En junio de 1982, Ciudad Bolívar fue sede de uno de los maratones de baile que culminarían en el Poliedro de Caracas con cada una de las parejas triunfadoras en las entidades federales escogidas.
En junio de 1982, Ciudad Bolívar fue sede de uno de los maratones de baile que culminarían en el Poliedro de Caracas con cada una de las parejas triunfadoras en las entidades federales escogidas.
El empresario de este agotador evento en el que se participaba más por necesidad que por deporte, era Ramón López, un locutor de Yaguaraparo que claudicaba la pierna derecha cada vez que se desplazaba y utilizaba a manera de bastón un paraguas con el cual espantaba la lluvia de esos días en los que se quejaba diciendo que la empresa del Maratón bailable le costaba 57 mil bolívares y apenas se hacían mil por día en taquilla, en el lapso de seis días que duraría el evento.
-¡Pura pérdida!- se lamentaba desde la tribuna de los jueces, mientras los pocos participantes que quedaban el día 20 se dormían sobre sus pies danzando con desgano al ritmo electrónico de la salsa.
La salvación económica de la empresa estaba en los derechos de una planta de televisión que pagaría medio millón de bolívares por el Maratón Nacional a realizarse en el Poliedro y que sería la culminación de los 18 maratones regionales que se estaban realizando.
El hombre de Yaguaraparo, alto y robusto, de semblante humilde no dio el nombre de la planta cuando se le preguntó mientras Petra Ramona, de 24 años y seis muchachos sin protección paternal, era amonestada por estar bailando y hablando a la vez con uno de los espectadores.
A Juana Ramona le daban ganas de tirar la toalla terciada sobre su pescuezo, pero un familiar le gritaba “no te acobardes, Juana, que llevas 118 horas y estás en la recta final. Animo. Recuerda con son cuatro mil libertadores y tus muchachos no tiene pan”.
Juana Ramona respiraba hondo cuando el silbato sonó tres veces. Los cinco finalistas abandonaron la pista y caminaron muy despacio ayudados por sus asistentes hasta las colchonetas donde esperaban la leche, el jugo y los masajes con brandy y canela del veterano boxeador Ángel Salavarría.
A Juana Ramona la salva el silbato. Los cinco finalistas abandonan la pista y caminan despacio ayudados por sus asistentes hasta las colchonetas donde los esperan la leche, el jugo y los masajes con brandy y canela del veterano Ángel Salavarría.
Salavarría friccionaba los muslos hermosos de la negra de El Callao que Isidro Ramón Mejías, el vicepresidente de la Banda Ciudadana, miraba y remiraba con ojos libidinosos.
La negra Ondina Campero, con 21 años y 2 hijos, empezó a bailar hacía cinco días como pareja de José Luis, pero éste la dejó sola en la pista al término de las 103 horas.
Más allá Judith Navarro rendida y discutiendo con sus asistentes que no querían que abandonara.
Resuena el silbato y Judith no muy convencida regresa a la pista junto con Margarita Abreu, Ondina, Juana Ramona y Jesús Rafael Salavarría, el único hombre que quedaba en pie. A los otros 49 los derrotaron estas mujeres.
El Maratón bailable los bolivarenses lo conocían desde el 27 de noviembre de 1952 que se presentó como una espectacular novedad. Lo organizó Antonio Hidalgo y René Aguirre, quienes lo habían anunciado desde el 21 de octubre en el Hotel Buena Vista La Piscina.
Se trataba de un campeonato de baile sin tregua, es decir, un campeonato de resistencia bailable siguiendo la experiencia de México, Estados Unidos y Argentina.
Desde entonces este tipo de maratón se popularizó en Ciudad Bolívar que no pasaba un año sin que alguien de aquí o de fuera lo promoviera. El último fue este de junio de 1982
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