martes, 9 de marzo de 2021

SAMPSON EN LA SALA SEIS

John Sampson Williarns que ha escrito yo no sé cuántos libros, apenas si recuerdo Talco y bronce y los Habitantes del agua. El que escribe poesía, pero que nunca había podido descifrarla o demostrarla, tal como si fuera un teorema de Euclides, encontró la solución un día de tantos que lo circundan, al penetrar en la Sala 6 que el Museo de Arte Moderno de Ciudad Bolívar tiene reservada para el Maestro Jesús Soto. Cuánta inmaterialidad surgiendo entre la luz y la luz de la materialidad misma. El hierro guiñando o moviéndose cual gelatina en la retina, el nylon como lluvia deteniendo la gravedad en el espacio, la dureza del metal virtualizada en vacilantes espigas de maizales. Todo un avasallante espectáculo de virtualidad estética. Avasallada por ello su sensibilidad de artista de la palabra que juega con los elementos simples y absurdos del universo, avasallada por todo cuanto habita aquellos muros, se sintió por primera vez poeta, porque se es poeta no sólo por lo que se dice y cómo se dice, sino cuando el poeta puede reconocerse en esencia y allí estaba la explicación de Soto elaborada en el rielar de su Orinoco y recreada a ritmo de guitarra a la orilla del Sena. Más se sintió poeta cuando se ubicó desafiando la ubicuidad de Dios ante aquella manifestación tangible e intangible del arte cinético que no obstante su impecable estatismo parecía orbital en el fondo de la Sala 6 como el planeta mismo a una escala milimétrica de poesía. Pero no bastaba que allí estuviese la enigmática respuesta, sino saber, ya era otro problema, cómo el Maestro había resuelto estas diversidades. Lo del nombre era lo menor porque Japón pudo llamarse antes mientras que ahora simplemente Kanaime como la deidad que espanta a los tribales. El cómo, más que una proposición científica euclidiana, parecía más bien una teorética. John Sampson especula y ensaya su respuesta utilizando las mismas divagaciones filosóficas de Soto: “El arte es el conocimiento sensible de la inmaterialidad”, “Nos maravillamos ante las leyes del azar sin darnos cuenta que no hacemos más que tomar conciencia de realidades en las que no habíamos pensado”. Por último en medio de su obsesión por aquella bola construida con hilos de naylon suspendida en el espacio, busca la respuesta en la ingenuidad de su hijo que de ingenuo tiene tanta pureza como agudeza: “Bueno, papá, yo no sé si es una escultura, una pintura o una brujería. De lo que sí estoy seguro es que estoy ante una vaina del otro mundo”. El libro “Soto el Perínclito” de John Sampson fue bautizado por Jesús Soto en sesión especial de! Consejo Legislativo celebrado en el museo, un domingo, a las 9 de la mañana. (AF).

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