El vals, esa danza cadenciosa y elegante que empezó a extenderse en Europa a
fines del siglo XIX
y que más tarde popularizó Strauss, llegaría a tocar las puertas de Venezuela y a extenderse por toda la
geografía nacional a través de las pianolas como también de los fonógrafos, victrolas y auto-fónicas de cuerda que eran aparatos
asequibles sólo para determinada clase social.
Los que no podían disfrutar de una victrola, se conformaban con escuchar los valses los días de retreta o
cuando algún grupo musical del pueblo
declarado en asueto se ponía a alegrar a los moradores.
En Zaraza, un muchacho llamado Telmo Alnada, que tocaba el cornetín, fue uno de los tantos músicos que se estacionaron en el vals importado y al fin popularizado en Venezuela,
tanto como el joropo. El vals siempre ha sido la danza-de etiqueta y
dominó a lo largo del siglo veinte la sensibilidad del venezolano.
En Ciudad Bolívar siempre ha
estado presente en el acontecer festivo desde los tiempos de Benjamín Teófilo Siegart,
quien lo disfrutaba íntimamente en una pianola importada de Hamburgo.Pero, el músico y compositor que más se
afincó en el vals fue Telmo Almada.
Él siempre estuvo ganado por la cadencia de esta música de origen alemán. Desde joven nunca se conformó con
la manera de ejecución e interpretación de
los valses que llegaban a sus manos,
sino que puso a prueba su capacidad
creativa y logró más de 200 composiciones que andan rodando por todo el territorio y quién sabe si han ido más allá, que
es lo probable, porque Telmo Almada era un románico como Félix Mejías, que nunca se ocupó por conservar,
registrar y legalizar sus creaciones
musicales, sino que luego que salían de sus arpegios quedaban libres como el viento. Por ello este músico y compositor guariqueño-guayanés
que nació el 14 de abril de 1901 y murió el 14 de octubre de 1973, se limitaba
a decir que durante su vida de artista
compuso más de 200, pero que jamás recibió un centavo por derecho de
autor.
Cuando lo visitamos en su casa de la calle Libertad poco antes de morir, nada de su producción
conservaba. Tan sólo, en su oscuro territorio privado, un piano moderno
contrastando con la pobreza de su habitación
y una guitarra con la cual solía
escapar de la invidencia que padecía desde 1971.
Un muchacho de melena hippie lo
acompañó durante los días deprimentes de su
senectud, días sólo para el mutismo y el recuerdo de tiempos irrepetibles: el
Teatro América, sustituto del Teatro Bolívar con su cine silente y la orquesta que daba vida a aquellas funciones del celuloide carente
de sonido. Ese tiempo lo vivió Telmo Alrnada
intensamente junto con Nicanor Santanaría, Miguel y Ramón Delgado, Félix Mejías, Luís Rafael García Parra
(Papá de Soto), Ramón Díaz, Manuel Díaz y Antonio León Rubio.
En 1972, el núcleo Bolívar de la Universidad de
Oriente instituyó la Orden “Ilustre Ciudadano” y la impuso ese
año al músico y compositor Telmo Almada.
Al homenaje de
la Universidad se unieron la Casa de la Cultura, organismos oficiales, instituciones
artísticas y culturales del Estado en un brillante acto en el auditorio del
Grupo Escolar Estado Mérida.
Telmo Almada,
después de haber dirigido durante 30 años la Banda Dalla Costa, del Estado, fue
jubilado y en un cuarto de la Casa Wantzeliuz de la calle Libertad, vivía en la
oscuridad y soledad de su ceguera, sintiendo la voz y los sonidos de sus únicos
compañeros: el piano, la guitarra y un amigo con melena de hippie.
Buenas tardes amigo. Muy buen blog. Me encuentro realizando un trabajo musicológico junto con un amigo y estamos necesitando urgente información sobre compositores como: Félix Mejías, Adrián Pérez (autor de El muñeco de la ciudad), Felix Palma, entre otros. Solo necesitamos datos puntuales biográficos. Si tiene alguna información que nos pueda proporcionar, mucho le sabríamos agradecer.
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