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martes, 23 de marzo de 2021
UNA SOLA HEMBRA ENTRE MIL CIEN VARONES
Una joven morena empeñada en estudiar electricidad estuvo en octubre de 1967 revolucionando el ambiente varonil de la Escuela Técnica In¬dustrial de Ciudad Bolívar. Se llama Marvelia Guarisma Guzmán, una mujer de 17 años, que confesó entonces al periodista sentirse bien entre tantos hombres, 1.100 pi¬chones que estudiaban diferentes especialidades en la Escuela Técnica Industrial de Ciudad Bolívar.
Cuando visitamos la Escuela, Marvelia, menuda y sonriente, nos pareció una isla en medio de aquel mar de es¬tudiantes con bragas azules en los talleres del ciclo básico. Aquella única mujer manipu¬lando una herramienta parecía de veras una diminuta isla que estaba allí, serena, entre un caudal de brazos.
Hablamos con Marvelia y nos contó que desde pequeña la in¬quietaban los relámpagos que partían la noche y se filtraban por las claraboyas y las hendi-duras de los muros de su casa. Un día encontró en la revista "Tricolor" la explicación de es¬te fenómeno por el que expe¬rimentaba cierta mezcla de con¬fusión, de curiosidad y de mie¬do. Leyó cómo se manifiesta la electricidad, cómo a través de los años el hombre ha sabido aprovecharla, cómo el átomo revoluciona el mundo de nues¬tros días. Leyó sobre Tales de Mileto, primer observador de los fenómenos eléctricos, y sobre Luis Galvani, primero entre los estudiosos de la corriente eléc¬trica. Cuenta Marvelia, con gra¬cia y timidez, cómo estas pri¬meras lecturas sobre el fenómeno le fueron alimentado el pro¬pósito de seguir la carrera, pero con tan mala suerte, que luego de aprobar el sexto grado en 1964, encontró dificultad y prejuicios tradicionales para ser aceptada en la ETI.
Pero es que existe alguna ley que impida a una muchacha estudiar una carrera técnica como electricidad en nuestro país? No, no existe. El entonces Director de la Escuela Técnica Industrial, profesor Pedro Pablo Torrealba, con apenas 20 días en el cargo, dis¬cutió la cuestión con los profe¬sores y sacó en claro que en la Técnica de Caracas estudiaban más de 90 mujeres. Entonces no veía por qué Marvelia no .pudiera cumplir sus deseos.
Efectivamente, Marvelia se inscribió y comenzó sus estu¬dios, pero el Director tuvo que disponer de erogaciones ex¬tras para el acondicionamiento de un sanitario y un casillero adaptados a requerimientos femeninos. Asimismo el Direc¬tor dispuso un ciclo de charlas para orientar el comportamiento de los varones.
La joven estudiante manifes¬tó que empezaba a sentirse como en casa propia, pero sin desco¬nocer que los primeros días fueron difíciles. Todos se agrupaban, to¬dos se asomaban, algunos silbaban, reaccionaban como quien veía algo raro, pero ciertamente decía, Marvelia: "Sólo soy una mujer que se siente con iguales dere¬chos y con capacidad suficiente para abarcar lo que hasta hace poco nos parecía vedado".
—Estoy más que convencida que nací no sólo para cumplir la maternidad y otros oficios caseros, sino que también, y aunque a muchos les parezca extravagante, puedo llegar a ser ni más ni menos que una electricista.
Marvelia también estaba con¬vencida de que ten¬dría, como cualquier alumno re¬gular de la ETI, que pasar por los talleres de ajuste, plomería, mecánica, carpintería y electri¬cidad, en definitiva. Ya había co-menzado su primer trabajo, el de poner a escuadra y a fuerza de lima un achatado trozo de hierro, posiblemente traído de la Siderúrgica. Era un trabajo fastidioso y terco, nada fácil, por lo visto. Había en este taller alumnos que pasaban los seis me¬ses batallando con la lima para lograr sobre el metal un plano simétrico y sin luz bajo la es¬cuadra.
Las manos de Marvelia, delicadas, pronto comenzaron a sentir la aspereza del trabajo combinado con el estudio y su voluntad se fue modelando firme como la de su semejante, pero con bragas. (AF)
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