Los poetas de Ciudad Bolívar, siempre
fieles al Día Mundial de la Poesía, desde el 2001 que fuese declarado por la
UNESCO, se congregaron, desde las diez de la mañana hasta pasado el
mediodía, en un salón del Hotel de Pedro
Toledo situado en la cumbre más elevada de la capital del Orinoco, para
consagrar la palabra en lo esencial y reflexionar sobre nuestros tiempos.
Ese
día 21 de marzo el Sol se situó en el plano del ecuador terrestre y baño con su
luz por igual los dos hemisferios, dando lugar a la Primavera que hace brotar de
vida a todas las plantas de las muchas
que tiene la ciudad, incluyendo a una Ceiba que vino de Puerto Ordaz y que
expuso con su fronda las razones
noctívagas ambientadas en la protesta que no cesa como el rayo y hasta
hubo una plegaria para esas tres letras
que no terminan de madurar en la conciencia del que pretende mirar más
allá de las flores y se queda pasmado en el capullo.
Habló
de primera y cerró con torta y brindis de cumpleaños la poeta mayor Teresa
Coraspe, flaqueada por Cristina Besson añorando a su hijo exiliado en el frío
que viene del Norte, seguida por Alcides Izaguirre con sus voces desde las sombras, el arquitecto
Wilfredo Velásquez reptando en los socavones de los mineros, la musulmana Jusin
soleada por el trópico guayanés, Pedro Osty
con su umbral obsceno hablando de la siempreviva y el orgasmo en sus
escritos laterales, Néstor Roja con sus
trabajos del tiempo, Víctor Medina, al borde de la locura, hablando por celular desde Maracaibo, Riolama parlando en sandalias desde el diván, Elena
Fernández, con su plática y su plástica
sobre los traviesos de la Isla de Coche, seguido interminable con el profesor
Alex Ferguson, Rusalca Fernández, Lourdes Maestracci, Blas Pascuzzi, Arturo
Briceño, Josefina Briceño, Marcis
Martínez, Graciela Reyes Chacín, Jorge Casanova, Aldrick, Britany y Jeús..
Estuvo
el encuentro poético encuadrado dentro del programa conmemorativo de los 250
años de Ciudad Bolívar, no por la importancia del aniversario en sí, sino
porque estando Venezuela y particularmente la región del Orinoco, bajo una
singular protesta nunca antes históricamente registrada, se establecía una
identificación en el sentido de que Ciudad Bolívar nació bajo el signo de la
protesta, pues al día siguiente de su bendición por el sacerdote Bruno de
Barcelona, los habitantes suscribieron un documento, repudiando el autoritarismo
del Capitán José de Iturriaga, quien desde Real Corona (Moitaco) ejercía
autoridad militar sobre Angostura. Allí
se agudizó una vieja rivalidad entre el fundador Joaquín Sabas Moreno de
Mendoza y el comandante del Alto Orinoco José de Iturriaga que venía desde que
ambos servían en la rada de fondeo del puerto de La Guaira. El Primero como comandante de las
fortificaciones y el segundo como representante de España en la Compañía Güipuzcuana.
Asimismo
venía como anillo al dedo el hecho de que el fundador de la antigua Angostura,
hoy Ciudad Bolívar, escribía poesía. De
hecho, para alegría de los circunstantes,
el fundador Joaquín Moreno de Mendoza también era poeta como así lo demuestra
un largo poema de despedida escrito en Angostura en el que queda reflejado el
tema de su dimisión y los avatares de su ingente empresa. Triste y deprimido por su renuncia concluye
con este epitafio que manda graben sobre
su tumba: “Aquí yace Moreno que ostentando
/ Lo vi tres años mi cerviz rigiendo / Buen
ejemplo para los que están mandando / Pues en mi Guayana no cabiendo / No bastó
lo miraran usurpando / Y este sepulcro le sobró muriendo”.
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