lunes, 23 de noviembre de 2020

Mimina se murió sin poder encontrar la tumba de su padre

Para Mimina Rodríguez Lezama, que murió el 10 de noviembre de 2007 sin poder encontrar la tumba de su padre, la poesía es andrógena y no andrógina como el nogal. Afirmaba que la sustancia de la poesía es masculina y por eso no aceptaba que la llamaran poetisa sino poeta. —Yo soy poeta y punto. Ese día de 1984 que la visitamos en su casa de la Calla Amor Patrio, estaba sumamente molesta con su amiga Velia Bosch porque no la trató como se merecía en su libro Gente del Orinoco, sobrema­nera en el curriculum. No sé quién se lo dio. ¿Por qué no me lo pidió a mí directamente. Decir que yo fui agregado cultural de la Embajada de Venezuela en Chile en la época de Pérez Jiménez es una mentira sin que esto signifique que yo reniegue de mi amistad con el general. Pero su amistad con Pérez Jiménez no le impidió, tampoco el hecho de ser esposa de un alto oficial del ejército, de ser re­belde y de prestar su casa para que sirviera de concha a políti­cos e intelectuales perseguidos. Pero eso no venía a cuento ni tampoco que en esa época co­mandaba en Barquisimeto a los escritores y poetas. Mimina lo que quería decirnos con su lenguaje aguerrido era que la tumba de su padre no existe. —En el cementerio municipal las tumbas han sido violadas y. los terrenos vendidos. El mausoleo de mi padre que data de 1926, a un año de haber yo nacido, fue víctima de la rapiña. El día de los muertos había pasado y a Mimina como todos los años se le habían quedado las gladiolas y las siemprevivas esperan­do vanamente que algún día aparecieran los huesos de su padre Felipe Rodríguez, un tocuyano que llegó a Ciudad Bolívar con Pérez Soto. Era su hombre de confianza. "Un hombre insólito, increíble" quien se casó con su mamá por imposición de la "Lezamara" como le decía a la gran familia Lezama de tantas anécdotas y le­yendas en esta tierra. El padre de Mimina terminó en conflicto con los Lezama por el negocio del balatá y después de su muerte su madre Flor Le­zama se casó con su primer novio, Manuel Torres, hijo del ge­neral Marcelino Torres, enemigo acérrimo de los Lezama. Así que Mimina tuvo dos padres y sentía no haber conocido al primero, al que entonces buscaba desesperada en ese laberinto de tumbas que datan desde los inicios de la República. Mimina se crió en la selva y llegó a esta ciudad a la edad de nueve años. Desde entonces escribía poesía. El país de las ga­viotas, traducido a varios idiomas, La Palabra sin rostro; Trece climas de Amor y otros. Para ella, escribir po­esía era como un acto realmente mágico, una especie de posesión que no podía explicar. “Ser poeta es una sentencia, es cargar el fuego divino de Prometeo en un cuerpo tan débil como el cuerpo del hombre.” (AF) •

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