El 9 de marzo de 1970
falleció en Ciudad Bolívar, su tierra natal, a la edad de 73 años, el popular
músico y fotógrafo, Tiburcio Guevara.
Nacido el 7 de agosto de 1897, fue
entregado por su madre Anastacia al
fotógrafo de la plaza, Rojas Camacho, quien prácticamente lo crió y lo adiestró
en el oficio que muy bien trabajó durante toda su vida en combinación con la
música gracias a su bien afinado oído musical.
Durante los años sesenta se tenía como el decano de
los fotógrafos de la ciudad. De hecho
era el más viejo en edad y desempeñó de la profesión. Colaborador generoso y espontáneo con la
prensa local y nacional. El único que
pudo cubrir reportajes fotográficos sobre la inusual crecida del Río Orinoco en
agosto de 1943. Las gráficas que apareen
en la primera edición del diario El Nacional el 3 de agosto sobre las
inundaciones del Orinoco fueron aportadas por Don Tiburcio al corresponsal
exclusivo de entonces, Santiago Maestracci, mejor conocido como “Volumen”.
También fue Don Tiburcio pianista y guitarrista
distinguido en numerosos conjuntos y orquestas que existieron en la capital
angostureña desde la época del Cine Mudo.
Era él uno de aquellos que junto con Nicanor Santamaría, el flautista
Ramón Díaz y el violinista Juan Requesens, animaban el silencio de las cintas
cinematográficas que proyectaban en la pantalla del Cine América, El Mundial y
en el “Nuevo Cine” del empresario andino Miguel Delgado Chalbaud.
En 1937 cuando para votar en las elecciones generales
se requería de una cédula electoral, Tiburcio Guevara fue nombrado oficialmente
para hacerle el retrato a todo ciudadano carente de recursos. También fue el fotógrafo oficial cuando se
creó en Ciudad Bolívar el Cuerpo Técnico de la Policía Judicial a cargo de
Guzmán Vera. Entonces Tiburcio, quien
vivía en la calle La Pica, cerca de La Escalinata, era el paño de lágrimas de
los periodistas.
Silencioso y
apacible, todo un artista era Don Tiburcio, con su buen ojo para la captación
de imágenes y un oído fino para la música.
Las exigencias de la familia lo limitó
siempre para manejar equipo completo.
Siempre se vio limitado, incluso para sustituir el magnesio por el flash. Ni siquiera
contaba con un lugar fijo que llenara los requisitos mínimos de estudio que
substituyó entonces con el trabajo a domicilio cuando era requerido. Como bien decía el crítico de arte, Rafael
Pineda, no le quedaba otra alternativa
que adaptar la cámara a la trayectoria del Sol en las primeras y en las
últimas horas del día, pero también en pleno
meridiano, si era el caso. Entonces la luz del día se instalaba en
sus retratos de individuos y grupos donde
reducía relieves y texturas al mínimo.
Pero los
volúmenes reaparecen contrastados por la
iluminación artificial en aquellas
ocasiones nocturnas, donde Tiburcio siempre se las arreglaba para
corresponder a la demanda de la
clientela con una combinación de necesidad y azar. El tratamiento del
negativo le proporcionaba la calidad que
le faltara a la imagen tomada en
ambiente abierto o cerrado, adquiría
así el contorno de silueta contra fondo neutro.
Todo esto ponía de manifiesto
que Tíburcio no conocía dificultades
en el empeño de compensar con recursos
en parte artesanales y en parte fortuitos, lo que otros fotógrafos activos al mismo tiempo en
Ciudad Bolívar, han resuelto mecánicamente
con los métodos de rutina.
De todos modos, el
hecho de tener que trabajar cada terna sin el apoyo plástico y atmosférico de la luz dirigida y adaptada a la mejor conveniencia,
singulariza, paradójicamente á la fotografía
de Tiburcio
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