lunes, 9 de junio de 2025

EL GENERAL Y SU LABERINTO

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* * * EL GENERAL Y SU LABERINTO Esto dice Gabriel García Márquez de Simón Bolívar en su novela “El General y su Laberinto: “Vviajaba durante días y noches cambiando varias veces de montura para no reventarla. Tenía las pier¬nas cazcorvas de los jinetes viejos y el modo de andar de los que duermen con las espuelas puestas, y se le había for¬mado alrededor del sieso un callo escabroso como una pen¬ca de barbero, que le mereció el apodo honorable de Culo de Fierro. Desde que empezaron las guerras de indepen¬dencia había cabalgado dieciocho mil leguas: más de dos veces la vuelta al mundo. Nadie desmintió nunca la leyenda de que dormía cabalgando. Pasado el mediodía, cuando ya empezaban a sentir el vaho caliente que subía de las cañadas, se concedieron una pausa para reposar en el claustro de una misión. Los aten¬dió la superiora en persona, y un grupo de novicias indí¬genas les repartió mazapanes recién sacados del horno y un masato de maíz granuloso y a punto de fermentar. Al ver la avanzada de soldados sudorosos y vestidos sin nin¬gún orden, la superiora debió pensar que el coronel Wil- son era el oficial de mayor graduación, tal vez porque era apuesto y rubio y tenía el uniforme mejor guarnecido, y se ocupó sólo de él con una deferencia muy femenina que provocó comentarios malignos, José Palacios no desaprovechó el equívoco para que su señor descansara a la sombra de las ceibas del claustro, en¬vuelto en una manta de lana para sudar la fiebre. Así per¬maneció sin comer y sin dormir, oyendo entre brumas las canciones de amor del repertorio criollo que las novicias cantaron acompañadas con un arpa por una monja ma¬yor. Al final, una de ellas recorrió el claustro con un som-brero pidiendo limosnas para la misión. La monja del ar¬pa le dijo al pasar: «No le pidas al enfermo». Pero la novi¬cia no le hizo caso. El general, sin mirarla siquiera, le dijo…”

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