Recopila las crónicas que diariamente vengo publicando en el Correo del Caroní y Red Social
lunes, 1 de marzo de 2021
JOSE LUIS ARISTEGUIETA
José Luis Aristeguieta, maestro de varias generaciones de guayaneses, especialmente de a quellos que desde los años cuarenta pasaron por la Escuela Heres.
Era hijo de un sacerdote que ahorcó los hábitos y desafió la excomunión luego de enamorarse perdidamente de una linda upatense.
Nacido en tiempos del Presidente del Estado Bolívar, General Marcelino Torres García, la
familia Aristeguieta—Hugueniz, abandonó Upala y se residenció en Ciudad Bolívar, buscando expansión educacional para José Luis, quien estudió en el Colegión y se graduó de bachiller en filosofía en el Colegio Federal de Varones.
En los años veinte se inició como maestro en la Escuela Heres hasta llegar a ser director del plantel en 1940 y finalmente supervisor nacional para todo el estado.
José Luis Aristeguieta no se casó ni tuvo sucesión. El
celibato que no pudo cumplir su padre, se lo impuso él hasta que falleció consumido por el cáncer pulmonar el 6 de noviembre de 1952. Fumaba excesivamente y este vició lo consumió no obstante los desvelos de su médico de cabecera Said Moanack, quien había pasado por sus manos de maestro al igual que Héctor Guillermo Villalobos, Leopoldo Sucre Figarrella, Manuel Alfredo Rodríguez, Mario Jiménez Gambús, Otto Pinero v tantos otros.
Como en tiempo de la dictadura fue cuando enfermó y murió, la casa que habitaba en la calle Boyacá, fue allanada por la policía de la Seguridad Nacional en la creencia de que allí se enconchaba Said Moanack, entonces perseguido por ser dirigente de Acción Democrática.
José Luis Aristeguieta, siempre como un franciscano, vestido de kaki, corbata y sombrero gris o negro, era maestro de grandes conocimientos, de una cultura única, recitaba los griegos y en primaria se atrevía a dar literatura española, reservada hoy al bachillerato, disciplinado, puntual, su reloj siempre en sintonía con el reloj de la Catedral. ¿Faltó una vez a su cátedra? Nadie lo cree. La Plaza Bolívar fue siempre su lugar de contemplación y recreación. Allí solía reunirse con estudiantes, intelectuales y parroquianos en animada tertulia que tocaba los más profundos y variaos temas humanísticos y de la ciencia.
Su muerte acaecida a la edad de 56.años, conmovió tanto a Héctor Guillermo Villalobos, entonces en Madrid, que al saberlo exclamó: "Ha muerto el Ruy Blas de ía Juventud guayanesa" y le dedicó tres sonetos que son el más. fiel trasunto del alma de aquél que "tuvo él don impar de ser maestro" (AF).
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario