miércoles, 19 de febrero de 2020

Las mariposas de Basanta y los perros de Obregón (Crónica del 97)



Gustavo Basanta me entregó su libro, en la esquina de El Sordo, una tarde salpicada de chanzas perrunas, incenti­vadas por unas declaraciones de Luis Carlos Obre­gón contra la pandilla del boulevard. Entonces me di cuenta que es tan diver­sa y numerosa la familia de los caninos que pudiéramos encontrarle a cada hu­mano su trasunto en una raza determinada, incluyendo al turco Nain Saloum, desco­nocido a diente y colmillo por su propio doberman una noche de palos, y al Pájaro Avelino que no por  tener alas como las mariposas de Gustavo Basanta, deja de cuadrarle el apelativo chihuahuense. Por supuesto, expresa su disgusto, así como lo expresó Ángel Bonalde cuando alguien le endilgó el San Ber­nardo. Tampoco se quedó en paz Chivi­ta cuando le encontraron parecido con el Malamute de Alaska; ni Freddy Bermúdez, híbrido de Pastor Belga con Chow-Chow, Martínez Barrios, con braco francés, Pinocho, con galgo ruso; Rojita, con uno de la raza beagle; Ramón Aray, mezcla de guache con mapache; Hugo Mendoza, con podenco; Tamborini, cruce de salchicha con pastor alemán; Londoño, con Doguino,  Manuel, con Lulú de Pomerania; el Chino Regil, con dogo y Gustavo Basanta con un Vi­ Fox Terrier de pelo liso.
              Pero si Gustavo en broma acusa los rasgos de un Fox Terrier, muy cierto, y esto sin broma, que es un artista del teatro, la poesía y la pintura, upatense muy de Angostura que conocimos hace años, cuando Milagros Mata Gil se explayaba en la risa constante del Guinpleine de Víctor Hugo.
             Bueno, decía que esa tarde, un lunes de zapatero, Gustavo Basanta me entregó  su libro pergeñado en la  computadora y de su contenido no me enteré por tanta espuma en el ambiente cani­no, sino a las tres de la madrugada cuando el gallo de la casa vecina me despierta.
         No pude enterarme  que es un libro de escenario, formato  breve y en suma grato y poético:  "Cuando las mariposas no queman sus alas". Ay de nosotros cuando las mariposas se achicharren bajo el que­mante resplandor del odio.
         Será el más aciago día, no sólo por tener los lepi­dócteros que volver a su primitivo estado de larva corrugada, sino por privarnos del tierno y her­moso espectáculo de colores que nos sustrae a una atmósfera de coincidencias capaz de desarmamos del egoísmo y prejuicio insano. Por eso, Gustavo invoca a las mariposas pensando en la conciliación racial y en la paz universal. Invoca los prodigios del agua que nos vivifica y comunica. La música con su ecuménico lenguaje. El canto, acaso como el de Violeta, Ne­ruda, Vallejos, Juan Rulfo, que dialoga con los silábicos latidos del corazón y nos hace sentir a todos, la existencia de unos dioses igua­les y compartibles como el pan y el vino aunque no lo crean las ideas de los hombres nuevos que estamos obligados a ceñir con esas cintas de colores que son las mariposas para que "tu patria sea mi patria, mi casa tu casa, tu voz. mi voz". Como la voz pura y sonora del montañés que al hombro su guitarra bajaba diariamente a dialogar con el pueblo a pesar de las represiones y el día en que lo invalidaron y le cortaron la garganta, su voz siguió con más fuerza invadiendo todo el orbe.

          La obra de Gustavo termina con una adaptación basada en el libro de cuen­tos "Guillermo Jorge Manuel José " es­crito por Mem Fox para los niños, esos seres diminutos pero en cuyo corazón abierto puede caber desde un pequinés hasta un elefante de circo y que además poseen la memoria más fantástica, esa misma que buscaba afanosamente el niño de cuatro nombres para llevársela, como al fin se la llevó, en una cesta a la nonagenaria que la había perdido.(AF)

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