sábado, 27 de marzo de 2021

MAGIA DE PARAMO

Magia de Páramo es un seductor libro de relatos cortos que cubre la extensión de sesenta páginas, a través de las cuales brilla el talento fluidamente poético de Josefa Zambrano Espinosa, una mujer del valle intermontano de Boconó que pertenece al mundo de la ciencia criminóloga, pero del que suele ser sustraída por las habilidades misteriosas de algún demiurgo que se esconde en las crisálidas próximas al vuelo nupcial o entre los frailejones de las montañas de su tierra. Esta mujer de las gélidas cumbres andinas la conocimos en la Casa de la Poesía y la escuchamos hablar de su obra, de la que ya sabíamos por la crítica favorable y exquisita de José Ramón Medina y Alexis Rojas. Sabíamos a través de la crítica literaria de su "Malaventura", de "Al día siguiente todos los caminos amanecen abiertos" (traducido al francés) y de "Magia de Páramo”. De este último más, porque me regalaron el libro, ese libro en el que, como dice Orlando Araujo en la presentación: se navega sin naufragio, es decir, "no hay navegación perdida". En "Magia de Páramo", Josefa Zambrano nos cuenta con dulzura las cosas de los otros, vividas por ella en la soledad de su laboratorio lleno de retortas donde combina los colores del páramo con la química legítima del habitante sea éste humano o simple escarabajo como aquel con el cual se inicia el libro y que nada, se lo juro, tiene que ver con el de Kafka sino con ella misma, con su propia infancia hechizada por el color verde-metálico del crisomélido volando con libertad hacia el infinito como bien lo quería en la imaginación de los niños el hombre de cuadros y bola roja en la nariz que aseguró para siempre que el arte gestual de hacer reír, aunque por dentro muriese de tristeza como la modelo que dejó la pasarela para seguir en medio de una danza interminable al merecedor de sus encantos, derrumbado antes de tiempo porque irritados de tanto celos los cuervos le devoraron el alma. Sí, los cuervos, los mismos cuervos -nos imaginamos- que atacan al gigante de dos piernas en el curso de una guerra sin tregua con la cual quieren reivindicar la posesión del cielo usurpado, por lo que, entre -bambúes, mangos y acacias, solía exclamar su madre cuando los veía venir con su mira telescópica: " Huí que esos pájaros son pavosos". Querría decir "pavorosos" como la misma guerra que se libra violentamente en el campo de batalla o como las que se libran en los tribunales, sin bayonetas caladas, pero con mucho escándalo y perversidades que al final terminan en el ascensor con una simple transacción en la que se puede cambiar la manga de una chaqueta por la misma carpeta de la demanda a introducir. No importa que los tribunales sean fastuosos como el mismo Palacio, de Justicia de Caracas o humildes y raidos como la casa del Registro donde el portero tiene sonrisa de chimó, la secretaria cara de rata parida y donde hay que dar los buenos días tres veces para que nadie Existe un Registro así? Bueno, la escritora lo admite como vivencia propia en su libro "Magia del Páramo", seguramente en los de color verde-metálico del crisomélido volando con libertad (AF)

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