sábado, 20 de julio de 2013

El Fotógrafo Tiburcio Guevara


El 9 de marzo de 1970 falleció en Ciudad Bolívar, su tierra natal, a la edad de 73 años, el popular músico y fotógrafo, Tiburcio Guevara.
         Nacido el 7 de agosto de 1897, fue entregado  por su madre Anastacia al fotógrafo de la plaza, Rojas Camacho, quien prácticamente lo crió y lo adiestró en el oficio que muy bien trabajó durante toda su vida en combinación con la música gracias a su bien afinado oído musical.
Durante los años sesenta se tenía como el decano de los fotógrafos de la ciudad.  De hecho era el más viejo en edad y desempeñó de la profesión.  Colaborador generoso y espontáneo con la prensa local y nacional.  El único que pudo cubrir reportajes fotográficos sobre la inusual crecida del Río Orinoco en agosto de 1943.  Las gráficas que apareen en la primera edición del diario El Nacional el 3 de agosto sobre las inundaciones del Orinoco fueron aportadas por Don Tiburcio al corresponsal exclusivo de entonces, Santiago Maestracci, mejor conocido como “Volumen”.
También fue Don Tiburcio pianista y guitarrista distinguido en numerosos conjuntos y orquestas que existieron en la capital angostureña desde la época del Cine Mudo.  Era él uno de aquellos que junto con Nicanor Santamaría, el flautista Ramón Díaz y el violinista Juan Requesens, animaban el silencio de las cintas cinematográficas que proyectaban en la pantalla del Cine América, El Mundial y en el “Nuevo Cine” del empresario andino Miguel Delgado Chalbaud.
En 1937 cuando para votar en las elecciones generales se requería de una cédula electoral, Tiburcio Guevara fue nombrado oficialmente para hacerle el retrato a todo ciudadano carente de recursos.  También fue el fotógrafo oficial cuando se creó en Ciudad Bolívar el Cuerpo Técnico de la Policía Judicial a cargo de Guzmán Vera.  Entonces Tiburcio, quien vivía en la calle La Pica, cerca de La Escalinata, era el paño de lágrimas de los periodistas.
 Silencioso y apacible, todo un artista era Don Tiburcio, con su buen ojo para la captación de imágenes y un oído fino para la música. 
         Las exigencias de la familia lo limitó siempre para manejar equipo completo.  Siempre se vio limitado, incluso para sustituir el magnesio por el flash. Ni siquiera contaba con un lugar fijo que llenara los re­quisitos mínimos de estudio que substituyó entonces con el trabajo a do­micilio cuando era requerido.  Como bien decía el crítico de arte, Rafael Pineda,  no le quedaba otra al­ternativa que adaptar la cámara a la tra­yectoria del Sol en las primeras y en las últimas horas del día, pero también en pleno meridiano, si era el caso.  Entonces la luz del día se instalaba en sus retratos de individuos y grupos donde reducía relieves y texturas al mínimo.
Pero los volúmenes reaparecen contrastados por la iluminación artificial en aquellas ocasiones nocturnas, donde Tiburcio siempre se las arreglaba para corresponder a la demanda  de la clientela con una combinación de necesidad y azar. El tratamiento del negativo le propor­cionaba la calidad que le faltara a la imagen tomada en  ambiente abierto o cerrado, adquiría así  el contorno de silueta contra fondo neutro.
Todo esto ponía de manifiesto que Tíburcio no conocía dificultades en el em­peño de compensar con recursos en parte artesanales y en parte fortuitos, lo que otros fotógrafos activos al mismo tiempo en Ciudad Bolívar, han resuelto mecáni­camente con los métodos de rutina.
De todos modos, el hecho de tener que trabajar cada terna sin el apoyo plástico y atmosférico de la luz dirigida y adaptada a la mejor conve­niencia, singulariza, paradójicamente á la fotografía de Tiburcio

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