido en un caserío llamado “Monkey town” (la ciudad del mono) un 28 de marzo (1936), día de San Benito, santo negro de su devoción y fecha aniversario del natalicio de Miranda, por eso cada vez que puede exalta la figura del precursor, del cual existe una pintura de Michelena expuesta en uno de los muros del Palacio edilicio, donada por corsos ascendientes de la China Mannoni. Solito alternaba el deporte con la política siguiendo la doctrina nacionalista que para entonces predicaban Jóvito Villalba, Luis Miquilena, Alirio Ugarte Pelayo, José Vicente Rangel, Fabricio Ojeda, Cheíto Herrera Oropeza y el upatense Humberto Bártoli. Por esa vía llegó a ser Prefecto de Santa Elena de Uairén, donde medio aprendió la lengua Pemón para entenderse un tanto con los hijos autóctonos de la Gran Sabana. El Callao, no obstante su riqueza aurífera, no daba para mucho, por lo que los nativos se veían impelidos a otear horizontes más promisorios. Solito no iba a ser la excepción, de manera que no optó por Caracas como Juvenal Herrera, Héctor Thomas, Luis Arrioja y tantos otros que se labraron a puro pulso su destino, sino que decidió por lo más cercano, la Zona del Hierro, que comenzaba a vislumbrarse como un polo de desarrollo industrial. Aquí asentó sus esperanzas afianzado en lo que sabía hacer, redactar columnas deportivas que aprovechó el sagaz Eduardo Santana para alimentar la data cotidiana de la corresponsalía de El Bolivarense y la Radio Caroní (1960) que entonces dirigía Rafael Eligio Farreras. Tuvo su propio programa radial “Antena deportiva”, fue corresponsal de los diarios El Expreso y El Universal, jefe de Relaciones Públicas de Cadafe, concejal, y Secretario General del CNP junto con su inseparable amigo Leopoldo Villalobos, Gabriel Aguilera Ordaz, Calos Rodríguez Gantaume, Fernando Reyes Maita y el terrible Givanni González, quien asustaba al agente de prensa Carlos Arteaga cuando repentinamente se paraba de la máquina de escribir y gritaba “!Paredón para todos los enemigos de la libertad de prensa, carajo!”.(AF

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