jueves, 19 de septiembre de 2013

El músico y compositor Telmo Almada


El vals, esa danza cadenciosa y elegante que empezó a extenderse en Europa a fines del siglo XIX y que más tarde popularizó Strauss, llega­ría a tocar las puertas de Venezuela y a extenderse por toda la geografía nacional a través de las pianolas como también de los fonógrafos, victrolas y auto-fónicas de cuerda que eran apara­tos asequibles sólo para determinada clase so­cial. Los que no podían disfrutar de una victrola, se conformaban con escuchar los valses los días de retreta o cuando algún grupo musical del pueblo declarado en asueto se ponía a alegrar a los moradores.
En Zaraza, un muchacho llamado Telmo Alnada, que tocaba el cornetín, fue uno de los tantos músicos que se estacionaron en el vals importado y al fin popularizado en Venezuela, tanto como el joropo. El vals siempre ha sido la danza-de etiqueta y dominó a lo largo del siglo veinte la sensibilidad del venezolano.
En Ciudad Bolívar siempre ha estado presente en el acontecer festivo desde los tiempos de Benjamín Teófilo Siegart, quien lo disfrutaba íntimamente en una pianola importada de Hamburgo.Pero, el músico y compositor que más se afincó en el vals fue Telmo Almada.
Él siempre estuvo ganado por la cadencia de esta música de origen alemán. Desde joven nunca se conformó con la manera de ejecución e interpretación de los valses que llegaban a sus manos, sino que puso a prueba su capacidad creativa y logró más de 200 composiciones que andan rodando por todo el territorio y quién sabe si han ido más allá, que es lo probable, porque Telmo Almada era un románico como Félix Mejías, que nunca se ocupó por conservar, registrar y legalizar sus creaciones musicales, sino que luego que salían de sus arpegios quedaban libres como el viento. Por ello este músico y compositor guariqueño-guayanés que nació el 14 de abril de 1901 y murió el 14 de octubre de 1973, se limitaba a decir que durante su vida de artista compuso más de 200, pero que jamás recibió un centavo por derecho de autor.
Cuando lo visitamos en su casa de la calle Libertad poco antes de morir, nada de su produc­ción conservaba. Tan sólo, en su oscuro territorio privado, un piano moderno contrastando con la pobreza de su habitación y una guitarra con la cual solía escapar de la invidencia que padecía desde 1971.
Un muchacho de melena hippie lo acompañó durante los días deprimentes de su senectud, días sólo para el mutismo y el recuerdo de tiempos irrepetibles: el Teatro América, sustituto del Teatro Bolívar con su cine silente y la orquesta que daba vida a aquellas funciones del celuloide carente de sonido. Ese tiempo lo vivió Telmo Alrnada intensamente junto con Nicanor Santa­naría, Miguel y Ramón Delgado,  Félix Mejías, Luís Rafael García Parra (Papá de Soto), Ramón Díaz, Manuel Díaz y Antonio León Rubio.
En 1972, el núcleo Bolívar de la Universidad de Oriente instituyó la Orden “Ilustre Ciudadano” y la impuso ese año al músico y compositor Telmo Almada.
Al homenaje de la Universidad se unieron la Casa de la Cultura, organismos oficiales, instituciones artísticas y culturales del Estado en un brillante acto en el auditorio del Grupo  Escolar Estado Mérida.
Telmo Almada, después de haber dirigido durante 30 años la Banda Dalla Costa, del Estado, fue jubilado y en un cuarto de la Casa Wantzeliuz de la calle Libertad, vivía en la oscuridad y soledad de su ceguera, sintiendo la voz y los sonidos de sus únicos compañeros: el piano, la guitarra y un amigo con melena de hippie.



1 comentario:

  1. Buenas tardes amigo. Muy buen blog. Me encuentro realizando un trabajo musicológico junto con un amigo y estamos necesitando urgente información sobre compositores como: Félix Mejías, Adrián Pérez (autor de El muñeco de la ciudad), Felix Palma, entre otros. Solo necesitamos datos puntuales biográficos. Si tiene alguna información que nos pueda proporcionar, mucho le sabríamos agradecer.

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