lunes, 31 de enero de 2022

APUNTADO POR ARMAS DE FUEGO

La admonición o reproche utilizando armas de fuego intencionalmente amenazantes, es posible en cualquier circunstancia, bien sea política, pasional o de simple orgullo personal. En mi caso individual he estado varias veces bajo la mira de alguien mal dispuesto. Creo que la primera vez fue en un Bar-Restaurant ubicado en la avenida 5 de Julio, próximo a la Fuente Luminosa. Un abogado que publicaba una columna partidista en El Luchador y que firmaba con el seudónimo “El Diablo en Piyamas” al ver que llegaba sacó el revólver, me apunto fugazmente y lo colocó sobre la mesa que compartía con otros compañeros. Este señor afectado por una oreja igual que Vicent van Gogh llego más tarde a simpatizar conmigo hasta el punto de publicar un artículo elogiando mi capacidad periodística. La segunda vez, ya tarde de noche fui a llevar una joven estudiante, pero abruptamente y desde el quicio de la puerta del apartamento donde aguardaba, salió molesto su novio apuntándome con un revólver cañón largo que no se atrevió a disparar. La tercera vez adelanté mi Opel Record a un carro que resultó ser de un oficial del ejército que conducía vestido de civil, no se dejó adelantar, aceleró su vehículo, se apareó al mío y sacó por la ventanilla muy amenazante su arma militar. La cuarta vez rocé un vehículo que se había mal estacionado detrás de mi camioneta a la entrada de un lugar donde había una fiesta. La dueña indignada y sin mediar palabra tomó el número de placa me denunció a un Policía conductor der una patrulla que me persiguió y detuvo en la avenida Táchira. Pretendía llevarme preso y me resistí ante su arma de reglamento apuntándome. En eso pasaba un amigo que me rescató llevándome en su automóvil al Comando Policial flaqueado por la patrulla. Afortunadamente el Comandante era el oficial de la GN, Calixto Morales, que bien me conocía y me dijo amable y sorprendido: “Américo, yo respondo por ti. Vete tranquilo, aquí no ha pasado nada”. La quinta vez estaba en El Quijote con Ana Sánchez que ahora vive en Londres, cuando tres hombres armados asaltaron al Bar-restaurante. Ordenaron a los comensales a bajar la cabeza contra las mesas mientras el cabecilla se entendía con el dueño en le Caja registradora. Yo, periodista al fin, alcé un poco la cabeza para ver lo que seguía pasando, el cabecilla de la banda desconfiado se dio cuenta, se vino a la mesa, puso el cañón de su pistola en mi frente, me pidió las llaves de la camioneta y la cartera. De pie le dije con mucha serenidad: “Tome las llaves y los billetes, menos los documentos personales que de nada te sirven”. Así lo hizo, pero me encerró en la cocina del restaurante mientras la muchacha que me acompañaba lloraba presa de una crisis nerviosa. Luego que vino la calma tras la fechoría, observé que mi camioneta seguía allí. No pudieron llevársela porque el control de seguridad lo cargaba separado de las llaves del suich. El saqueo fue total. Me auxilió un hermano del profesor Aníbal La Riva que entró posteriormente al Restaurante. Desde entonces estoy tranquilo. Un revólver que en mi condición de diputado me otorgó Leopoldo Sucre Figarella siendo gobernador del Estado y con el cual iba a Jobo Liso junto con el concejal Germán González Seguías, a practicar tiro al blanco, me lo hurtaron y quedé como aliviado, libre de enconos y pecados, rogando por la paz como el Papa Francisco. (AF)

1 comentario:

  1. Sr: Américo Fernández.
    Un saludo cordial.
    Me gustaria contactarle, siendo un honor conocerle, indique formalidad y viajaría para visitarlo a su emporio intelectual, se que conoció parte de pasado en la participación de Padre en la zona de guayana.

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